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Escena

Crítica de 'Francisco Ferrer': Juicio y muerte de un librepensador ★★★☆☆

El veterano director José Luis Gómez regresa a la que ha sido su casa de toda la vida, es decir, al Teatro de La Abadía, para poner en pie una bonita y cuidada obra

Ernesto Arias y David Luque (dcha.) Lucía Romero

Autoría: Jean-Claude Idée. Dirección: José Luis Gómez. Reparto: Ernesto Arias, Jesús Barranco, David Luque y Lidia Otón. Teatro de la Abadía (Sala Juan de la Cruz), Madrid. Hasta el 7 de diciembre.

El veterano director José Luis Gómez regresa a la que ha sido su casa de toda la vida, es decir, al Teatro de La Abadía, para poner en pie una bonita y cuidada obra, aunque algo irregular en la estructura dramatúrgica y la construcción de los personajes, sobre la figura de Francisco Ferrer Guardia, pedagogo de ideas muy avanzadas -enseñanza mixta, laicismo, perspectiva crítica, humanismo...- que fundó la Escuela Moderna y que fue condenado a muerte en 1909 tras un controvertido juicio que le costó el gobierno a Antonio Maura.

Precisamente es ese juicio, tratado desde una perspectiva de irrealidad casi onírica, el punto de partida argumental de esta función, escrita por el belga Jean-Claude Idée, en la que Gómez se ha rodeado de cuatro grandes actores a los que conoce muy bien y con los que ha venido trabajando desde hace muchos años. Ernesto Arias y David Luque dan vida, respectivamente, al pedagogo catalán y al militar encargado de su defensa. Ambos aprovechan perfectamente las posibilidades que les ofrecen los dos personajes más ricos de la función -sobre todo, lógicamente, el de Ferrer Guardia- protagonizando, además, los momentos de mayor intensidad dramática que ofrece el texto.

Igual de eficaz, y muy divertido cuando se puede serlo, se muestra Jesús Barranco dando personalidad propia a un par de secundarios, el cura y el juez, bastante esquematizados y de poca enjundia. Pero menos sustancia tienen aún dos de los tres que le tocan en suerte a Lidia Otón, la encargada de cerrar el elenco. Ni siquiera una actriz tan buena como ella puede hacer algo con dos personajes tan planos como son el de Teresa Sanmartín, primera mujer de Ferrer Guardia, y el de Ernestina Meunier, antigua alumna del pedagogo. Ambos penden en la dramaturgia única y exclusivamente en la dramaturgia de sus respectivas y taxativas opiniones sobre un solo asunto concreto, que no es otro que el propio Ferrer Guardia. Más juego da, afortunadamente, el tercer personaje que incorpora Otón, que es el de Sol Ferrer, hija del pensador, y con el que sí puede desplegar la actriz, siquiera en algunos momentos, parte de su talento.

Es el mencionado esquematismo de algunos personajes la tacha mayor de un montaje que cuenta con muy buenos profesionales en todas sus facetas artísticas y que ha sido dirigido con la sutileza y la elegancia que parecía demandar la propia obra por su naturaleza casi simbólica y, en ciertos momentos, hasta poética.

  • Lo mejor: Con cuatro actores como los que aquí se han juntado es muy difícil que las cosas salgan mal.
  • Lo peor: Nadie ha sabido explicarme aún a qué viene la extemporánea introducción sobre no sé qué cementerio de Huelva y la Guerra Civil.