Teatro

Madrid

Desilusión aquí, allí, ayer y hoy

La Compañía Nacional invita a Catherine Marnas a representar su «Lorenzaccio», una historia que imaginó Musset en el siglo XIX y que sigue de total actualidad

La puesta de escena contemporánea es uno de los sellos característicos de la directora francesa
La puesta de escena contemporánea es uno de los sellos característicos de la directora francesalarazon

La Compañía Nacional invita a Catherine Marnas a representar su «Lorenzaccio», una historia que imaginó Musset en el siglo XIX y que sigue de total actualidad

El eterno bucle de la Humanidad. Todo se repite. No piensen que la decepción de la juventud, la vulgaridad de la clase política, el cinismo de estos mismos, la propagación de una corrupción generalizada, la crisis de la «todopoderosa» economía –controladora del mundo–, los escándalos sexuales, las revueltas del pueblo y demás cataclismos son modas de hoy. Ni de un único lugar. La Francia del XIX, la Italia del XVI y la España del XIX –y más– van prácticamente de la mano. «Podría enumerar un sinfín de puntos comunes», explica Catherine Marnas.

Ya en la primera mitad del siglo XIX Alfred de Musset vio eso mismo con sus ojos y así lo quiso reflejar en «Lorenzaccio». Venía de una intensa relación con George Sand, el gran amor de su vida; y siete años mayor que él... Hasta que se acabó el amor. Roto por el final –y tras un difícil viaje a Venecia–, el entonces joven autor, con el sentimiento de engaño dentro y herido por la que era su musa, imagina una obra en la que expresar el vacío de su interior.

El texto tomó forma en 1833 –sin ninguna pretensión de ser estrenada, ya que la censura no lo hubiera permitido– y se entendió como el drama de la juventud liberal francesa enfrentada a la gerontocracia de la Restauración borbónica, consolidada con la llegada al poder de Louis Philippe. Acompañado todo ello de la fallida revolución del pueblo de París (1830) que terminó con victoria del «rey burgués». Paralelismos que Musset encuentra en una crónica histórica de Sand, «Una conspiración en 1537» y que le sirven de inspiración.

- Florencia fracturada

Dentro de esta amalgama, el dramaturgo francés sitúa su trama en la Florencia del XVI, fracturada entre Carlos V, partidario de sostener al Papa y a los pequeños principados italianos, y los republicanos, que abogaban por la restauración y apoyados por el rey de Francia –Francisco I–. En el centro, Lorenzo de Medici, comprometido a restaurar la república, a costa de asesinar a su primo Alejandro. Pero antes, para ganarse su confianza, deberá frecuentar los mismos espacios de desenfreno. Al principio, tiene que fingir que comparte sus vicios, pero no tardará mucho en terminar tan corrupto como el duque. Así, va introduciendo algunos de los aspectos que unían aquel XVI italiano que había descubierto a través de su musa con el presente francés que vivía: la invasión de la Iglesia, la corrupción en las altas esferas, una juventud demacrada y machacada...

«Lo que vemos ahora en las noticias con escándalos sexuales como el de Strauss-Kahn o la crecida de los populismos de Trump en EE UU o los diferentes de Europa», comenta Marnas, responsable de la nueva versión de «Lorenzaccio» que acoge estos días el Teatro de la Comedia. Dice la directora francesa que ella es más de «hacer puro teatro contemporáneo», y es por eso que ha querido traer su historia a la actualidad: «Toda esta decadencia se puede mostrar con un carnaval del Renacimiento italiano o bailando punk en la actualidad». «Me gusta hablar de hoy con palabras de hoy, por eso hice muchos montajes de Koltès». ¿Y Musset? «Es una excepción, pero me paré y vi que había demasiadas coincidencias entre su trama y la que estamos viviendo ahora. La historia va y viene y nuestra época tiene mucho que ver con la de Louis Philippe», apunta la directora –también responsable del Teatro Nacional de Burdeos en Aquitania–.

Lo que más le atrajo a Marnas del texto fue «su lado más oscuro». Parte que se recoge en la figura de Lorenzo, «un personaje fascinante por el simple hecho de ser un hombre turbio. Lejos del prototipo de héroe. Pero para mí era importante que se vieran sus dos caras: intenta actuar fiel a sus principios, pero termina siendo antipático y decadente. Representa el papel del poder podrido. Se compromete tanto con la causa que ahora es impuro. No puede llevar a cabo el gesto de joven idealista. Decir: ‘‘Voy a sacrificar mi vida para matar a un tirano’’». El camino le corrompe y se va preguntando qué está haciendo, «la parte más importante porque nos interroga a todos, no sólo a la gente con poder»: ¿Qué hacemos con nuestra vida? ¿Cómo no renunciar a los ideales? «Pero sin amargarse ante la realidad», apunta. Empezar con un sueño e ir decepcionándose con la gente y sus reacciones: «El cinismo que vivimos hoy», cierra la francesa.

Con ello, y a medida que avanza la obra la lectura política, de recuperación de las libertades florentinas, va abriendo una nueva vía con una cara en la que se muestra el drama individual de un Lorenzo entregado al poder de su primo, amante –difícilmente se vio en Europa antes de este texto, salvo contadas excepciones y en las comedias de la antigua Grecia– y alcahuete a la vez, y empujado a un tiranicidio en el que ya no cree. Lorenzo, Lorenzaccio, Lorenzetta, Renzo, Renzinaccio... Tantos nombres citan al protagonista como alternancias va sufriendo. Una máscara de quita y pon que en el baile inicial parece un elemento decorativo y que termina adoptando un significado mucho más metafórico.

En francés con subtítulos

Catherine Marnas sueña con dirigir a unos actores capaces de recitar en francés, inglés y español. De hecho, cuenta que en su escuela de interpretación está a punto de lograrlo con la próxima hornada. «Es una forma de abrir puertas entre los diferentes teatros de Europa», comenta. Mientras lo prepara, su compañía llega a Madrid con «Lorenzaccio» íntegramente en francés: «Espero que los subtítulos no impidan a la gente centrarse en el escenario y en el mensaje», cierra.

- Dónde: Teatro de la Comedia (Príncipe, 14). Madrid.

- Cuándo: hasta el domingo.

- Cuánto: de 4 a 24 euros.