Francisco Nieva ya sabía que con la fiesta no se juega
Vuelve el teatro furioso del dramaturgo con "Coronada y el toro", en el Español y dirigida por Rakel Camacho
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Rakel Camacho no se esconde, se confiesa: «Me gusta volverme loca»; y ahí, Francisco Nieva (y su legado) es su aliado perfecto. «Pero no loca a nivel confusión», matiza, «loca que me libere la imaginación». El dramaturgo y sus referentes son carne madurada de primera para la directora. Todas esas vanguardias con las que se relacionó Nieva en su «autoexilio» (dadaísmo, surrealismo, expresionismo...) explotan en unas piezas teatrales ante las que su propio «padre» perdió la fe. «Decía que sus obras nunca iban a ser estrenadas a no ser que las hiciera él», recuerda Camacho de un hombre de tierra de vinos que afirmaba sentirse censurado durante el régimen franquista, «pero luego también», lamentaba.
Y, como vemos, no es que fuera un profeta infalible, porque murió y aquí estamos delante de un nuevo estreno de su arte, pero es verdad que sus cuadros no abundan en los escenarios. Desde 2016, año de su fallecimiento, no se había vuelto a ver su firma en la cartelera de un teatro, con la excepción de la muestra que el Español abrió en noviembre y que cerrará el 30 de abril; sobre las tablas, nada.
Natalia Menéndez, como programadora del Español, y Camacho, como responsable de la función, se proponen de este modo cerrar parte de esa deuda con el de Valdepeñas en Coronada y el toro (del 17 de marzo al 15 de abril en las Naves de Matadero, Sala Max Aub). Explica la segunda lo que supone «sumergirse» en el «universo Nieva»: «Para quienes entendemos el teatro como obra de arte total, esto implica acercarse a una libertad de creación y de imaginación que solo puede existir en el medio teatral en el sentido más puro de la palabra “teatral”, un sentido que abre la puerta hacia algo desconocido pero muy reconocible».
Utiliza así Camacho las palabras del autor –«el teatro no representa la realidad, el teatro representa lo que le da la gana»– para hacerlas suyas y desatarse en escena. «Es para mí una máxima adherida a mi visión de teatrista en la que la imaginación es fuente inagotable». Movida por el «desbordamiento de ideas en la dramaturgia», la directora rebosa libertad haciendo buena otra consigna del genio, «entiendo que no se monte mi teatro porque tienes que trabajar con la imaginación. No basta con toda la profesionalidad del mundo». Y ella, furiosa, se lanza: «Me siento provocada por un abismo». Las ideas, la palabra, la filosofía y la acción de la pieza llevan a la «ruptura de todo lo que creemos que es y debe ser», cuenta de la idea de un arte irreductible, que derriba los muros de cualquier teatro en el que fuera a acontecer, y que literalmente «rompe», acariciando la revolución. «Todos mis intereses y motivaciones –comenta la directora– están centrados en adentrar al espectador en la ceremonia ilegal de alegre instinto dionisíaco que nos regala Nieva, ensalzar el mundo clásico y el arte de vanguardia, agarrarse con los dientes a las raíces populares y dejar soñar la razón para que produzca monstruos [Goya no puede estar más presente], siempre de la mano con la filosofía de reflexionar riendo o helados o boquiabiertos».
Rakel Camacho aprovecha la ocasión para juntar su mundo con el de Francisco Nieva, «con toda la influencia que ejerció sobre mí cuando lo leí por primera vez, con 19 años»; y para sacar pecho por las raíces manchegas que comparten y que los han llevado a ambos «a encontrar la contemporaneidad en el arraigo desarraigado, en la lírica del lenguaje, en la irrealidad simbólica, en lo que duele y hace reír [que a menudo es lo mismo]».
Conceptos como la identidad, el poder femenino, la incansable muerte y resurrección carnal de España, el cuestionamiento de ciertas tradiciones, dolor, «eros» y «thanatos», el carácter metateatral, el rito, lo surreal y lo suprarreal... se dan cita en Coronada y el toro para convivir en una bacanal «dionisíaca y claroscura», define la creadora. Las fiestas de Farolillo de San Blas o justamente lo contrario (la cancelación de estas) servirán de excusa para levantar la juerga y reflexionar sobre todo lo que pasa en España cuando se interrumpe una fuerza tan fuerte como el día grande de una comunidad.
Una muestra más de ese amor-odio que Nieva sentía con el país que le vio nacer y que también le dio la espalda.