¿Hospitales o cárceles?

Lola Blasco desata la locura: la histeria no es cosa de chicas

La dramaturga parte de los métodos del neurólogo francés Charcot para presentar una obra que denuncia el encierro que sufren "quienes se desvían de lo que la sociedad impone"

De izquierda a derecha, Alberto Velasco, María Pizarro, Pepa Zaragoza y Nieves Soria; un elenco que completan Alda Lozano y Vidal (Músico)
De izquierda a derecha, Alberto Velasco, María Pizarro, Pepa Zaragoza y Nieves Soria; un elenco que completan Alda Lozano y Vidal (Músico)Luz Soria

Hoy puede sonar «estúpido», como señala Alfredo Sanzol, sin embargo, no siempre fue así. Lo femenino y la locura han ido de la mano por decreto durante mucho tiempo. «Si eras una mujer [y cumplías ciertos rasgos], eras una loca, y si eras un hombre, un afeminado»]], continúa el director del Centro Dramático Nacional. Mientras la ira o la violencia eran rasgos de masculinidad: cuanto más bruto, más macho; el sentimentalismo o la melancolía eran signos de enajenación: cosas de mujeres... ¿La histeria? Un tic femenino desde los tiempos de Hipócrates. Una enfermedad que, según dijeron, se curaba con un consolador. Y fue a partir de la histeria sobre lo que Jean-Martin Charcot sentaría algunas de las bases de sus trabajos de neurología. Entre los hitos de este médico parisino está el de hacer un importante hallazgo en pleno siglo XIX: comprender que las había histéricas (ovarianas), por supuesto, pero también histéricos (testiculares). Un avance.

Entre sus métodos, Charcot institucionalizó el teatro como terapia en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière. «Montaba espectáculos con las enfermas a las que retrataba como Ofelia o Lady Macbeth», explica Lola Blasco (Alicante, 1983), encargada del montaje que ocupa la Sala Princesa del María Guerrero, El teatro de las locas. El francés hizo que sus pacientes se convirtieran en actrices compitiendo por su atención con gestos cada vez más histriónicos en busca de su perfecto «tableau vivant», o como él mismo lo llamó «su museo vivo».

Desnudos para burgueses

Sirve la anécdota del neurólogo para que la directora y dramaturga denuncie hoy la locura y el encierro que sufren «quienes se desvían de lo que la sociedad impone. Se han hecho barbaridades, aunque no entro en temas científicos que no me corresponden». «Nunca hago una obra que no tenga que ver con el presente», apunta de esta comedia ácida «que habla de la locura, sí, pero también del voyerismo, del sadismo y de la crueldad con la que se ha tratado a aquellos que se han salido de lo que la norma impone».

Pero volviendo a esos «shows» para burgueses, «era una época en la que los hospitales se utilizaban como cárceles», recuerda Blasco (Premio Nacional de Literatura Dramática 2016). Durante el confinamiento de la covid se le pidió a la dramaturga una pieza y ella, empujada por «un encierro propio en un hospital», se puso a investigar sobre asilamientos. Así llegó a Charcot y a una «época muy puritana» en la que aprovechaban estas ocasiones «para ver desnudos», dice en referencia a la actualidad, igualmente «puritana y con mucha censura».

"Yo podría ser una de esas personas encerradas en un hospital de no estar en esta época"

Lola Blasco

Sin entrar en debates sobre la pertinencia de la histeria –«no soy médico, ni psiquiatra, ni psicóloga»–, la autora se ha centrado en esos quehaceres teatrales. «Lees sus apuntes y son espeluznantes». El doctor hacía espectáculo de la tortura: «Hay algunos sujetos que no son manejables», escribía sobre punciones en embarazadas que se revolvían ante las pruebas. «La única forma que tenían de salir del hospital/cárcel era participar en las representaciones, sino eran incurables, enfermas crónicas, y quedarían excluidas de la sociedad».

Con el contexto bien presente, Lola Blasco advierte de que «esto no es una obra histórica ni documental. Es teatro». Sus desempeños como docente en la universidad le han llevado a observar los «traumas» que arrastramos, «sobre todo los jóvenes», desde la pandemia. También ella: «No sabía si podría salir y si podría despedirme de las personas que quiero. Por suerte estoy aquí». Solo así pudo entender qué pasó por la cabeza de aquellas y aquellos que encerraban por capricho. «Estarían mejor con sus familias», se decía en alguna de las cartas del manicomio de Leganés que nunca llegaron a su destino y en las que también ha buceado la directora alicantina. «Yo podría ser una de esas personas encerradas en un hospital de no estar en esta época. Todos tenemos un momento de desequilibrio mental. Hay veces que el psicólogo te pone una etiqueta y luego no saber qué hacer con ella. ¿Quién no ha tenido un momento de depresión? Somos frágiles, humanos. Es verdad que hay gente joven con problemas, pero eso no quiere decir que haya que medicalizarlos de primeras».

El teatro de las locas es un muestrario de esas personalidades «culpables» (la de Juana de Arco, por ejemplo) en las que Blasco deja ver trazas de Alguien voló sobre el nido del cuco o del Marat/Sade de Weiss, y donde pasa la responsabilidad escénica a Pepa Zaragoza, Alberto Velasco María Pizarro, Nieves Soria, Alda Lozano y Vidal (Músico). Más los Luis Crespo (escenografía), Juanjo Llorens (iluminación), Pier Paolo Álvaro (vestuario) y María Cabeza de Vaca (movimiento).

  • Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el 31 de marzo. Cuánto: de 16 a 25 €.