Doblete lorquiano

Lorca no se acaba: de una Bernarda fiel a una Yerma con premio

El repertorio del poeta regresa una vez más a Madrid con dos montajes de los llamados "importantes": uno, a cargo de Alfredo Sanzol; el otro, bajo la firma de María Goiricelaya

Ana Wagener, en el centro, recibió la llamada de Alfredo Sanzol para interpretar a Bernarda
Ana Wagener, en el centro, recibió la llamada de Alfredo Sanzol para interpretar a BernardaBSP

La presencia de Lorca en la cartelería de los teatros no es ninguna novedad. Pocos nombres habrá por estas tierras que se programen más que el suyo. «Muy bien. Es el mejor», dicen unos: «Hay que valorar nuestro patrimonio y no dejar que se pierda»; frente a otros que se muestran «saturados» del universo del poeta de Fuente Vaqueros y que, sin dejar de reconocer su peso, reclaman abrir el abanico del repertorio nacional, que lo hay. Pero, seas del bando que seas, el hecho es que Lorca siempre vuelve con sus «greatest hits». En esta ocasión, Madrid vive en la misma semana dos montajes de los llamados «importantes»: La casa de Bernarda Alba, que llega al María Guerrero como una de las principales apuestas de la temporada para Alfredo Sanzol, director de la pieza y del Centro Dramático Nacional; y la Yerma de La Dramática Errante, que tras visitar La Abadía con Altsasu se traslada a los bajos de Colón para ocupar durante tres fines de semana la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez con esta pieza. Si bien la primera es un estreno absoluto, la segunda se presenta en la capital con el aval de la gira y, por supuesto, de ese Premio Max que logró hace un año en el Gran Teatro Falla, Cádiz, como mejor adaptación.

Sin embargo, son dos funciones que, pese al denominador común de su autor, han tomado caminos distintos: la fidelidad de Sanzol al texto original –«apenas he cambiado tres frases contadas», defiende– contrasta con la versión de María Goiricelaya (directora de La Dramática Errante junto a Ane Pikaza), encargada de «estrechar», dice, una trama en la que ha situado los personajes dentro del núcleo familiar. María sigue siendo María, pero ahora es la hermana; y la Vieja pasa a ser la madre. La directora y adaptadora explica que la presión del contexto social que plasmó Lorca no se ha perdido: «La hermana ejerce esa misma fuerza. Yerma se siente condicionada al ver que el entorno más cercano empieza a tener retoños» y ella no. «¿Qué sucede cuando alguien que quieres mucho consigue eso que tú también quieres [y no logras]?», se pregunta Goiricelaya apoyada en un texto en el que Pikaza, convertida en Yerma, entona que le «da rabia no sentirme feliz cuando mi hermana y amigas se quedan embarazadas».

«Luego está el tema de las redes sociales», apunta la directora de un montaje que permanecerá en el Fernán hasta el 25 de febrero: «Ella es artista y parte de su duelo consiste en dibujar al bebé que no tuvo. Es entonces cuando las redes se le echan encima; o cuando las amigas con las que se iba de copas y a bailar dejan de hacerlo porque están maternando. La presión social del entorno rural se traslada a una realidad del presente».

Ane Pikaza y Aitor Borobia son la pareja protagonista de esta "Yerma" actualizada
Ane Pikaza y Aitor Borobia son la pareja protagonista de esta "Yerma" actualizadaDiego Mayor Huesca

Son algunos de los argumentos con los que La Dramática Errante justifica las «variaciones» de su versión, donde el final tampoco es el mismo: «No porque no lleguemos al punto trágico álgido, sino porque es otra perspectiva». La nueva Yerma «toca la infertilidad secundaria», comentan sobre una protagonista que «siendo más joven se quedó embarazada, pero tomó la decisión de abortar porque era lo mejor para ella en aquel momento».

Yerma ahora es «una reputada artista bilbaína», presentan; y su marido, un exitoso hombre de negocios; su hermana, una mujer atropellada por la vida; su madre esa persona que nunca la abrazó; y su ex alguien con quien ser madre fue una posibilidad. «La pareja aparentemente lo tiene todo: profesiones que les gustan, círculos de amistad envidiables, una vida prometedora, pero la naturaleza se impone. Y ese deseo que no se va a cumplir es algo que va a ir arrasando con todo», resume Goiricelaya.

Las creadoras reflexionan sobre si es «un sacrilegio» plantear una Yerma sin una palabra de Lorca, «aunque con toda la esencia y los cuadros que el maestro propuso», añade la dramaturga al tiempo que defiende la pieza: «Contiene las palabras de todas aquellas mujeres que hoy se enfrentan a la imposibilidad de tener descendencia. Porque son muchas, aunque nadie hable de ellas. Igual que están silenciadas las mujeres en procesos de fertilidad. Por todo ello es maravilloso traer a este Lorca al presente. La maternidad no es un derecho, sino un deseo».

Desde La Dramática Errante señalan que «Yerma aborda varios temas que merecen ser revisados y que ubicados hoy en día multiplican el espectro de problemáticas que planteaba Lorca en su Yerma original. “La fertilidad de la mujer comienza a descender a los 35 años, y cae en picado a partir de los 38, incluso mes a mes”. Aparece así una división entre la conocida como edad reproductiva biológica [de 20 y 30 años] y la llamada edad reproductiva social [de los 30 a los 40]. En una época en la que las clínicas de fertilidad se multiplican sin duda hay un problema de fondo que nos lleva de vuelta al Lorca original», apuntan de un espectáculo que en Madrid se representará a tres bandas, «como fue ideado».

Sueño de la infancia

Muy diferente en la forma es La Bernarda de Sanzol. Abandona la indudable actualidad de «las dramáticas» y apuesta por un espacio escénico es mucho más neutro, podría ser 1936 o 2024. La silueta blanca de una casa sirve para albergar en ella toda la acción. El director se ciñe al «realismo» que apuntaba Lorca y cumple así un sueño de infancia, de cuando con catorce años su madre le regaló las Obras completas del poeta; ahora, del 9 de febrero al 31 de marzo levantará uno de esos cuentos. Pero si aquello fue la semilla, la chispa que desencadenó el proyecto fue «una conversación de una señora de 83 años con un señor de 51 sobre sexualidad, principalmente, femenina y cómo la visión de la sexualidad está dentro de las estructuras sociales, políticas, educacionales y cómo condiciona la manera de vernos y de relacionarnos con los demás», recuerda Sanzol de la charla con su madre: «No hago nada que no tenga una dimensión social y personal, y esta vez le pedí a mi madre que leyera la obra porque quería comentarla con ella».

Así empezaba a andar una empresa que encontró en Ana Wagener a su primera intérprete, como Bernarda; luego, Ane Gabarain, La Poncia. Ellas fueron «los dos pilares» sobre los que está construido un reparto en el que destaca la presencia de Pilar López Arnaiz (20.000 especies de abejas, Ane), en el papel de Angustias: «No he hecho teatro desde que estudié hace 15 años». En total, quince actrices con las que Sanzol, asegura, se ha dado cuenta de «la importancia del cuerpo en toda la función»: «El tema central es el cuerpo de la mujer amenazado por un entorno que está fuera. Son los hombres que amenazan la integridad física de las mujeres». Es donde el director encuentra los motivos de Bernarda para proteger a sus hijas. «Pero la protección se convierte en algo desmesurado, autoritario, en una abominación. Lorca justifica la acción de Bernarda en una radiografía intensa de la estructura patriarcal».

Y con ello aparece el «mar de luto» que impone el personaje de Wagener, un lugar en el que los roles están bien definidos: «Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón», grita Bernarda en la escena del María Guerrero.