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Entrevista
Sergio Peris-Mencheta: "Goebbels era un hijo de puta genial, un maestro en lo suyo"
Vuelve (si es que alguna vez se fue) lento, pero seguro. Y lo hace por partida doble: estrena en Canal 'Blaubeeren', un álbum de fotos de los trabajadores de Auschwitz; y publica el cuaderno de bitácora de su lucha contra la leucemia

Sergio Peris-Mencheta ya no engulle la vida. La disfruta. El director y actor recibe a LA RAZÓN tras unos análisis y el hambre aprieta: “Lo siento, pero necesito desayunar”, dice armado con un mixto y un Nestea que va saboreando a poquitos. “Incluso aquí me deleito. No trago, bebo”. Comienza así una charla en la que desmenuza su próximo estreno teatral, 'Blaubeeren' (en la Sala Verde del Canal), pero también los últimos meses haciendo frente a la leucemia y a su posterior recuperación. Una vivencia que recoge en '730 días' (Planeta) y en la que da valor a las cosas sencillas: respirar hondo, beber agua, soñar, dormir...
−Es la misma enfermedad que se llevó a su abuelo y su padre.
−Así es. La maldición de los Luises...

−¿Fue por superstición por lo que se quitó Luis del DNI?
−No, era porque es un nombre que no soy yo. Me pareció un acto simbólico.
−¿Qué tal la sanidad en EE. UU.?
−Tuve la suerte de que el seguro de actores lo cubría todo porque si no hubiera sido imposible de pagar. El coste es el mismo que aquí, pero la diferencia es que allí te mandan lo que cuesta el tratamiento, algo que deberían hacer la sanidad pública española para que la gente valore lo que tenemos.
−“La enfermedad como espejo del tiempo”, reza el subtítulo. ¿Qué ve cuando se mira hoy al espejo?
−Ya no veo una mole [ha perdido “unos 25 kilos”, aproxima]. Antes no me miraba. No me gustaba. Me veía en películas o series y solo me llevaba disgustos. Ahora me gusta lo que veo. Supongo que hay una parte de compasión. Hemos rodado un documental, que está en montaje, y cuando veo esas imágenes me doy cuenta de que este Sergio es un héroe y no el que se subía al caballo y blandía la espada. Toda la vida haciendo héroes y ha venido en la vida real.
"Físicamente me siento otro: menos poderoso, menos macho alfa... y me la suda"
−¿Ha sufrido más por su gente que por usted mismo?
−Por mis hijos, Marta [su pareja] y mi gente he sufrido mucho, pero no sé valorarlo. También he sufrido mucho por mi teatro. Cuando el año pasado se plantea la opción de cancelar '14.4' dije que si me tenía que pillar la de la parca, que lo hiciera jugando. Me he sentido como en 'Despertares', de Robert de Niro y Robin Williams, donde el paciente tiene una enfermedad en la que entiende lo que le dicen, pero que no puede reaccionar. De repente, Robin Williams consigue un antídoto para que se despierte. La putada es que funciona un breve lapso. Así me sentía: yendo y viniendo; y ahí, mi píldora eran los ensayos online. Volvía a ser yo. Estaba a tope y cuando terminaba volvía a la enfermedad.
−¿Adrenalina?
−Supongo que sí, que sube al conectar con tu pasión. No podía leer ni ver series. Solo me sucedía cuando ensayaba teatro o hacíamos algo del documental, que me ha servido para ponerme como director con Marta [Solaz] y ver desde fuera todas las barbaridades que me decían los médicos sobre los efectos secundarios. Pensaba que eso era bueno por lo divulgativo del proceso. Me ayudó a estar fuera de mí un rato y no ser el “pobrecito”.
−¿Lloró al volver a pisar una sala de ensayo?
−La lágrima se me cayó cuando vi al elenco y cuando todo cogió forma. Mi mérito es ser buen director de casting. He sabido rodearme muy bien. Ver a mi alrededor a amigos y familia me ha hecho ver que valgo la pena. La enfermedad me ha iluminado: era un gran juez de mí mismo, me infravaloraba, me sentía un impostor. Pasaba por encima de las críticas positivas y solo daba la razón a las negativas.

−¿Ahora valora más su propio teatro?
−Al ver las orejas al lobo me he dado cuenta de que infravaloré todo lo que había hecho. Pagaría por volver a montar 'La cocina'. La putada es que el mercado no puede absorber más de un montaje mío por temporada.
−Alguna vez ha dicho que los 9-30 euros de la entrada no son el precio real de sus espectáculos.
−Y el que opine lo contrario debería hacer teatro para saberlo; o viajar un poco. Es un artículo de lujo. Un musical habitualmente se sostiene con el precio de la entrada [en la Gran Vía de 60 a 100 euros]. Yo hago musicales a mí manera, que no son franquicias y se cobran 20 euros.
−Al final hay que poner el precio real, como en la "factura" del médico.
−[Risas] En el programa de mano debería poner lo que cuesta de verdad.
"La putada es que el mercado no puede asumir más de un montaje mío por temporada"
−'Blaubeeren' tiene mucho de 'La zona de interés', ¿no?
−Son complementarias. La película se centra en la casa de Hoss y nosotros abrimos el zoom a Auschwitz al completo. Las dos hablan de la banalidad del mal. Aquí tenemos un álbum de fotos reales y propongo al espectador que las complete: imaginar quién hizo las fotos, quién estaba al lado y no salió, quién podría haber estado y quién sobraba, qué pasó antes...
−Todo eso lo “hace” ahora la IA.
−Se podría hacer, pero no hay nada como la imaginación del público.
−Para historia, igual que fantasea en el libro, la de esos “acompañantes” de órganos, como ese “alguien”, señala, que embarcó en un avión con el 10% de la médula ósea de su hermano en un maletín.
−Ahí hay una película. Cuando hay un vuelo que no sale no pensamos en la cantidad de cosas que se pierden. Hay gente que muere de manera indirecta. En ese momento mi vida dependía de una persona que no conozco ni nunca conoceré.
"Cuando el año pasado se plantea la opción de cancelar '14.4' dije que si me tenía que pillar la de la parca, que lo hiciera jugando"
−¿Viajaría en vuelo regular?
−Ni idea. Me quedo con el interés de saber más. ¿En qué tipo de maleta lo lleva? ¿Pasa los controles? ¿Viaja con pasajeros normales?
−“Este libro es un viaje en un barco pirata [como el nombre de su compañía], sin brújula, a través de la tormenta”: ¿es la de Juan Mayoral una de las descripciones más acertadas de este cuaderno de bitácora?
−Lo relaciona todo. Esto es como una tormenta en la que no termina de llegar la calma. Tarda en llegar. Todo va muy despacio y me viene muy bien que todo vaya así por una vez en la vida. He aprendido a levantarme con tiempo, a no ir corriendo. Más que nada, porque si intento correr me caigo.

−¿Cómo es la vida a cámara lenta?
−Es como habitar otro cuerpo. Físicamente me siento otro: menos poderoso, menos macho alfa y me la suda. Es un viaje en el que cada dos semanas aparece algo nuevo y lo anterior desaparece. Ya no te duele esto y aparecen nuevas nauseas o dolores. Hay tantas posibilidades como órganos. Es un viaje que ha transformado mi manera de mirar la muerte.
−¿Le ha obsesionado estos meses?
−Menos que antes. No nos ensañan la asignatura de aprender a vivir. Hasta que no comprendamos que vamos a desaparecer no vamos a ser felices. He visto la luz, me he quitado importancia. Me moriré como todos mis antepasados.
"Tengo amigos que votan a Vox con los que no hablo de política"
−Volviendo al teatro, ¿somos cómplices de una supuesta banalidad del mal actual?
−Depende del que quiera mirar para otro lado. Hablar de esto es mi manera de militar. Yo no voy a salir al Congreso a decir nada. La piel hoy es muy fina y todo el mundo se te enfada. A mí me han dicho de todo por este montaje. Las redes han potenciado el gueto ideológico y escuchar solo lo que quieres. Yo tengo amigos que votan a Vox con los que no hablo de política. Defienden cosas que me parecen demenciales; igual que tengo amigos judíos que justifican a Netanyahu. Es muy fácil hablar desde fuera, y en España echamos a todos los judíos. Cuando vives en EE. UU. te relacionas con mucha gente judía y considero una paletada decir que ser judío es igual a defender las políticas de un genocida, de un asesino en masa, como Netanyahu. 'Balubeeren' habla de un episodio paradigmático de la historia en el que sucedió un genocidio que se descubrió pasado el tiempo. Ahora estamos ante un genocidio radiado en tiempo real y vemos con estupor cómo muchos políticos miran para otro lado o justifican lo injustificable. Ni se puede seguir matando a niños ni Hamas es lo mismo que Palestina. Decir eso es no haber leído absolutamente nada. Hay una ceguera colectiva que es para hacerte la vida más fácil. Estamos atocinados.
−Parece que en política, y en la vida, siempre se vuelve a los principios de propaganda del nazismo.
−Goebbels era un hijo de puta genial, era un maestro en lo suyo. Detrás de todo está la necesidad de pertenencia y de identificarse con una religión, una bandera o una cultura. En una obra como esta muestro que seguimos tropezando con la misma piedra.
−¿Teme al mundo que viene?
−Me niego a repetir los preceptos de mi padre cuando decía que “el mundo que estamos dejando es una mierda”. Aunque sienta que es así, creo que cada uno es hijo de su tiempo y debemos lidiar con ello. Por mucho que la balanza se vuelque siempre se tiende al equilibrio. Aparece Trump y hay un despertar en la sociedad que provoca que la gente se mueva.
- Dónde: Teatros del Canal (Sala Verde), Madrid. Cuándo: hasta el 29 de junio. Cuánto: desde 9 euros.
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