Sección patrocinada por sección patrocinada

teatro

Tiago Rodrigues, dos madres coraje y el Real Madrid del teatro

El creador portugués, siempre combativo en lo político, presenta en España la Hécuba que estrenó en el Festival de Aviñón; una historia que mezcla el mito clásico de Eurípides con los abusos del siglo XXI

Noticias de última hora en La Razón
Última hora La RazónLa RazónLa Razón

Tiago Rodrigues presume de llegar al Canal con los mejores, "con un equipo de alta competición, los de la Comédie-Française, con el Real Madrid del teatro", puntualiza el dramaturgo y director. "Siendo de Portugal, con Figo, mi ídolo de la infancia, y con Cristiano Ronaldo, no puedo ser de otro...", sonríe un hombre que, en contraposición a ese poderío del club blanco, se siente cómodo en la austeridad de los escenarios: "Quizá el teatro sea el hermano pobre. Es como la agricultura ecológica o un mercado de barrio. No somos un gran supermercado y eso nos hace más libres que otras formas de expresión artística o de comunicación". 

Así regresa el autor a España; esta vez, con 'Hécube, pas Hécube', la pieza que montó en la Cantera de Boulbon durante el Festival de Aviñón –del que también es director– y que le ha supuesto su primera colaboración con la citada Comédie. Sin embargo, las dimensiones de aquel estreno son imposibles de reproducir en la Sala Roja de los Teatros del Canal. "Se pierde la experiencia inolvidable del cielo abierto y de estar en mitad de la naturaleza, pero se gana en intimidad. Se puede ver la sutileza de estos actores", explica de un montaje concebido como "bilingüe", dice, "para estar al aire libre y en la sala de teatro". Sin renuncias. "Solo es una traducción".

De ese último Aviñón todavía se recuerda la postura tomada por el festival ante la "amenaza", señala, del partido de Marine Le Pen en las elecciones que se celebraron el 30 de junio y el 7 de julio. "Viendo que el resultado de la primera vuelta prometía la victoria de la ultraderecha en Francia preferimos tomar el riesgo de actuar en conciencia con los valores que fundaron esta muestra con la ayuda de la Resistencia antifascista. Es un festival progresista, humanista, ecologista, feminista, antirracista y todo lo contrario a lo que defiende la ultraderecha. Nuestra posición fue una muestra de vulnerabilidad, pero también de fuerza", justifica.

Sabe Rodrigues que aquella ocupación del Palacio de los Papas "no fue el factor determinante", asiente, "pero Le Pen perdió claramente en todo el país, y en Aviñón, también", celebra un autor al que Giorgia Meloni intentó censurar antes de ser primera ministra de Italia.

Independientemente del resultado en las urnas, el autor portugués era consciente de la que sería su reacción: "No iba a dimitir". Y del mismo modo, "tampoco iba a colaborar" con un gobierno de ese color. "Después surgiría un problema que habría que vivir, porque yo, por supuesto, respeto la legitimidad de las elecciones y no voy a organizar un golpe de Estado, pero en mis valores está el no trabajar con la ultraderecha". Y zanja con ironía: "Y si soy criticado violentamente, pues otra medallita al lado de las otras...".

Sin antídoto

Rodrigues asegura no tener el "antídoto" contra las ideas de Le Pen y compañía, ni tampoco cree que exista "una cura total" para ello. De hecho, "de saberlo, estaría en política y lo daría gratis de inmediato". Para él, la "vulnerabilidad" de la democracia es, en parte, responsable de esas "amenazas" al sistema, pero también de la "posibilidad de confrontación de pareceres y de diversidad de visiones del mundo". "Es un tesoro, una fuente de riqueza intelectual, emocional, política y social. Somos seres con contradicciones y debemos aceptar la complejidad del mundo. Es más interesante así que si lo simplificáramos".

Y en ese universo heterogéneo aparece su 'Hécube, pas Hécube', donde se mezclan las historias de dos madres coraje: "A mí", afirma el director portugués, "una madre que exige justicia es un colectivo que me representa más que cualquier ministro que intenta ocultar un escándalo".

A partir de esas dos figuras, Tiago Rodrigues entrelaza las cuestiones atemporales de una mujer troyana, como Hécuba, con los de una intérprete y madre actual. Ambas, atrapadas en tormentos similares. Hace 25 siglos, Hécuba lo perdió todo en la derrota de Troya: su marido, su trono, su libertad y muchos de sus hijos; y en 2022, estallaba en Suiza (donde por entonces se encontraba trabajando el director) un caso de maltrato de niños autistas: "Descubrí que una de mis actrices era madre de uno de esos chicos y me quedé impresionado. Todos los días ensayaba una pieza que hablaba de sufrimiento mientras atravesaba su tragedia personal. Sufrimiento en la vida cotidiana y representación de sufrimiento sobre el escenario".

Se cumple así la máxima de Rodrigues de que no escribe obras para el teatro, sino para los actores que dan vida a los personajes, y en Teatros del Canal (3, 4 y 5 de enero) se verá cómo una actriz ensaya la 'Hécuba' de Eurípides, la viuda de Príamo. "Es una mujer que, tras aceptar las pérdidas de su esposo y de sus hijos, exige justicia por la inaceptable muerte de su hija. Es como una Convención de Ginebra pero 25 años antes", resume.

Es ahí donde «la tragedia ficticia se mezcla dolorosamente con la realidad íntima de la artista, cuyo hijo autista ha sido víctima de abuso, situación que denuncia y por la que protesta». Y tras ello, «el período de ensayos de la obra se superpone ambiguamente con el de una investigación judicial», presenta el programa de mano sobre dos mundos en contacto y en los que tragedia y realidad se dan la mano en una función metateatral.

"Cuando la Comédie me invitó me surgió la idea de que, por rabia, estas madres tienen un superpoder. Hécuba puede ser cualquier argentina de la Plaza de Mayo, o una chilena, o una griega que exige justicia. Es la idea de una madre que, ante una injusticia, va a luchar hasta el final sin mirar las consecuencias. Es una temática universal. Da igual que sea la sociedad suiza, que la portuguesa, que la española, hay una democracia relativa. La mayoría de personas accede a derechos y productos esenciales, pero todavía somos negligentes de una manera flagrante hacia los vulnerables", desarrolla Rodrigues de una pieza que habla "de justicia, pero también de los valores éticos".

Muchos de esos principios ya los mostró el dramaturgo en la pieza que trajo a Madrid hace dos años, 'Dans la mesure de l’impossible', donde quitaba romanticismo a la labor humanitaria y en la que ya hablaba de esa "fatiga por empatía" que lleva a desconectar del sufrimiento cuando se está en contacto con él demasiado tiempo: "En las sociedades europeas tenemos mucha representación de la violencia y, a veces, es difícil guardar la capacidad de movilizarse. Existe un pensamiento crítico que todavía puede proteger a la gente, aunque en ocasiones nos frustremos. La justicia se hace con política, pero la justicia social se hace con multitud de gestos que no son siempre sexis –continúa–. Son cosas sencillas, como involucrarte en la vida de tu barrio, hablar con los vecinos, participar en alguna agrupación de la sociedad civil... No quedarse en el lugar del individuo que consume y produce opiniones pero que no se activa en la sociedad. Muchas veces estamos demasiado tranquilos por haber publicado dos frases en redes diciendo que estamos contra algo en lugar de hacer".

Sostiene Rodrigues que "el potencial de nuestras sociedades" está en "trabajar para ir a mejor", pues "pueden empeorar muy rápidamente y luego se necesita mucho tiempo para mejorarlas".

LA HERENCIA DE SU PADRE: UN CUADERNO 

El director acaba de pasar las Navida​des en casa, en Lisboa, pero solo por unos días. El trabajo le lleva de nuevo más allá de los Pirineo. Primero, a Gante (Bélgica), donde presentará 'No hay yogur para los muertos' en el NTGent. "Una pieza en la que recupero los últimos días de mi padre en el hospital. Él ya sabía que era su último ingreso y comenzó a escribir en un cuaderno un reportaje sobre morir en el hospital", explica un Rodrigues que recupera esas notas que sobre el escenario se transforman en "una especie de pesadilla", apunta. "El final de la vida puede ser muy triste, y al mismo tiempo, un momento de mucha riqueza y fantasía".

​Tras su estancia en Bélgica, el portugués regresa a la que ahora mismo es su otra casa, a Aviñón, para continuar preparando la edición del 2025, en la que el árabe será la lengua invitada (el español lo fue el pasado verano): "Lo elegimos por su riqueza patrimonial y contemporánea, pero hay una dimensión política que acompaña esta elección". Así se refiere el director al segundo idioma más hablado de Francia y el quinto en el mundo. Por todo ello, afirma que "no hay que justificar esta elección. Es una declaración artística y cultural", zanja de una cita que volverá a abrir una mujer, Marlene Monteiro Freitas, en el Palacio de los Papas. 

El ejemplo lo encuentra el director en su propia labor en Aviñón. Es conocedor de que su posicionamiento del verano pasado, en plenas elecciones, trae consecuencias. "Crea un contexto diferente", explica sobre una situación nueva para nuestro país vecino: "Estamos en mitad de una incertidumbre política muy importante y el contexto económico está produciendo la disminución de presupuestos en muchas regiones. Seguramente, el festival no será inmune. Sé que para un español o un portugués es habitual, pero en Francia es algo inédito y nos batiremos contra eso. En Aviñón será debate y habrá movilizaciones contra la rebaja de dinero para la cultura, que ha sido una de las banderas del país desde hace décadas y uno de los símbolos de esta democracia".

Y es que el compromiso del dramaturgo luso con los escenarios es indudable a pesar de que, como él mismo defiende, "el teatro no es política". No obstante, "sí tiene un poder sobre la realidad. Puede ser una antesala que te lleve a la política, pero no deja de ser una forma de arte, de experiencia humana; y puede cambiarte humana y políticamente, ofrecer consuelo, reparación, justicia poética, cuestionarte...", enumera.

Por todo ello, Rodrigues, asegura, dejará de hacer teatro "el día que no pueda cambiar a la gente": "¿Y a la sociedad entera? Si la política no lo consigue, tampoco lo vamos a hacer nosotros. Pero sí tengo claro que se vive mejor con teatro que sin él; permite hablar de otra manera de cosas que la opinión pública o el periodismo no puede. Uno de los poderes de los escenarios es hablar del mundo de una manera muy personal".

  • Dónde: Teatros del Canal (Sala Roja), Madrid. Cuándo: 3, 4 y 5 de enero. Cuánto: desde 9 euros.