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Objetos universales

El teléfono móvil, anatomía de una dependencia contemporánea

Desde la llamada de Martin Cooper en 1973 hasta los smartphones actuales, el teléfono móvil ha pasado de ser un experimento técnico a un objeto universal. En él se condensan comunicación, memoria y poder, articulando nuestra relación con el tiempo y con los otros

Imagen de archivo de una persona usando su teléfono móvil Europa press

Cuando perdemos o nos dejamos por cualquier casual el teléfono móvil en casa al salir deprisa, cambiar el bolso o de mochila una preocupación se ciñe sobre el propietario, una sensación de vacío inmediato, como si una parte de sí hubiera quedado atrás. La ausencia del dispositivo produce una inquietud que no se explica solo por la pérdida funcional de un medio de comunicación, sino por la interrupción de un vínculo simbiótico entre cuerpo, memoria y tecnología. El teléfono móvil almacena mensajes, imágenes, itinerarios y claves que constituyen la trama práctica y afectiva de la vida cotidiana. ¿Cómo un objeto tan pequeño ha cambiado tanto nuestras vidas? El teléfono móvil, heredero directo del telégrafo del siglo XIX y del teléfono fijo inventado por Alexander Graham Bell en 1876, se desarrolló a partir de las primeras radios portátiles y sistemas de telefonía en vehículos creados por Motorola y AT&T entre las décadas de 1920 y 1940, utilizados sobre todo por cuerpos policiales y militares. En 1946 se efectuó en Estados Unidos la primera llamada desde un coche, pero la capacidad de las redes analógicas era mínima.

El verdadero punto de origen del móvil moderno fue la llamada realizada en 1973 por Martin Cooper, ingeniero de Motorola, desde el prototipo DynaTAC 8000X, que se comercializó en 1983 con un peso de casi un kilo y una autonomía de treinta minutos. La digitalización de la señal en los años noventa (2G) permitió el envío de mensajes SMS, mientras que las redes 3G en los años dos mil integraron cámaras y acceso a Internet. Desde 2007, con el lanzamiento del iPhone, el teléfono móvil se transformó en smartphone: un artefacto universal que fusiona comunicación, memoria y control en una sola interfaz portátil. Su estructura combina componentes minerales (litio, cobalto, oro, tántalo, tierras raras) con circuitos de alta densidad tecnológica, pantallas táctiles OLED o AMOLED, procesadores ARM y redes 5G, que permiten la transmisión instantánea de datos y el acceso continuo a Internet. Este conjunto lo convierte en un objeto universal de la era contemporánea: simultáneamente herramienta, archivo y prótesis identitaria.

Cuando hay una discusión sobre una fecha, un buscador resuelve el problema; si no recordamos una cita, el móvil nos salva de la confusión y si no sabemos cómo llegar a un lugar, está Google Maps para trazar la mejor ruta. El teléfono móvil puede considerarse un artefacto total, en el sentido maussiano: una materialidad que articula simultáneamente dimensiones técnicas, sociales y simbólicas. Constituye el equivalente contemporáneo de los utensilios primordiales que acompañaron la evolución humana —la herramienta, el recipiente, el arma, el signo—, pero integrados en una interfaz única y portátil. Los jóvenes no entienden cómo sus padres podían vivir sin teléfono móvil haciendo sentir estas preguntas a muchas generaciones como habitantes de Parque Jurásico.

Diversas películas han contribuido a consolidar la presencia del teléfono móvil como objeto icónico en la cultura popular. El DynaTAC 8000X de Motorola era un símbolo de tecnología y de prestigio social y así apareció en el celuloide, concretamente en Wall Street (1987) donde era utilizado por el ejecutivo representado por Michel Douglas, y años más tarde en American Psycho' (2000).En Matrix (1999), el Nokia 8110, con su característico diseño deslizante, se convirtió en símbolo de futurismo tecnológico y fue relanzado por la marca en 2018 como homenaje. En El Caballero oscuro (2008), el Nokia 5800, uno de los primeros modelos táctiles de la compañía, aparece como emblema de modernidad y control tecnológico en la narrativa de Batman. Por su parte, en Celular (2004), el protagonista interpretado por Chris Evans utiliza un Nokia 6600, teléfono que adquiere protagonismo como herramienta de supervivencia y comunicación, demostrando el papel central del dispositivo móvil en la trama cinematográfica y en la representación contemporánea de la conectividad humana.

El teléfono móvil nos da poder y nos lo quita al mismo tiempo. Nos ofrece acceso inmediato al conocimiento, la posibilidad de comunicarnos desde cualquier lugar y la ilusión de control sobre el mundo. Es una herramienta de autonomía y de presencia: permite trabajar, amar, recordar, orientarse y hasta crear identidades paralelas a través de las redes sociales. Pero en esa misma operación nos desposee de parte de la experiencia directa, de la espera, del silencio y del olvido. Nos mantiene visibles, pero también vigilados; nos conecta, pero nos aísla dentro de un bucle de atención fragmentada. Con el móvil llevamos en el bolsillo una biblioteca, un mapa y un espejo, pero también una jaula luminosa. Es, quizá, el objeto más humano de nuestra época porque refleja exactamente nuestra contradicción: el deseo de libertad sostenido por una red de dependencias invisibles.