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Roca Rey, sobrenatural incendia Bilbao

Con tres orejas no sale por la Puerta Grande, se va a la enfermería; Victoriano del Río lidia una importante corrida
Javier ZorrillaEFE

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En las antípodas de lo que habíamos visto hasta entonces, y de lo que vemos muchas tardes, estaba ese Roca Rey justo cuando cogió la muleta con el sobrero tercero. El animal era todo incertidumbre en su movilidad. El torero no tuvo ni una duda. Roca no se detuvo, no se afligió, pero sí nos destrozó por dentro y de qué manera. Esto era Bilbao, con el toro imponente de esta plaza y con una corrida de Victoriano del Río que tuvo todo que torear. Palabras mayores. A sangre y fuego fue su tarde.
Roca creó un abismo entre él y el resto. Es una bestia capaz de lo imposible, atraviesa fuegos aun sabiendo que las brasas le van a atrapar. No es uno más y después de haber hecho su propia travesía no tiene madera de pelotón ni pretende quedarse anclado a las excusas. Cruza las líneas divisorias para llegar a las entrañas de la afición, al corazón, al pleno incendio, para estar ahí arriba. Fueron por estatuarios los comienzos de la primera faena. Tragó tres mundos de valentía a ese toro tan encastado como incierto y desafiados todos los rincones del miedo quiso conquistar el paraíso, ya no hacía falta, pero quería más, con esas manoletinas que le salieron tan caras con una cogida fea. Se nos agotó el oxígeno mientras era zarandeado y los pitones se perdían por el cuerpo.
Maltrecho volvió por el mismo palo y una sola verdad. Se volcó con la espada. Se le pidieron dos. El presidente se puso estrecho. Se fue a la enfermería y ya en el sexto, cuando volvió a ser su turno, el festejo se paró un poco a la espera. Se caía la plaza cuando volvió a escena. Claramente no en plenitud de facultades. A Roca le podía partir el cuerpo, pero el valor lo tenía impoluto. De rodillas en el centro le dio una pase cambiado por la espalda. La emoción y el pánico se daban la mano. Todo pendía de un hilo. Se jugó la vida hasta casi matarnos. Al toreo se llega por muchos caminos, por este también. El toro, iba y venía, dejándose, pero con menos virtudes y exigencias que el resto de corrida. La entrega de Roca fue ilimitada, de barra libre, la belleza de algunos de sus muletazos también. La emoción a esas alturas era pandémica, algo excepcional. Se tiró a matar a vida o muerte, sin buscar salida, sin refugio. Si no lo mata, lo arrolla. Una barbaridad. Los dos pañuelos asomaron por presidencia a la vez. Triunfo rotundo que no pudo disfrutar al cambiar la Puerta Grande por enfermería.
Antes, Manzanares se dejó ir un toro de escándalo, el segundo, con el que no apostó en ningún momento. Encastado y exigente fue el quinto. Más intentos con similar resultado. El Juli se las había visto con un deslucido primero con el que cumplió y un cuarto, que acabó por ser un toro importante y de extrema duración en cuanto el madrileño lo consintió y lo metió en la faena. Importante corrida de Victoriano, de las que necesita la Fiesta. La bestia Roca puso la verdad en su sitio.
Ficha del festejo
Bilbao. Sexta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, va y viene con poco fondo; el 2º, extraordinario por bravo; el 3º, encastado e incierto; el 4º, encastado, exigente y agradecido, toro importante; el 5º, encastado y bueno; el 6º, manejable. Tres cuartos.
El Juli, de berenjena y oro, casi entera (saludos); dos pinchazos, dos descabellos, aviso (saludos).
Manzanares, de corinto y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos); estocada (saludos).
Roca Rey, de azul y oro, estocada (oreja); estocada (dos orejas).