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Feria de San Fermín

Este es el sorprendente motivo por el que se canta una jota antes del encierro del 7 de julio

Esta mañana, por primera vez en 28 años, la jotera pamplonesa Susana Nagore cedió su lugar a una joven alumna en uno de los momentos más singulares y emotivos de las fiestas de San Fermín

Este es el sorprendente motivo por el que se canta una jota antes del encierro del 7 de julio Navarra TV

Esta mañana, justo antes de que sonara el primer cohete del encierro, la cuesta de Santo Domingo vivió un momento tan singular como emocionante. Como cada 7 de julio desde hace 29 años, una jota rompió el silencio tras el primer cántico a San Fermín. Pero esta vez hubo relevo: Susana Nagore, la mujer que durante casi tres décadas entonó esa melodía a los corredores, deció el paso a su joven sucesora, Haizea Mayo.

La jota, nacida de una apuesta, se ha convertido en uno de los rituales más íntimos y respetados del arranque sanferminero. En 1995, un amigo retó a Susana con un clásico "a que no tienes narices de cantar una jota antes del encierro". A una navarra eso no se le dice dos veces. Embarazada de su hijo, habló con Javier Hermosilla —responsable entonces de coordinar los cánticos al santo— y, sin más, bajó a la cuesta. Ganó la apuesta y, sin saberlo, dio comienzo a una tradición que ha marcado a miles de corredores. Desde entonces, su voz se convirtió en parte del ritual matinal. “No sabe qué es emoción, quien no ha corrido el encierro”, cantaba año tras año, justo después del primer cántico. Con el tiempo, su presencia se volvió casi tan esperada como el mismo chupinazo.

Pero este año decidió que era el momento de dejarlo. “Hay que dar paso a otra generación”, explicó. La elegida fue Haizea Mayo, una jotera de 18 años que fue alumna suya en la Escuela de Jotas de Huarte. Con Susana muy cerca, Haizea se plantó frente a la hornacina del Santo, acompañada por el acordeón de Andoni Armendáriz y la guitarra de Urko Milagro. Un momento que fue despedida, homenaje y bienvenida al mismo tiempo.

Nerviosa pero decidida, había asumido el reto con una carga emocional muy personal. Su abuela, ya fallecida, era una gran seguidora del encierro y se emocionaba cada 7 de julio al oír la jota. Esta mañana, con la mirada fija en el Santo, cumplió el sueño de su amatxi y el legado de su maestra.

Esta mañana, con emoción contenida, los mozos la despidieron con aplausos, abrazos y respeto. Haizea recogió el testigo con firmeza, consciente del peso que tenía esa primera jota. La cuesta ya tiene nueva voz, pero el espíritu sigue intacto. Susana, desde un discreto segundo plano, seguirá presente cada año, viendo cómo su legado sigue creciendo en nuevas gargantas, con el mismo nervio, la misma emoción y la misma verdad que una mañana de julio de hace ya casi 30 años.