Obituario

Muere en un accidente de tráfico el ganadero Gerardo Labastida, referente del bravo mexicano

La comunidad taurina mexicana pierde a una de sus figuras más respetadas, heredero de una estirpe legendaria de criadores de bravo

Detalle del crespón negro que se han colocado esta tarde los diestros
Detalle del crespón negro que se han colocado esta tarde los diestroslarazon

Gerardo Labastida Aguirre, uno de los últimos representantes de una de las familias más arraigadas del campo bravo mexicano, ha fallecido en un accidente de tráfico cuando se dirigía a Guadalajara, México. El suceso ha dejado en shock al entorno taurino del país, no solo por la relevancia del personaje, sino porque ocurre apenas siete meses después de la trágica muerte de su esposa, Rocío Mexicano.

En marzo, Rocío perdió la vida tras ser herida por un semental en una finca cercano a Santa María del Río. Ahora, el destino vuelve a cebarse con una saga familiar marcada por su compromiso con la tauromaquia. La pareja compartía una vida vinculada al campo y a la crianza del toro bravo, desde una óptica tan profesional como personal.

Gerardo era heredero directo del legado fundado por su bisabuelo, Manuel Labastida Ygueravide, y consolidado por su padre Manuel Labastida y Peña al frente de la ganadería "Espíritu Santo". Junto a sus hermanos Pablo, ya fallecido, y Manuel, mantuvo viva una vacada que formó parte del paisaje fundamental de la Fiesta Brava en México.

A diferencia de otros nombres más mediáticos, Labastida no buscó los focos, pero su influencia en el campo fue decisiva. Su forma de criar, su obsesión por la pureza del encaste y su voz crítica dentro del gremio ganadero le granjearon un respeto transversal, desde los profesionales hasta los aficionados de a pie.

La noticia ha circulado con rapidez entre criadores, toreros, empresarios y aficionados, todos coincidiendo en un mismo diagnóstico: se va uno de los buenos, de los que sabían lo que había que hacer en el campo sin necesidad de decirlo. No habrá funeral mediático ni homenajes televisados, pero su ausencia resonará en cada cercado y en cada tentadero donde su palabra tenía peso.

Gerardo Labastida no solo deja vacíos los corrales de su finca, sino un hueco en la columna vertebral del toro bravo mexicano. Su nombre queda inscrito entre los que sostuvieron la Fiesta con trabajo silencioso y principios firmes. Hoy, más que un luto, se impone el respeto hacia una trayectoria construida a hierro y sangre de campo.

Client Challenge