
Entrevista
Serafín Marín: “Lo que más duele no es la cornada, es la impotencia”
El torero catalán ha recibido el alta tras la grave cogida sufrida en Las Ventas, su única corrida de la temporada. “Soñaba con salir diciendo: estoy puesto”

Por primera vez en toda la temporada, Serafín Marín se había enfundado el vestido de luces. Y lo hacía, además, en la plaza de toros de Madrid. La ilusión era grande, la preparación, también. Pero no duró ni tres lances. El primero de la tarde, un toro de Monteviejo, lo prendió con violencia y lo arrojó contra la arena de forma brutal. Antes de salir del Hospital Fraternidad Muprespa-Habana, en Madrid, donde acaba de recibir el alta, el torero catalán atiende a LA RAZÓN, dolorido, pero con voz firme y clara. “Lo que más me duele es la impotencia. Tanto luchar para esto”.
La cogida fue inmediata, sin apenas margen de maniobra. “Cuando llegó a mi altura, pensé que iba a pasar, pero giró la cabeza en el embroque y vino directo. Me cogió con una violencia y una saña fuera de lo normal. Antes de caer al suelo ya me había pegado la cornada”.
El parte médico fue rotundo: una herida por asta de 30 centímetros en el muslo derecho, con afectación muscular importante, pero sin alcanzar vasos sanguíneos vitales. “Ha sido una cornada muy grave, con rotura muscular, aunque limpia, porque no afectó arterias ni venas. Eso ha sido una suerte, porque pasó por todas, según me dijo el doctor Don Máximo (García Padrós). Pero no tocó ninguna”.
Además, el torero presenta un corte en la frente —fruto del golpe contra el suelo— y una herida leve en la nuca, también provocada por el pitón. “El golpe en la cabeza fue fortísimo. Me dolía muchísimo. Pero dentro de lo grave, la herida va evolucionando bien. No está inflamada y tiene buen color. Me administraron antibióticos por vía intravenosa”.
Una temporada resumida en tres lances
Más allá del dolor físico, lo que más pesa en el rostro de Serafín es el desencanto. Esta era su primera —y única— corrida de la temporada española. Y el escenario, Las Ventas. “Venía con la ilusión por las nubes. Llevaba todo el año preparándome para este día. Solo pensaba en hacer el paseíllo, dar una buena imagen, que Madrid dijera: este torero está puesto. Mi objetivo era salir de ahí sabiendo que tendría una temporada al año siguiente”.
Pero el destino no lo permitió. “Me partió en décimas de segundo. Todo por lo que había peleado se me fue en el tercer capotazo. No pude ni disfrutarlo. Y duele mucho. Duele porque llevo luchando años, esperando una oportunidad como esta. Me bastaba con 20 muletazos para que Madrid me escuchara. No pedía más”.
La preparación, pese a las pocas fechas, había sido intensa.“Me he preparado como si fuera a torear 60 tardes. Porque sé lo que es eso, lo he vivido. Aunque ahora solo toree una, hay que estar preparado como si fueran 30 o 40. La exigencia es la misma. Y más si hablamos de Madrid, de Monteviejo, de septiembre...”.
A pesar de todo, Serafín no se rinde. “A veces ni yo me entiendo. Pero el que nace torero, se muere torero. Yo vivo por y para esto. No tengo otra cosa. Mientras me aguanten las piernas y el corazón, seguiré aquí”.
Instalado desde hace siete años en La Llosa, un pequeño pueblo entre Castellón y Valencia, donde vive cerca de su familia materna, Serafín asegura tener aún energía para seguir soñando. “Si mañana una empresa me llama y me dice: ‘¿Estás preparado?’, diré que sí. Como hasta ahora”.
Un dolor que se reaviva
Catalán, nacido en Montcada i Reixac, Serafín Marínha sufrido en primera persona las consecuencias de la prohibición taurina en su tierra. Este domingo, sin embargo, un grupo numeroso de aficionados viajó a Madrid para acompañarle. “Después de tantos años sin toros, vinieron a verme. En la enfermería se agolpaban 30 o 40 personas. Eso, quieras o no, emociona”.
Por eso, cuando se le pregunta cómo se siente al ver que se está discutiendo en el Congreso sobre la continuidad de la tauromaquia, su respuesta es rotunda. “Lo de Cataluña fue una cornada más grave que la que tengo ahora. Es cruel que algo tan bonito como el toreo esté en manos de políticos que no lo respetan. No digo que lo compartan, pero al menos que lo respeten”.
Pese al dolor y a la crudeza del momento, Serafín no está solo. A su lado están los suyos, como Abel Robles, también catalán, que lo ha acompañado durante estos días. “Los míos siempre están. Y eso ayuda a resistir, a seguir luchando, a intentar salir de este bache tan grande”.
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