Sección patrocinada por sección patrocinada

Cine

"El último late night": buenas noches, y buena muerte

Colin y Cameron Carines dirigen a David Dastmalchian en uno de los fenómenos de terror del año, mezcla exquisita entre el metraje encontrado y el cine de posesiones

"El último late night": buenas noches, y buena muerte
"El último late night": buenas noches, y buena muerteFILMIN

Se acerca la noche de Halloween de 1992. La BBC, en un movimiento ciertamente impredecible, decide dedicar su “prime time” a un formato nuevo que, en la noche de brujas, intentará ver qué hay de verdad y qué hay de mito en un supuesto “poltergeist” urbano. La transmisión, que cientos de miles de británicos no saben que es pura ficción, incluirá un conato de posesión, varias apariciones fantasmagóricas y un final que sugiere que todos los que han salido en el especial, incluidos los presentadores, acaban de ser llevados al más allá en directo. Las llamadas se agolpan y la cadena pública tiene que salir a pedir disculpas, pero solo después de haber reventado los audímetros. “Ghostwatch”, que así se llamó a la revolución del terror dirigida por Lesley Manning y escrita por Stephen Volk, se apropiaba de las noticias falsas de Orson Welles para pasarlas por el filtro de la suspensión de la incredulidad, inaugurando no solo el falso documental para con el horror, sino consagrando de facto un lujurioso matrimonio cinematográfico entre el morbo y la vicisitudes de un directo televisivo.

Más de tres décadas después, con sociedades cada vez más cínicas, una película promete volver a revivir la fórmula, desvelándose desde un principio como un trabajo de ficción pero escondiendo, en su endiablado metraje, esa cuestión tan inefable respecto a la curiosidad, lo mismo que nos lleva a mirar a los accidentes en carretera o a preguntar de dónde viene esa o aquella cicatriz. “El último late night”, película australiana dirigida por los hermanos Cairnes (Colin y Cameron) recoge aquella tradición, la mezcla con el grano de un referente como “The McPherson Tape” (1989) y vuelve hasta finales de los setenta para contarnos la historia de un presentador que, al filo de la medianoche de Halloween, intenta salvar su programa de la cancelación apenas unos meses de haber perdido a su esposa.

"El último late night" se estrena en España tras triunfar en la taquilla de Estados Unidos
"El último late night" se estrena en España tras triunfar en la taquilla de Estados UnidosFILMIN

El morbo del satanismo

“Creo que el germen del proyecto tiene ya diez años. Siempre habíamos querido hacer un especial televisivo en el que lo sobrenatural tomara el control, invadiera el estudio. Lo dejamos aparcado más de lo que nos hubiera gustado, pero eso provocó que la historia se fuera enriqueciendo con nuestra experiencia. Así dimos, por ejemplo, con el tema de la posesión y la parapsicología, ese juego entre lo que uno cree y lo que quiere creer”, explica por videoconferencia Colin Cairnes a LA RAZÓN sobre “El último late night”, que aquí ha encontrado un socio en Filmin para estrenarse en cines pero que viene de cosechar un éxito mayúsculo en Estados Unidos gracias a su alianza con Shudder, una plataforma de “streaming” especializada en el terror y que ya ha ayudado a dar alas a “Cuando acecha la maldad”, “Skinamarink” o la española “La niña de la comunión”. “Ni siquiera sabíamos que “Ghostwatch” existía, empezaron a hablarnos de ella cuando intentamos vender el guion. Además, todavía hoy es muy difícil conseguir una copia, pero la conseguimos ver. Y vimos que ahí había una originalidad brutal. Nuestro guion ya estaba escrito, pero sería mentir decir que no nos influenció de algún modo verla tantos años después”, confiesa su hermano Cameron.

"Ni siquiera sabíamos que “Ghostwatch” existía, empezaron a hablarnos de ella cuando intentamos vender el guion. Además, todavía hoy es muy difícil conseguir una copia, pero la conseguimos ver. Y vimos que ahí había una originalidad brutal".

Colin y Cameron Cairnes, "El último late night"

Protagonizada por David Dastmalchian, al que recordarán de “Prisoners” y “El escuadrón suicida”, o como secundario de lujo en “Oppenheimer” y “Dune”, “El último late night” construye su mitología en base a dos elementos clave: por un lado, el poder unidireccional y casi totémico que tenían los presentadores de esa época (pensamos en Johnny Carson o Edward R. Murrow y su "buenas noches y buena suerte") para con lo que se contaba y no en sus programas y, por otra parte, el conocido como “pánico satánico” que acompañó al surgimiento de las nuevas cadenas privadas, hambrientas de historias truculentas sobre sectas, conspiraciones y desapariciones (y que a España tardaría una década en llegar, teniendo su punto álgido en asuntos tan terribles como el del caso Alcásser). “Para darle forma a la ambientación del programa, para que pareciera real lo que estamos viendo, teníamos que tener sumo cuidado con la ropa, los decorados y la música, pero nada de eso servía si luego el aspecto, el grano de la fotografía, no daba el pego. Ahí entra el trabajo de Matthew Temple, nuestro director de fotografía, que estuvo varias semanas intentando imitar el look de los late de finales de los setenta. Era una televisión con una personalidad muy particular, entre lo sucio y lo crudo. Y es que el muy cabrón había empezado como cámara de televisión en los ochenta aquí en Australia, así que casi hizo un manual de realización para nuestros cámaras, para que supieran cómo y en qué momento acercarse a las cosas que van pasando durante el programa”, explica emocionado Colin.

Eso que los hermanos Cairnes dejan en “cosas”, en realidad y siempre desde un prisma de verosimilitud, pasan por el enfrentamiento en el programa de un supuesto mentalista y el presidente de una asociación de escépticos, antiguo mago, en pleno plató. Ante ellos, el presentador al que da vida Dastmalchian presenta a una joven que dice estar poseída y también a la presunta psicóloga que le está dando veracidad a su testimonio. Lo que ocurre a continuación se balancea entre las técnicas del metraje encontrado (à-la “REC”), algún que otro homenaje explícito a “El exorcista” (1973) y un profundo amor y respeto por las raíces del género de posesiones. “Lo que había que evitar a toda costa era la parodia”, repiten los hermanos, que llevan tres décadas ya haciendo cine, antes de seguir: “En Australia, el fenómeno del pánico a lo satánico no llegó tan lejos como en Estados Unidos o en países católicos, pero sí recordamos el juicio a Judas Priest por ser sacrílegos o los bulos e historias que corrían sobre políticos, relacionándolos de manera infundada con redes de trata de menores, por ejemplo. A la gente le encantan esas historias en las que se mezcla poder, corrupción y maldad pura”, añaden.

"Todo tiene que ver con pegarnos a la realidad y con construir personajes creíbles. Sí, es una película de terror, pero no es una película de fórmula. No hay un susto a los dos minutos como ahora te obligan ciertas plataformas a poner".

Colin y Cameron Cairnes, "El último late night"

Pero, ¿cómo se consigue despertar el interés de todos los aficionados al terror del planeta mezclando géneros tan sobreexplotados como el de las posesiones o el del metraje encontrado? “Todo tiene que ver con pegarnos a la realidad y con construir personajes creíbles. Sí, es una película de terror, pero no es una película de fórmula. No hay un susto a los dos minutos como ahora te obligan ciertas plataformas a poner, no hay una construcción que necesariamente se lo quiera jugar todo a una secuela. Es un tipo de frescura que la gente ha agradecido mucho. Y, respecto a la posesión, creo que nuestra película tiene más que ver con Cronenberg o “La semilla del diablo” que con otros ejemplos más obvios, porque forma parte de una familia de cine más real, más verosímil y menos fantástica, aunque estemos hablando siempre de género”, apunta elocuente Cameron, antes de que Colin aporte luz sobre uno de los puntos fuertes de la película, el uso de efectos especiales prácticos, alejados de lo digital: “Si creciste con las películas de terror de los ochenta o el trabajo de Tom Savini, te dedicas a esto por ello. Así que siempre quisimos pegarnos a los efectos prácticos lo máximo posible. Era increíble tener todos esos prostéticos, para que los actores pudieran enfrentarse a ellos, tocarlos, olerlos e incluso saborearlos. No estás haciendo una película de miedo si no te salpicas con un poco de sangre”, se despiden los hermanos directores, sobre lo que está llamada a ser una de las mejores películas de terror del año.