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Una maestra de canto

Caballé se preocupó de apoyar el talento español y dos de sus protegidas, Saioa Hernández e Isabel Rey, recuerdan sus lecciones
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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A lo largo de su extensa carrera, Montserrat Caballé también estuvo interesada en formar a nuevas voces, en apoyar a aquellas cantantes que podían tomar su relevo.
A lo largo de su extensa carrera, Montserrat Caballé también estuvo interesada en formar a nuevas voces, en apoyar a aquellas cantantes que podían tomar su relevo. Este diario habló en el día de ayer con dos de sus más aventajadas discípulas, dos voces que no ocultan su deuda con la soprano. Saioa Hernández será la encargada de abrir, el próximo 8 de diciembre, la temporada de La Scala de Milán. Caballé dijo de ella que «ahora viene una soprano de España, para mí es la diva de nuestro siglo. Creo que los teatros duermen porque tendría que estar en todos». «Todavía me emociono cuando me recuerdan esas palabras. Ella ha sido una inspiración para mí desde que la descubrí. La experiencia de estudiar con ella y preparar dos obras a su lado es la de un recuerdo maravilloso», afirma Hernández. Fue en un concurso lírico, interpretando la escena final de «El pirata», de Bellini, cuando llamó la atención de Carles Caballé, hermano de la cantante y miembro del jurado de aquel premio. «Él me dijo que quería que debutara con Norma, tomando clases con su hermana. Fue algo extraordinario. No me hicieron pagar nada y nos dedicamos a preparar el papel», explicó la soprano que trabajó con la diva justamente en dos personajes en los que Caballé «siempre fue un icono. En esa experiencia con ella, yo estaba muy nerviosa, pero ella me ayudaba mucho, diciéndome que lo hacía muy bien. Cantaba los dúos conmigo y simplemente con un hilo de voz ya me comía».

De Saioa a Norma

Durante aquellos días de trabajo, la discípula preguntó a la maestra sobre sus secretos para poder realizar correctamente los pianissimos. «Es muy fácil y no requiere complicaciones», le dijo la gran cantante. «Me ponía la mano en su esternón para que notara la presión que realizaba para que saliera el aire. No me podía creer que estaba tocando a la Caballé. Pero es que ella era así: una mujer muy campechana, con mucho humor y muy directa», comentó Hernández. Los consejos y las buenas palabras de la maestra se extendieron más allá del aula, justo cuando Saioa Hernández debutó con «Norma» en Catania. «El día de la función nos dijeron que íbamos a actuar en el teatro de la ciudad y no en el teatro romano como consecuencia de unas inundaciones. Según la organización, tenía que comprarme un vestido para el concierto, pero yo no podía dedicarme a eso en un día como ese. Estaba nerviosa y llamé a Carles Caballé, que me pasó a Montserrat: “Hoy tú no eres Saioa. Eres Norma. Que se encarguen ellos del vestido”, me dijo. Tenía razón porque el día que cantas eres el personaje y da igual si sales en vaqueros. Fue una enseñanza de la vida».
Otra voz que aprendió mucho de Caballé es la de Isabel Rey, quien ayer se confesaba emocionada. «No entiendo cómo ha salido el sol en un día como este», aseguraba en referencia al fallecimiento de la soprano. Rey sintió pronto la llamada de la lírica y vio en Montserrat Caballé un modelo a seguir. «Cuando mi madre se dio cuenta de que yo tenía voz, me regaló un disco de Montserrat. Aún recuerdo la portada, en la que salía guapísima rodeada de flores. Aprendí con ella, la imitaba porque es la cantante más magnífica del universo. Era un ser excepcional en todos los aspectos y esa humanidad que tenía estaba presente en su canto. Se notaba esa generosidad porque ponía el alma y tocaba el corazón. Por eso, la considero como un referente de vida», afirmó Rey. También subraya que la soprano no solamente cantaba con la voz sino que también lo hacía «con aquellos ojos prodigiosos suyos», y asegura que con Caballé desaparece «una de las últimas artistas que tenían un cante operístico, un sonido agarrado al aire. Casi nadie canta así. El suyo no era un canto de músculo, sino de aire. A nadie le interesa hoy cantar así, ese canto apasionado. Parecía que no costaba nada cantar de esa manera. Y es verdad que, si cantas como ella, no cuesta nada». Por eso, al recordarla, Isabel Rey no puede evitar afirmar que «es el espejo en el que me miro».