Exposición

Wei Wei y Cervantes, conversaciones en la catedral

«La poética de la libertad» reúne en Cuenca la instalación que representa el cautiverio del activista chino junto con obras del informalismo español.

Instalación de Ai Wei Wei que reproduce el cautiverio que sufrió en su país y que ahora se puede ver en Cuenca
Instalación de Ai Wei Wei que reproduce el cautiverio que sufrió en su país y que ahora se puede ver en Cuencalarazon

«La poética de la libertad» reúne en Cuenca la instalación que representa el cautiverio del activista chino junto con obras del informalismo español.

Érase una vez un chino en Cuenca. Y no, esta vez no había llegado en un autobús repleto de paisanos ataviados con el uniforme oficial de turista y cámara en mano –que también los encontrarán–. Éste lo ha hecho en tres trailers de 16x4 metros y dentro de seis barracones, tantos como veces ha logrado desdoblarse en «miniyos» de medio metro. Nada de plácidos viajes con una pareja con la que conjuntar alpargatas, sombrero y gafas. Un trayecto hasta La Mancha para hablar de libertades y cautiverios. De 81 días concretamente. Fue el tiempo que Ai Weiwei estuvo preso en una cárcel secreta y es la historia que viene a contar. Donde aprendió el significado real de aquello que Alonso Quijano le decía a su fiel y panzudo escudero: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre».

Ahí comienza el diálogo de siglos y poéticas entre el artista-activista y Cervantes. Dos de los puntales en los que se apoya «La poética de la libertad» –proyecto compuesto de tres exposiciones–. Si el primero sufrió 81 días de encarcelamiento, en el caso del Manco fueron cuatro años en Argel. Hecho definitivo para marcar su escritura, retratar la moral de su época y parir a la novela moderna.

¿Y por qué en Cuenca? ¿Y por qué no? En su templo principal, la catedral gótica de Santa María y San Julián –terminada a mediados del XIII–, se unen estos dos fenómenos con Carreras, Canogar, Chirino y Feito. Un puñado de informalistas a los que su propio cautiverio, y posterior liberación, les une al que llaman «el primer artista del siglo XXI». Así lo define Florencio Galindo, artista y comisario de la muestra –junto a Carlos Avanzó–. «Porque ha cambiado el sujeto del arte. Van Gogh y Picasso fueron muy rupturistas en su día, pero al final tenían el mismo concepto de pintar sobre un lienzo que años atrás. Weiwei ni pinta ni hace arte al uso, transmite un mensaje más parecido al de la Prensa».

Inspirado en los chalecos salvavidas que el chino utilizó en el Konzerthaus de Berlín –para denunciar el actual drama de los refugiados–, Galindo se ha encargado de hacer un homenaje al artista con el diseño de «El laberinto del dictador», una alambrada vertical en la que unos lazos azules representan las libertades que se van quedando en cada una de estas fronteras artificiales. La pieza sirve de enlace entre la primera y la segunda parte de la exposición conquense -uno de los actos fundamentales dentro del IV centenario de la muerte de Cervantes-. El comienzo es para el de Alcalá de Henares, un molino con la palabra «libertad» escrita en castellano y chino da paso a cuatro Quijotes con aire de cómics animados que descansan bajo el órgano del templo.

Pasado el laberinto de Galindo y el Arco de Jamete, a modo transición, se llega al claustro, el corazón de la colección. Aquí descansa un Weiwei que vale por seis. Uno en casa barraca. Comiendo, declarando, en el baño... Es «S.A.C.R.E.D.», la interpretación del artista de su propia experiencia. Sus momentos más íntimos, y más duros. «Supper, Accusers, Cleansing, Ritual, Entropy, Doubt» –Cena, acusadores, limpieza, ritual, entropía, Duda–. Cada palabra es un diorama hiperrealista en el que se plasman las etapas de su encarcelamiento. El último, en el que Weiwei tocó fondo, donde se vio más abajo. Ya ni en el baño se libraba de sus captores. El tener la luz encendida 24 horas no era suficiente, que, además, tenían que controlar hasta sus idas y venidas al excusado. Con las réplicas del preso atrás, toca cruzar la nave central de la catedral y llegar a la sala capitular, la de los informalistas. Cuatro nombres, Feito, Canogar, Farreras y Chirino -que hace 50 años ya marcaron Cuenca como capital del arte contemporáneo, se intercalan con fotografías de Juan Barte en lo que es una recuerdo al aislamiento que estos sufrieron en tiempos de la dictadura española.

Weiwei y Feito, Cervantes y Galindo, una catedral que hace ocho siglos fue laboratorio del i+D del gótico y que ahora luce vidrieras del XXI como un artista activo más... Diálogos. La magia de la libertad hecha poesía.