Entrevista
La historia de Jesús Rollán, el mítico portero español de waterpolo trágicamente fallecido, tiene “material inflamable”
Los periodistas Francisco Ávila y Alberto Martínez cuentan la vida del deportista oscurecida por su trágico final, en el libro «Jesús Rollán. Eterno»
Ha pasado tiempo suficiente desde la muerte de Jesús Rollán (2006) para que los periodistas Alberto Martínez y Francisco Ávila se atrevan a contar su vida en el libro «Jesús Rollán. Eterno». La vida de un deportista que dejaba huella por dónde pasaba y que quedaba oscurecido por su trágico final. Se suicidó cuando se sometía a una terapia de desintoxicación en La Garriga.
¿Qué tenía de especial Jesús para generar todo lo que genera?
(Francisco Ávila) Lo que le hacía especial es que era un deportista de primer nivel y que, excepto las circunstancias de su final, prácticamente era desconocido. Se conocían muchas historias, se hablaba de su relación con la infanta, se hablaba de que había participado en un programa benéfico y que había subastado su medalla de oro, que era lo que había perseguido toda su vida. Se conocían muchos matices del personaje pero no se había profundizado en su historia. Y descubrimos que es uno de los grandes de la historia del deporte español. Este personaje lideró dos generaciones de waterpolistas, consiguieron ganarlo todo, consiguieron salir adelante, ganaron mundiales, ganaron un oro olímpico, que es la última medalla de oro de España en deportes de equipo. Y a partir de ahí entendíamos que el personaje estaba escondido porque en España la sociedad y también el periodismo nos tenemos que replantear cosas, hay que contar esas historias para que no se repitan, no para que se produzca un efecto llamada sino para que no se repitan. Y como Jesús acabó como acabó, aunque era un magnífico deportista pero como se suicidó parece que lo que importaba era que se suicidó y no todo lo que había hecho en su vida.
(Alberto Martínez) Yo diría dos cosas que le hacían especial. Era el compañero que todo el mundo quería tener en el equipo, no sólo como portero, que era el mejor del mundo. Era un deportista que nunca culpaba al compañero, siempre transmitía confianza, fe en la victoria, ese entusiasmo, esa pasión que se necesita en el deporte de equipo. Él multiplicaba el rendimiento de sus compañeros gracias a su manera de ser, y eso es muy importante. Y yo creo que era el amigo que todo el mundo querría tener. Fuera del agua era muy divertido, pensaba más en los demás que en él mismo. Siempre pasaban cosas a su lado. Es como 24 horas con Jesús, quiero estar con él dentro del agua y quiero estar con él fuera del agua porque me lo paso bien. Al final es lógico que todo el mundo hable maravillas de él y lo recuerde con tanto amor.
(F.Á.) El concepto que siempre manejamos y lo vimos desde el primer momento es el magnetismo que generaba. En torno a los compañeros, a sus amigos y a todos los que estaban a su alrededor. Incluso si hablas con periodistas de aquella época, yo tuve la ocasión de tratarlo, también generaba ese buen rollo y es lo que transportaba al equipo en todo momento.
Su caso recuerda al de Chava Jiménez. ¿Es un hijo de su tiempo?
(A.M.) La situación sí la veo parecida, pero la diferencia que veo es que el ciclismo en aquella época era un deporte más profesional y el waterpolo, aunque se ganaba más dinero que ahora, no era tan profesional, no daba para poder vivir toda la vida ni para tener un colchón cuando te retiraras. En el waterpolo debías pensar en un plan B, cosa que aquella generación no pensó. Es hijo de su tiempo como otros deportistas de deportes minoritarios que se convirtieron en iconos preparando los Juegos de Barcelona 92 y compitiendo era gente que se volcaba por el deporte, que vivía por y para el deporte. Las instituciones y las Federaciones no les ayudaban o no les hacían ver que debían tener un plan B porque el deporte no iba a ser eterno y no iban a estar siempre en la cúspide de sus carreras. Es un poco un reflejo de cómo el deportista en aquella época y qué problemas le generó luego vivir sólo para el deporte durante su etapa profesional, cosas que se han corregido. Un ejemplo es la selección de waterpolo de hoy en día que ha ganado el Mundial en la que todo el mundo tiene estudios. El 80 por ciento tiene estudios universitarios y el otro 20 por ciento está en ello o en el caso del portero, de Unai, que está haciendo todavía bachillerato. Pero no sólo hay una preocupación de los propios deportistas sino del entorno y de la Federación para que cuiden esa otra alternativa en la vida.
¿Qué fue más difícil, poder contar con la familia o con los compañeros que vivieron con él todo dentro y fuera de la piscina?
(F. Á.) Fue todo un proceso. Cuando nos planteamos la historia pensamos que era imprescindible contar con la familia porque sin la familia el libro no se podría explicar. Podríamos hablar de su vida, de cosas que otros contaban, pero nosotros queríamos escribir la historia de primera mano. Nosotros no somos escritores, somos periodistas y lo que queremos es explicar historias y explicarlas de primera mano. Fuimos directamente a contactar con la familia. Al principio eran un poco reticentes por la situación, habían pasado ya unos cuantos años y tampoco tenían claro si querían volver a abrir ese cajón y remover los sentimientos en aquellos momentos. Lo más fácil fue contactar con los compañeros, no con todos, con alguno fue más complicado, pero fue mucho más fácil entablar la relación con los compañeros, porque además ya teníamos la relación abierta y todos estaban entusiasmados con la posibilidad de recordar la historia y explicarla bien. El tema de la familia era complejo, pero poco a poco fuimos ganando confianza y yo creo que tanto ellos como nosotros estamos satisfechos de cómo ha salido todo.
¿Conocían ya a la familia o la conocen a partir del libro?
(A.M.) A partir del libro. Todo lo de la familia ha sido a partir del libro, Creo que fue Sergi Pedrerol el que nos dio el contacto de uno de los hermanos, José Manuel. Cogimos un Ave, fuimos a Madrid y el primer contacto fue con José Manuel. Le explicamos lo que queríamos hacer con el libro, el punto de vista y sí que le vimos con ganas de poder rescatar la historia de Jesús. Vimos que tenían una espina clavada de que la historia de Jesús se había quedado totalmente olvidada y nadie había valorado al deportista. Cuando empezamos a hacer las entrevistas y a dar una cierta forma al libro había una cierta reticencia. La historia de Jesús tiene material inflamable y depende de cómo lo trates puede resultar un cóctel molotov bastante explosivo.
¿Una de las claves para poder hacer el libro es que no estén asignados los entrecomillados, que aparezcan encabezando cada capítulo pero sin saber quién lo dice?
(AM) Eso es un guiño a todas esas personas que nos han ofrecido su testimonio, que han sido aproximadamente unas 60 y que hemos mantenido el off the record en el libro. Eso creemos que ha sido la clave para conocer muchas más cosas de Jesús y publicarlas sin comprometer a nadie. Al principio hacíamos las entrevistas, acabábamos y Paco y yo decíamos “joder, no han explicado prácticamente nada, aquí hay mucho más” o “hace dos días entrevistamos a otro compañero y nos contó cosas que este no nos ha dicho nada”. Hay un momento al inicio en que les insistimos en que no se preocuparan, que ya lo explicaríamos nosotros, que ya reuniríamos distintas voces para que las historias tuvieran más de una fuente y de esta manera todos se abrieron. Y hay muchísima más información que no hemos publicado en el libro, por un lado por no generar morbo y porque quizás no tocaba y por otro quizá por exceso de detalles que te podían desviar de la historia y del personaje. Pero ese momento fue clave para ganar la confianza. Luego a medida que íbamos teniendo más información, el entrevistado iba viendo que ya dominábamos la historia, que tampoco nos podía ocultar determinadas cosas porque ya las sabíamos nosotros.
Algunos testimonios transmiten cierto sentimiento de culpa que seguramente no tienen por qué tener.
(AM) Es un sentimiento generalizado. La relación de ellos con Jesús pasó de cien a cero, con la mayoría. Hay algún caso en concreto, como Sergi Pedrerol o Toto García Aguado que estuvieron más presentes durante la etapa de su internamiento en La Garriga. Cuando se retiró del waterpolo, cuando se fue de entrenador a Italia, y ya empezaron sus problemas y la familia se lo llevó a Madrid, a partir de ahí él inició una serie de tratamientos donde una de las premisas era la de intentar alejarse del mundo del que provenía. Porque la familia lo quería proteger y porque las terapias, en el caso de La Garriga le obligaban a ello, a vivir un poco aislados. Entonces hubo muchísimos compañeros, mucha gente de su entorno, muchos amigos, que no conocían la verdadera situación de Jesús, que el problema era tan tan grande. Por eso cuando ocurre lo que ocurre todo el mundo se pone un peso en la espalda porque creían que Jesús, un tipo tan sociable, tan de compartirlo todo, quizá se encontró solo en el momento más delicado de su vida. Pero no se encontró solo porque lo dejaran solo, se encontró solo porque era lo que necesitaba en función de esa terapia que había decidido seguir la familia para salvarle la vida, porque la caída era en picado.
Tampoco era un deportista que fuera abandonado por las instituciones, como demuestran los intentos de Alejandro Blanco por buscarle una salida.
(F.Á.) Alejandro se lo encontró cuando llegó al cargo. Se presentó en el despacho con el presidente de la Federación española de entonces y le dijo “llevo desde los 18 años jugando al waterpolo y no sé hacer nada más”. Encontró la ayuda del Comité Olímpico Español y una beca de la UCAM. Nos tendríamos que plantear qué se puede hacer por los deportistas cuando se retiran por una lesión o porque su carrera ha llegado a su fin. En otros países como Italia es una problemática que está solventada, pero esas soluciones en España no se dan.
Cuentan en el libro ese punto que tenía de acoger a todo el mundo. Hablan de su casa como el “Hostal Rollán Manzanares”
(F.Á.) Él lo que hacía era compartir. Compartía vivencias, intentaba ayudar a todo el mundo, era el que integraba a los jugadores jóvenes en el equipo, se relacionaba con los entrenadores, intentaba solucionar los malos rollos que podía haber ahí dentro entre los egos de los compañeros y la expresión de todo esto es el Hostal Rollán Manzanares. Abría su casa a compañeros, a amigos, incluso cuando se va a Italia a vivir se quedan allí a vivir los hermanos Moro. Él lo que hacía era compartir lo que tenía con el resto. Hay una anécdota muy curiosa con Jordi Sans, un día que se quedó sin coche y Jesús le dejó el suyo y se volvió andando a casa.
Las presentaciones del libro, todo lo que rodea a Jesús Rollán transmite mucha emotividad. ¿Eso lo han sentido cuando preparaban el libro?
(A. M.). La presentación de Madrid fue muy emotiva, también la de Barcelona. Y creemos que el proceso del libro ha sido igual de emotivo, de menos a más, La historia de Jesús, ese magnetismo del que siempre hemos hablado nos atrapó desde el inicio. Nada más empezar a rascar, hablando con la familia, hablando con los compañeros, ver la ascendencia que tenía en aquel equipo, cómo era él como persona, nos entraron muchas ganas de conocer su historia y sientes la tristeza de cómo fue el final, un final irremediable, que ya no se puede solucionar. Pero después de ver lo importante que fue, lo gran deportista, los éxitos que tuvo, cómo fue cayendo hacia esa situación, hacia esa espiral que le llevó a lo que llevó sí ha sido un libro muy emotivo y una historia muy emocionante que nos ha atrapado desde el inicio. Daba igual si pasabas con Jesús veinte años, tres meses o dos años como pasó en el Recco, que la gente lo recuerda con un entusiasmo y un cariño que yo no he encontrado en los años que llevo haciendo periodismo deportivo, unos deportistas que con tan poco tiempo hayan dejado tanta huella en la gente
✕
Accede a tu cuenta para comentar
Día de la Hispanidad