Lo importante es participar

Carmen Valero, cuando las mujeres no podían correr tantos kilómetros

La turolense fue víctima del retraso con el que las pruebas de fondo se incorporaron al programa olímpico del atletismo femenino

Carmen Valero, legendaria atleta española
Carmen Valero, legendaria atleta españolaEP

Los obituarios que glosaron la figura de Carmen Valero, fallecida a principios de este año, coincidían en calificarla como «pionera» porque fue la primera mujer española que compitió en las pruebas de atletismo de unos Juegos Olímpicos. Y lo debería haber sido por partida doble, quitándole a Mayte Zúñiga el honor de ser la primera en disputar una final e incluso anticipándose a la primera medallista, María Vasco. Pero la lentitud con la que se aparejaron los calendarios en ambos sexos obligó a la mejor fondista del mundo en aquel momento, la segunda mitad de la década de los setenta, a bajar de distancia.

Turolense de Castelserás, pura España vacía, Carmen Valero residió en Cataluña desde niña y su irrupción en la élite planetaria del atletismo fue como el avistamiento de un ovni. ¿De dónde salía ese fenómeno que dejaba patidifuso al mundillo del atletismo? Pues de un modesto club de Sabadell, donde desde muy joven comenzó a coleccionar títulos nacionales en campo a través y en los 1.500 metros, la prueba femenina más larga sobre el tartán. Con 18 años, en el Europeo de Roma, comprobó que las carreras en pista se le hacían cortas, pero en el Mundial de cross de 1975, en Rabat y sobre 4,2 kilómetros, maravilló al mundo con un espléndido bronce.

Su consagración planetaria llegó en la localidad galesa de Chepstow en el Campeonato del Mundo del año siguiente, un 1976 olímpico, en el que masacró a la concurrencia sobre un circuito de casi 5 kilómetros embarrado. Carmen Valero ganó su primer título universal (repitió al año siguiente en Dusseldorf) con más de veinte segundos de ventaja sobre sus compañeras de podio, dos futuras campeonas olímpicas como la soviética Tatiana Kazankina y la italiana Gabriella Dorio. En los Juegos de Montreal, de haber habido programada alguna prueba de fondo, se habría paseado. Pero tuvo que inscribirse en 800 y 1.500, las dos carreras más largas para mujeres.

La doble vuelta a la pista era una prueba de toma de contacto con Montreal 76, ya que Valero carecía de velocidad terminal para rivalizar en un embalaje con los bólidos musculados de la Europa del Este. Ganó Kazankina por delante de la búlgara Nikolina Shtereva y de la germanoriental Elfi Zinn, con la española lejos de la cabeza en su serie. En los 1.500, sí podía la aragonesa meterse en la final, al menos, pero maniobró torpemente en una serie muy pareja y no encontró hueco para meterse en el embalaje masivo, siendo penúltima. Con naturalidad, confesó su decepción por haber perpetrado «la peor carrera de mi vida». Kazankina se colgó otro oro con dos valquirias azules de la DDR secundándola en el podio.

Unos meses antes de Moscú 80, harta de que la Federación Española de Atletismo le negase las ayudas que le habrían permitido entrenarse como una profesional, Carmen Valero anunció su retirada por sorpresa. Seis años más tarde, ya en la treintena y madre de familia, volvió a competir sin haber perdido un ápice del talento de antaño. Ganó dos títulos nacionales de 5.000 metros, una prueba que las mujeres ya corrían en Mundiales y Juegos Olímpicos, pero la larga inactividad la había alejado de los estándares internacionales y no volvió a lucir la camiseta de España.