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Baloncesto

La confesión más dura de Ricky Rubio: "Una noche pensé: no quiero seguir, no con el baloncesto, con la vida"

El deportista se sinceró sobre sus problemas mentales

Ricky Rubio, antes de un partido Gtres

La entrevista que Ricky Rubio concedió recientemente al programa Lo de Évole no es sólo el retrato de un jugador de baloncesto que se encuentra en un momento crítico de su carrera. Es un testimonio profundo, crudo y necesario sobre la salud mental, la depresión y las cicatrices invisibles que arrastra quien ha vivido desde muy joven bajo el foco del éxito.

Rubio, que debutó en la ACB con apenas 14 años, ha vivido desde niño una vida que parecía de película: talento precoz, medallas internacionales, la NBA… pero también una presión que no entiende de edades ni de límites humanos. En palabras del propio Ricky: "Con 14 años tenía que seguir un guion. ¿Para quién escribo esto? Para los niños y niñas que están empezando a jugar, y para los adultos. Somos un espejo en el que se miran. Y les tenemos que contar toda la verdad, no sólo la bonita".

Y esa verdad es demoledora. En uno de los momentos más duros de la entrevista, recuerda con total honestidad la noche en la que, aislado en un hotel, sintió que no quería seguir. No con el baloncesto. Con la vida. "Lo pensé por un segundo, notar que algo tomaba el control de mí mismo", confiesa, y ese segundo basta para darnos cuenta de la gravedad de la situación. Porque si le puede pasar a alguien como él, con una carrera brillante, una familia y millones de admiradores, ¿cómo no podría pasarnos a cualquiera?

Lo que Ricky pone sobre la mesa no es sólo una historia personal. Es el reflejo de una realidad colectiva que sigue siendo tabú: la salud mental, especialmente en el mundo del deporte de élite. Durante años, hemos aplaudido las proezas de los atletas sin detenernos a pensar qué hay detrás de la perfección que muestran. La presión constante por rendir, la falta de privacidad, la autoexigencia brutal, la cultura del “no mostrar debilidad”. Ricky lo resume así: *"Aquí todos somos tiburones y cuando olemos sangre, vamos a por ti"*, le advirtieron.

Ricky confiesa que nunca sintió que lo que hacía fuera suficiente. Que vivió su carrera bajo la sombra de gigantes como Pau Gasol, no como inspiración, sino como carga. "Yo salía a la cancha pensando que era el peor. Pau me dijo que él salía pensando que era el mejor. ¿Y por qué no me lo dijiste antes?", se lamenta. Es el retrato de alguien que ha vivido exigiéndose tanto que, en lugar de disfrutar del camino, se ha ido vaciando poco a poco.

Y ese es otro de los mensajes poderosos de la entrevista: el éxito no te protege de la depresión. La depresión no discrimina entre ricos o pobres, famosos o desconocidos. Puede golpear incluso cuando, desde fuera, todo parece perfecto. Ricky lo dice claramente: “Puedo entender a la gente que dice que no puede seguir. Porque hay un momento en el que todo te pesa tanto…”.

Pero en medio del dolor, también hay esperanza. La valentía de Ricky al contar su historia sin filtros puede servir de salvavidas para muchos. Su mensaje final no es de rendición, sino de honestidad: "Quiero jugar al baloncesto sin ser Ricky Rubio, pero es imposible. Estoy exprimiendo el máximo para ver si puedo. La respuesta cada vez es más clara. Y lo que sabemos es que no tenemos todas las respuestas. No lo sé ni yo.".

Esa vulnerabilidad no lo hace más débil. Lo hace más humano. Y más valiente. Porque hablar de salud mental, sobre todo desde un lugar de exposición pública, sigue siendo un acto revolucionario.