Opinión

Lo dejo todo, gracias

Las razones para seguir en alguna actividad son inescrutables; las de parar, en cambio, son transparentes

Kroos, en el partido ante Hungría
Kroos, en el partido ante HungríaRONALD WITTEKAgencia EFE

Veo a Bruce Springsteen y a Tom Jones de gira en mi ciudad, pienso en Paul McCartney y en los Rolling Stones. Miro jugar a Luka Modric y a Cristiano Ronaldo y qué quieren que les diga, yo me quedo con Rosendo Mercado, jubilado desde el primer día que la seguridad social lo permite. Igual que Toni Kroos, siento que he alcanzado mi «prime», como dicen los chavales. Ya no opinaré mejor ni escribiré más florido. Tampoco, damas y caballeros, me sale a cuenta trabajar más horas. He perfeccionado mis defectos hasta lo sublime y es el momento de congelarme, inmortalizarme, pasen y vean las últimas funciones. ¿Qué sentido tiene seguir si voy a perder balones, a tropezarme solo con un adjetivo? ¿Para qué seguir haciendo de mis páginas orfanatos?

No me malinterpreten, que no juzgo el estajanovismo de quienes eligen el martirio de la arena, sudar delante del público, exponerse al escrutinio. Aunque, a decir verdad, mientras los viejos rockeros tienen el aplauso seguro, a veces regalado, en el balompié es mucho más probable la cornada y el improperio de tu propia afición. Fulano, vete ya, le gritarán a un tipo que ha corrido 12 kilómetros perseguido por muchachos 20 años más jóvenes. Algo debe de haber en esa gloria de la puesta en escena que se me escapa, pero imagino que cada uno tiene su caducidad, su obsolescencia, y es mejor ser consciente de ella antes de que los demás te hagan notar la calvicie. En el mundo quedarán latas de sardinas para ser abiertas después del apocalipsis zombie y también tiene que haber tulipanes con la mecha corta como una vela de cumpleaños. Y están ustedes leyendo a un capullo casi marchito. Yo nací para ser duque sin tierras, flâneur, veraneante. Leo que quizá padezca clinomanía, la obsesión por permanecer en la cama que padecían Valle Inclán, Vicente Aleixandre y Truman Capote. Pero sin escribir, que eso cuesta trabajo, solo soñando un duelo dialéctico con Llados Fitness mientras consulto el estado de mi pensión.

Olviden todo esto. Lo que quiero es retirarme como Toni. Y pronuncio muy despacio la palabra, con los ojos cerrados, invocando una primitiva o paladeando un sueño. Retirada, como los ejércitos que huyen, como los trastos viejos que recoge el ayuntamiento de las aceras, como los productos en mal estado de un supermercado. Y empiezo a pensar que, en realidad, puede que no esté en mi «prime».