Amarcord Mundial
Del gol de Rubén Cano al no gol de Cardeñosa
España se clasificó para Argentina 78 con un remate con la espinilla y en la fase final pagó su mal arranque contra Austria
Hace casi cincuenta años que España no falta a un Mundial, pues no estuvo en Alemania 74 debido a una derrota frente a Yugoslavia en el desempate de la fase previa: aquel 1-0 en Fráncfort, gol del líbero bosnio Josip Katalinski, que envenenó los sueños de una generación de aficionados al fútbol. Cuatro años después, para poder estar en Argentina 78, la selección nacional de Ladislao Kubala, volvía a vérselas contra el mismo rival: estaba obligada, una gélida tarde de final de noviembre, a sacar al menos un punto en Belgrado para que los yugoslavos no la volvieran a eliminar.
El ambiente del Pequeño Maracaná era volcánico, con 66.285 enfervorizados hinchas, muchos de ellos militares de uniforme a los que el mariscal Tito había dado la tarde libre. Quedaban muy pocos jugadores del duelo de Fráncfort y los yugoslavos se encomendaban al talento de los hermanos Susic, Sead y Safet, un extremo zurdo exquisito. España se parapetó con tres centrales en la que se denominó “la batalla de Belgrado”. Y no fue en vano: antes del cuarto de hora, una patada alevosa sacaba a Pirri en camilla del campo. La cacería del futbolista español había empezado en el calentamiento, cuando los policías azuzaban a sus pastores alemanes contra los hombres vestidos de rojo…
Mediada la segunda parte, cuando las paradas de Miguel Ángel –con pantalón de chándal azulón– y algún salvamento en la línea de Olmo habían apartado a España de la debacle, el entusiasmo de los yugoslavos empezó a decaer. Desesperado por el marcaje al hombre de Isidoro San José, Surjak no olía el balón y España se empezaba a asomar al contragolpe, uno de los cuales culminó Rubén Cano con un remate en semifallo con la espinilla que, tras botar, entró manso en la portería de Katalinic. El centro, preciso y precioso, se lo había dado el debutante Julio «Flaco» Cardeñosa. Es pertinente destacar el mérito del finísimo centrocampista bético porque su nombre quedará injustamente asociado, en lo negativo, al Mundial argentino.
A España le costó la eliminación su derrota contra Austria en el debut, aunque el mal rendimiento de Brasil la mantuvo con vida hasta la última jornada. En aquel primer partido, la defensa de la selección mostró su impotencia frente a Schachner y Krankl, los dos grandes delanteros centroeuropeos que decidieron el encuentro con un gol por barba, replicado de forma insuficiente por Dani. Este tropiezo inicial la mandó exigida al duelo contra Brasil, cabeza de serie del grupo. Y ahí cavó su tumba el crack del Betis. Aquel 7 de junio, preludio del invierno austral, el césped del estadio de Mar del Plata era una chocolatera plagada de bollos que imposibilitaba la práctica del fútbol. Fue un duelo a pelotazos y con pocas ocasiones. La más clara de ellas llegó tras ganarle una pugna aérea Santillana a Leao, el portero brasileño. El balón quedó a puerta vacía en los pies de Cardeñosa, que no quiso empalarlo a la primera, temeroso de la irregularidad del campo, ni tampoco a la segunda porque prefirió acomodárselo. Cuando se decidió a rematar, tras una eternidad de varios segundos, Amaral se había plantado en la línea y él… se la tiró al muñeco.
El empate no eliminaba a España pero hacía que no dependiese de ella misma en la última jornada, cuando venció por la mínima a Suecia –gol de Asensi–, un triunfo inútil por cuanto Brasil, gracias a Roberto Dinamita, hacía lo propio con una Austria que jugó con los suplentes. Kubala, enfadado por la dureza de las críticas, reprochó al periodismo su criterio cambiante: «Presentáis a la selección como un dragón de siete colas y tres cabezas… y la matáis cuando la eliminan». Lo poco que han cambiado las cosas en cuarenta años.
✕
Accede a tu cuenta para comentar