Opinión

El «Ja sóc aquí» de Piqué

Lo de Tarradellas va a ser una broma al lado del regreso del central al Barça como presidente

Piqué, con sus dos hijos en la despedida del Barça
Piqué, con sus dos hijos en la despedida del BarçaJoan MonfortAgencia AP

Si la normalidad y la estabilidad, esos factores tan ajenos al Barça de los últimos tiempos, se instalan en el Spotify Camp Nou en 2026 habrá elecciones a la presidencia. Ya puede Joan Laporta inventarse pancartas cerca del nuevo Bernabéu o sacarse palancas de la manga porque el «Ja sóc aquí» de Tarradellas en la Plaza Sant Jaume va a ser una broma al lado del regreso de Gerard Piqué. Al hasta anteayer central sólo le puede separar de la presidencia azulgrana su agenda ajena al fútbol. Sus negocios y lo que le pida el cuerpo, vamos lo que lleva haciendo los últimos años, serán lo que dicte su vinculación más o menos inmediata con el club de su vida.

La retirada de Piqué empobrece un poco más LaLiga y deja al fútbol español sin uno de sus personajes referenciales en sus últimos años. Es imposible encontrar un futbolista que despierte las pasiones que él generaba. Lo mejor es que lo sabía, se exponía gustosamente y sus haters más recalcitrantes le hacían todavía un elemento más especial. El adiós de Piqué es la constatación del fin de una época en el Barça, en nuestro fútbol y en la forma de gestionar una personalidad diferente a todos su colegas de profesión. Para algunos, el mismísimo diablo; para otros, un sobradete; para otros, el compañero perfecto de farra; para otros, el mejor central en la historia del Barça... para todos, un tipo único.

El terremoto de Piqué ha opacado el que lleva semanas mascándose en el Atlético. Lo del partido ante el Espanyol es una secuela de la debacle europea, un spoiler de lo que puede suceder en Mallorca. Alguno en el Metropolitano incluso dudaba de los suyos el próximo fin de semana ante el Almazán, un club de mitad de la tabla en lo que antes era el Grupo VIII de la Tercera División. El Atlético tiene al líder a diez puntos y al Madrid, a ocho y con un partido menos. En vez de mirar hacia arriba, el hincha rojiblanco va a llegar al Mundial más pendiente de lo que tiene por detrás.