Champions League

Barcelona

La fe del capitán

Una vez más, Sergio Ramos apareció para ser clave al final. «Tiene personalidad. Siempre está ahí para marcar el gol», explicaba Zidane

El remate de Sergio Ramos ante el Atlético en la última final de la Champions jugada en Portugal
El remate de Sergio Ramos ante el Atlético en la última final de la Champions jugada en Portugallarazon

Una vez más, Sergio Ramos apareció para ser clave al final. «Tiene personalidad. Siempre está ahí para marcar el gol», explicaba Zidane

«Tiene personalidad, nunca baja los brazos», admitía Zidane. «Al final, como siempre, está ahí para marcar el gol», continuaba el técnico, intentando explicar la relación de Sergio Ramos con los momentos en que todo se decide. Ayer volvió a sobrevolar el tiempo de prolongación para darle al Madrid un empate que sabía a victoria. Nadie tiene más fe que el sevillano en que todo es posible, por mucho que el reloj diga lo contrario. El primer clásico del curso se acababa, a los blancos les había costado en la segunda parte mantener el ritmo tras el tanto de Suárez y, durante un buen rato, la misión principal había sido evitar el segundo. Se trataba de mantener a la presa a tiro esperando que se abriera una posibilidad. Como en Lisboa en la final de la Champions, la grieta la encontraron Modric y Ramos, que bromeaban sobre su complicidad para hacer historia sobre la hora. «Con los balones que pone mi hermano Luka es mucho más fácil», lanzaba Sergio, a lo que el croata respondía: «Me ha dicho dónde ponerla. Yo la pongo, él marca y ya... Parece fácil ¿eh?».

El gol mantiene a los de Zidane seis puntos por delante en la tabla y los liberó de la sensación de haber sido superiores en la primera mitad y de haber malgastado varias balas para colocarse por delante. «Hubiera sido duro para nuestra moral», confirmaba Zizou, que destacaba el «corazón» de sus muchachos. Precisamente de esto va sobrado el «4», que pocos minutos antes de acertar con la portería de Ter Stegen había cabeceado por encima del larguero. Se acercaba el final y, como hace Piqué en el Barça, pasó más tiempo en el área contraria que en la propia. En esos momentos le surge la esencia de goleador de sus tiempos de infantiles y la utiliza para equilibrar partidos que están complicados.

Los 61 goles que ha marcado desde que llegó al Real Madrid sirven para confirmar que la denominación de defensa se le queda corta. Fue lateral antes que central, Ancelotti lo utilizó como pivote defensivo en el centro del campo y, aunque nunca haya jugado de delantero, esta temporada fue durante algunas semanas el pichichi del equipo. Cristiano y Bale llegaron tarde de las vacaciones por culpa de las lesiones y la Eurocopa, así que él tomó el mando. Decidió la final de la Supercopa de Europa con un tanto en el último minuto tras un pase de Lucas. Era el empate a dos que dio lugar a una prórroga en la que Carvajal le puso el lazo al trofeo.

También sobre la bocina añadió 30 minutos más a la final de Lisboa contra el Atlético, en uno de los remates más famosos de la historia del conjunto blanco. Sergio crece en los días importantes, le gustan los focos y pocas veces se esconde, ya sea para bien o para mal. Falló en aquella tanda de penaltis ante el Bayern en el Santiago Bernabéu, pero también ante los alemanes, y en semifinales dejó otra noche para el recuerdo con dos goles en el 0-4 camino de la Décima. Sergio abrió la final de Milán que acabó en la Undécima, en un día en el que ya se le esperaba por su facilidad para ser influyente en instantes clave. Quizá por eso Bale decía ayer en Twitter que «siempre se puede contar con Ramos».

El sevillano se quedó fuera del último derbi en el Calderón por un esguince de rodilla que le mantuvo un par de meses fuera. Era demasiado precipitada su vuelta y se quedó en el banquillo a la espera de todo lo que venía después. Hasta la lesión era de largo el jugador más utilizado por Zidane; desde su regreso, sólo ha descansado un rato ante el Sporting de Gijón para evitar que viera una amarilla que le dejase fuera del clásico. «Quise protegerlo», decía Zizou. Había motivos.