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Sevilla, 1-Valencia, 1: decadencia, locura y empate

Dos grandes venidos a menos, muestran sus miserias en una igualada con goles de Cavani y Lamela

Bono, en el momento en el que detuvo el penalti de Gayá cuando el partido terminaba
Bono, en el momento en el que detuvo el penalti de Gayá cuando el partido terminabaAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

El Sevilla y el Valencia, los que más cosquillas han hecho a los grandes en lo que va de siglo XXI, no son ni sombra de lo que eran. Pero hay formas y formas de ser fantasmagórico. Los valencianos, con Gattuso y sus guerreros, pelearán esta temporada por los puestos europeos. Los sevillistas, derruido el plantel por una planificación cochambrosa, se contentarán si no bajan. De cara a uno y otro objetivo, el punto que sumaron ayer en un final de locura puede valerle a ambos.

La lesión de Marcao, se rompió el ensalmo, dejó la defensa del Sevilla en manos de dos niños de veinte años para que Cavani se los merendase, que era buena hora para ello, aderezados a las finas hierbas. Telles, fiel a su costumbre contemplativa, defendió con la mirada a Foulquier. El fornido lateral no tiene la rosca de Beckham, desde luego, pero sabe poner un centro cuando se le dan tres metros y cinco segundos, así que sirvió al uruguayo, que marcó a puerta vacía porque Bono midió mal su salida. Lo que falló Abdón Prats el sábado, lo metió un ariete contrastado el martes.

Enfrente, Sampaoli se había encomendado al denostado (por él) Rafa Mir. Tuvo el aludido la oportunidad de darle por partida doble la razón a su entrenador, por ponerlo de titular y porque, en la víspera, le había reconocido cualidades de «definidor» entre una catarata de reproches. Sobre el cuarto de hora, el cartagenero puso a prueba dos veces seguidas a Mamardashvili, muy solvente para repeler la volea desde fuera del área y, sobre todo, el cabezazo en el segundo palo del córner subsiguiente. ¿Se rebelaba el Sevilla contra su negro destino? No, al descanso se fue contento por ir perdiendo por la mínima después de quitar al joven José Ángel, un flan, y de que Lino e Ilaix fallasen dos ocasiones clarísimas para sellar su derrota.

La racanería de Gattuso, que lo apostó todo a la contra en la segunda parte, tuvo justo castigo cuando Lamela, a falta de cinco minutos, empató a la salida de un córner. Había rozado, y merecido, la igualada el Sevilla con un gol anulado a Rafa Mir por milímetros y con un puñado de ocasiones, singularmente el cabezazo de Gudelj al larguero. Ocurrió que la igualada envalentonó tanto a los de Sampaoli, espoleados por un Pizjuán que era un manicomio, que a punto estuvieron de regalarle todo el botín al adversario en un exceso de entusiasmo.

Kike Salas había estado a punto de marcar el 2-1 y en el córner siguiente, Navas quiso darle continuidad al ataque como último hombre pero le regaló el balón a Justin Kluivert y finalmente fue Thierry el que provocó el penalti y la expulsión del defensa sevillista. Se había sobrepasado el minuto 100 –larga consulta al VAR incluida– cuando Gayá lanzó la pena máxima que detuvo Bono, el único mástil al que se agarra el desesperado sevillismo porque todo lo demás es ruina.