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Augusta espera al mejor Tiger

Dos años y medio después, Woods recupera el número uno del mundo tras ganar su tercer título del año. El Masters, su próximo gran reto

Tiger Woods, después de terminar su último recorrido en el Arnold Palmer Invitational
Tiger Woods, después de terminar su último recorrido en el Arnold Palmer Invitationallarazon

Que Tiger Woods ha vuelto es una frase que se ha quedado anticuada. El mejor golfista de los últimos treinta años y, seguramente, el mejor de toda la historia de este deporte nunca se fue a ninguna parte. Ha sufrido graves lesiones y atravesado crisis personales que han afectado a su juego, eso es indudable, pero el «Tigre» sigue siendo el mejor jugador de golf del planeta. Dos años y medio después de ceder el cetro mundial (octubre 2010) –periodo durante el que llegó a ocupar el puesto 58 del mundo su peor ranking desde su adolescencia–, Tiger reclamó ayer su trono de nuevo a voz en grito, con su octavo triunfo en el Arnold Palmer Invitational, en Bay Hill. Gonzalo Fernández-Castaño firmó una extraordinaria tercera plaza, su mejor resultado en el circuito norteamericano.

No fue un triunfo cualquiera. Ninguno de Tiger lo es. Fue su número 77 en el PGA Tour, a cinco del récord absoluto en manos de Sam Snead. Snead, precisamente, una leyenda de este deporte, era el único que había ganado ocho veces el mismo torneo en América, el Greensboro Open. Su última victoria la consiguió con 52 años. Tiger ganó ayer por octava vez en Bay Hill con 37. Era su quinto torneo en el circuito norteamericano esta temporada y ya suma tres títulos con el de Bay Hill (Torrey Pines y Doral). A pesar de las circunstancias que han rodeado al torneo –un tornado obligó a que se tuviera que acabar en lunes–, Woods ha mantenido la concentración como en sus mejores tiempos y ha desplegado un juego que ha intimidado a sus rivales, especialmente en los «greens». Rickie Fowler, su compañero de partido en la última vuelta, le puso presión embocando un par de buenos «putts» para «birdie», pero acabó sucumbiendo ante la frialdad del «Tigre» y mandó dos bolas al agua en el 16. Pecados de juventud.

El extraordinario juego que está desplegando Tiger Woods –lleva seis victorias en el último año natural, el doble que el segundo que más ha ganado– es el fruto de la paciencia y de la confianza en Sean Foley, su entrenador desde 2010. Le ha cambiado por completo el «swing» –ver pegar a la bola a Tiger ahora y compararlo con el de hace diez años, son dos mundos distintos–, y esos cambios están dando sus frutos después de varios meses sin pegar bien a la bola. Además, no sólo ha vuelto a encontrar el camino del buen juego, sino también la estabilidad emocional junto a la esquiadora Lindsay Vonn. Un cóctel que le hace ser aún más favorito para el primer «Grande» del año, el Masters de Augusta, su gran obsesión. Después de cinco años sin ganar un «major», toca volver a la caza de Jack Nicklaus. El Augusta National le espera con los brazos abiertos.