Snowboard
Queralt Castellet doma hasta el viento en busca de la medalla olímpica que le falta: ya está en la final
La ryder y abanderada española disputa en Pekín sus quintos Juegos, con buenas sensaciones tras adaptarse al aire de la capital china
Cada cuatro años, un nombre sale a relucir en el deporte español: Queralt Castellet. Tendría que aparecer más porque es de las mejores de su deporte, pero la realidad es que con ella empieza y acaba todo. No hay nadie detrás en la élite del snowboard halfpipe de competición. Y no puede ni entrenar en España ni competir, por lo que se pasa todo el año de un lado para otro. De niña se fue a Nueva Zelanda para crecer en su deporte, que en un principio era la gimnasia, y después lo cambió por la tabla por el empuje de sus padres, y ahora vive temporadas en Estados Unidos y en Suiza. Está en Pekín en sus quintos Juegos Olímpicos, los segundos en los que ha sido la abanderada española, esta vez junto con Ander Mirambell; en 2010, en Vancouver, en solitario. En los primeros, en Turín 2006, tenía sólo 16 años. Ahora, con 32, se siente en su mejor momento y tiene la corazonada de que puede ser el definitivo. Ha ganado medallas en Mundiales y ha ocupado podios en las pruebas de la Copa del Mundo, sin ir más lejos en las cuatro últimas, pero el metal olímpico de momento le es esquivo. No siente que tenga una espina, pero sí tiene una ilusión. «Me encuentro súper cómoda. Llevo ya tres días de entrenos, los trucos están saliendo y el pipe está en buenísimas condiciones», asegura la catalana.
Queralt se metió sin problemas en la final (será a las 2:30 de la madrugada del miércoles al jueves y podrá verse en Eurosport) con la cuarta mejor puntuación (78,75), lograda en una primera ronda en la que ni siquiera asumió demasiados riesgos.
El proceso de adaptación ha tenido que ser rápido pero bueno. Primero al jet lag, de Estados Unidos a China. Después, a las circunstancias. «El factor del viento es el primer día cuando más lo noté», explica Queralt. «Para mí el viento es de lo más difícil de encajar, porque no sabes por dónde viene y te echa para dentro o para afuera», añade. Ella, que vuela muy alto y que además es liviana, con sus poco más de 50 kilos, que incluso tiene que hacerse todas las tablas a medida. «Han trabajado mucho en el tema del viento y han puesto una lona», desvela. También han sido unos días necesarios para encontrar las ceras que mejor vayan para la nieve artificial con la que se celebra la competición.
Adaptarse para competir. «Todos los Juegos son diferentes, todas las competiciones. Yo siempre voy con una mentalidad de estar arriba, luego las circunstancias son las que te encuentras en ese día. El objetivo es ser capaz de adaptarte lo mejor posible», describe la ryder catalana. «A nivel técnico y mental estoy en mi mejor momento. Estoy disfrutando de cada día que estoy en la montaña», prosigue. La montaña siempre está ahí para lo que necesite. Es más, su nombre, Queralt, significa «roca alta». «Con la pandemia hemos aprendido a dar más valor a cada segundo en la montaña, compitiendo y haciendo snowboard», reconoce Queralt, que en la nieve y las cimas recuperó también la motivación después del golpe duro que le dio la vida, cuando su novio y entrenador, Ben Jolly, falleció por culpa de un cáncer en 2015.
Ella ha tenido que reinventarse para seguir mejorando, porque los trucos son cada vez más complejos y los vuelos cada vez mayores. También las rivales se multiplican. «De las japonesas me gusta la fluidez, que se centran en los detalles, todo limpio. Yo soy muy fan de su forma de trabajar. A mí me inspiran. La americana, Chloe Kim, es una bomba de energía que cuando sale saca todo [fue la campeona olímpica hace cuatro años y la mejor en la clasificación, con 87,75]. Es increíble de ver. Y las chinas son la revolución, la progresión después de lo que han estado trabajando en estos los últimos años. Son diez o doce rivales-compañeras que pueden estar en el podio», opina Castellet.
En Turín 2006 obtuvo el puesto vigésimo sexto, en Vancouver 2010 llegó la gran decepción porque una fuerte caída en los entrenamientos le impidió estar en la pelea. En Sochi 2014 fue undécima tras fallar en sus dos intentos y en Pyeongchang 2018 consiguió su mejor puesto, el séptimo, diploma olímpico. En Pekín está Queralt «sola», porque su entrenador se tuvo que quedar en casa por culpa del covid y su fisio tampoco ha podido viajar por motivos personales. Otro factor más al que hay que adaptarse.
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