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Mortadelo y Filemón se despiden de los Juegos Olímpicos

«París 2024» es la obra póstuma de Francisco Ibáñez, la despedida de los investigadores favoritos de España

Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón.
Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón. Marta PérezAgencia EFE

Cada cuatro años el mundo vive pendiente de los Juegos Olímpicos y los Juegos, de Mortadelo y Filemón. Francisco Ibáñez, el inventor de la pareja de investigadores más importante de la literatura española, falleció el 15 de julio del año pasado, pero en su cabeza ya estaba una nueva aventura olímpica de Mortadelo y Filemón.

En su cabeza y en el papel. Dejó inconclusa la obra que Bruguera ha recuperado de manera póstuma. Una joya que permite ver los bocetos del gran historietista. Los dibujos todavía a lápiz van acompañados del guion en la página de al lado. Un guion escrito a máquina y todavía sin trasladar a los bocadillos que acompañarían las viñetas en la edición definitiva a los dibujos, que en esta obra quedaron todavía sin entintar.

Cuenta el editor en el prólogo que Ibáñez acostumbraba a llevar los originales a la editorial en una carpeta y que ya había hecho dos entregas. Estaban pendientes de una tercera que, gracias a Nuria, la hija del autor, se puede ver también en esta historieta inconclusa en la que aún no hay color, pero en la que están Ibáñez y, por supuesto, Mortadelo y Filemón.

Porque el estilo se reconoce en el dibujo y en el guion, con sus onomatopeyas y con sus puntos suspensivos. Ibáñez tenía una manera personal de contar, con el misterio de las novelas de detectives pero con un humor absurdo e inigualable. Un estilo reconocible que el autor llevó hasta sus últimos días para que Mortadelo y Filemón pudieran salvar de los malos estos Juegos Olímpicos de París. Aunque fuera en blanco y negro. Como si fueran Bogart en «El Halcón Maltés» pero pasados por el desastre y el humor.

Portada de París 2024
Portada de París 2024Editorial Bruguera

París 2024 es la última historieta de Ibáñez, una obra póstuma e inconclusa, pero coherente. Una manera de dar continuidad a un trabajo de más de 60 años que ha pasado de generación en generación.

Quizá le tengamos que agradecer que no terminara la obra, como si fuera una manera de decir que Ibáñez y Mortadelo y Filemón no se acaban nunca, que son eternos y que siempre hay una excusa para volver a ellos. Que van a estar ahí para siempre, como han estado desde 1958. Y que no se terminan nunca, aunque los Juegos de París 2024 hayan sido la última aventura de los mejores investigadores de la historia. O, por lo menos, los más divertidos.