Rugby

Mundial de Rugby 2023: un plato fuerte para empezar… ¿y para terminar?

Francia y Nueva Zelanda (27-13), dos de los favoritos para jugar la final el 28 de octubre, abrieron en París la Copa del Mundo

Argentina e Inglaterra debutan en Marsella
Argentina e Inglaterra debutan en MarsellaAgencia AP

La décima Copa del Mundo de rugby arrancó en París con el mejor partido posible, un Francia-Nueva Zelanda (27-13 para los anfitriones) que la organización querría repetir dentro de seis semanas, el día de la final, en el mismo escenario de Saint-Denis. Los anfitriones y los All Blacks no encabezan el ranking mundial (Irlanda) ni defienden el título logrado en 2019 en Japón (Sudáfrica), pero han jugado mejor que nadie y obtenido los mejores resultados durante todo el cuatrienio. Los galos pretenden cerrar el círculo que abrieron en la edición inaugural de 1987, cuando los históricos exponentes del rugby-champán (Blanco, Sella, Camberabero, Berbizier y el granjero Daniel Dubroca como capitán…) perdieron la final contra los neozelandeses en el Eden Park de Auckland.

Queda mucho, sin embargo, para eso y la dureza intrínseca del rugby impide pensar a largo plazo. Detrás de cada placaje puede haber una desgracia, como las que lamentan franceses y neozelandeses al término de un verano de partidos (nada) amistosos de preparación que han sido una carnicería, en la que los Bleus han perdido a Romain Ntamack, su prodigioso medio de apertura, y los oceánicos a Tyrel Lomax, sostén de su melé, y a Seevu Reace, el máximo anotador de ensayos de la temporada. En la lista de 33 de ambos conjuntos, figuran titulares indiscutibles (Anthony Jelonch, Jonathan Danty, Cyril Baille, Jordie Barrett, Brodie Retallick, Sam Whitelock) que han arrancado el certamen lesionados e irán entrando en liza a lo largo del torneo.

Los cuerpos técnicos de Francia y Nueva Zelanda son conscientes de que se jugarán la Copa del Mundo al final del puente del Pilar. El 14 y 15 de octubre, en efecto, están programados unos cuartos de final que se antojan diabólicos para los dos favoritos. Tanto los anfitriones como los All Blacks se clasificarán en un grupo que completan como víctimas propiciatorias Namibia, Uruguay e Italia. Y en el cruce, esperará un coco.

Los supervivientes del Grupo A se medirán con los del B, bien llamado «de la muerte» porque figuran en él la campeona en título, Sudáfrica, la primera del ranking, Irlanda, y, como aguafiestas, una Escocia cuajada de talento a la que su entrenador, John Rutherford, ha imprimido un estilo de movilidad e improvisación que la hace capaz de derrotar a cualquiera. De este Grupo B saldrán dos adversarios colosales para Francia y Nueva Zelanda, a los que el calendario proporciona una enorme ventaja: tienen un mes para preparar un cuarto al que sudafricanos, irlandeses y/o escoceses llegarán exhaustos (y, probablemente, con bajas) por la intensidad de los duelos entre ellos… más la propina de Tonga, una de esas selecciones polinésicas compuesta de muchachos con anatomía masiva que han convertido la trituración de huesos en una de las bellas artes.

Los dos semifinalistas que salgan de los grupos A y B, ahora sí, tendrán muchas papeletas para disputar el 28 de octubre en el Stade de France la final de la X Copa del Mundo de rugby, uno de esos eventos universales que, con la vara de medir de la audiencia televisiva, solo palidece ante los Juegos Olímpicos o el Mundial de fútbol.

Este desequilibrio entre las dos mitades del cuadro obedece a los problemas que las otras grandes selecciones acarrean desde hace un tiempo, a la imagen de Australia e Inglaterra, que han cambiado de seleccionador hace pocos meses y ni el veterano Eddie Jones en los Wallabies ni el novel Steve Borthwick en el XV de la Rosa han podido mitigar la crisis de resultados. Las dudas en Gales son tan grandes, que las casas de apuestas cotizan a la baja su eliminación en la fase de grupos ante Fiyi, mientras que Argentina se ha encomendado a una generación de retirada y a un técnico extranjero (el controvertido australiano Michael Chejka) para mitigar la crisis económica que ha arrasado sus estructuras profesionales.