Lo importante es participar

Seis jinetes viajaron en el espacio y en el tiempo

España boicoteó los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 por motivos políticos, aunque el equipo de equitación sí pudo participar

Carlos López Quesada, en pleno salto
Carlos López Quesada, en pleno saltoChacco Marketing

Los Juegos de 2024 no serán los primeros que se celebren conjuntamente en Europa y Oceanía. Porque la mayoría de las pruebas serán en París u otras ciudades galas –la ya clásica deslocalización del fútbol, la primera fase del baloncesto en Lille o la vela en la costa provenzal– y el surf será en la playa polinésica de Tehaupo’o, en el territorio de ultramar francés de Tahití. En 1956, por un motivo muy distinto, los Juegos de Melbourne tuvieron como subsede Estocolmo. Una epidemia de peste equina impedía a los caballos viajar a Australia, de modo que la capital sueca albergó las pruebas hípicas… cinco meses antes del encendido de la antorcha.

El suceso tuvo una influencia determinante en la participación española, ya que la representación nacional en esos Juegos de la XVI Olimpiada quedó reducida a los binomios ecuestres que viajaron en junio a Suecia. Las competiciones en Melbourne empezaban a finales de noviembre, en el verano austral, pero la URSS invadió Hungría a inicios de mes para aplastar la revolución aperturista de Imre Nagy. España, junto a Suiza y Países Bajos, reclamó la exclusión de los soviéticos y ante la negativa del Comité Olímpico Internacional, decidió boicotear los Juegos.

Al final de esa primavera, sin embargo, no había razones políticas para privar a los jinetes clasificados de su participación olímpica, de modo que España marchó a Estocolmo con la delegación más exigua de su historia: seis jinetes con sus respectivas monturas para competir en las pruebas de saltos y concurso completo, tanto individual como por equipos. No viajaban sin ambición, pues la Copa de las Naciones había sumado dos preseas al hasta entonces exiguo medallero español, el oro de Ámsterdam 1928 y la plata en Londres veinte años más tarde. Y aunque esta vez no hubo metal, el terceto de obstaculistas firmó una honorable sexta plaza que le valió la obtención de un diploma olímpico, reconocimiento que se otorgaba desde 1949.

Los primeros en saltar a la hierba del viejo estadio holmiense que había acogido los Juegos en 1912 fueron los binomios del concurso completo. Joaquín Nogueras Márquez, Faustino Domínguez y Hernando Espinosa de los Monteros terminaron el durísimo triatlón ecuestre, pero no pudieron evitar ser decimoctavos y últimos por equipos, ni brillaron individualmente, ya que el mejor fue Nogueras, sobre la yegua «Thalia», 49º sobre 56 participantes. Los saltadores Carlos López, Paco Goyoaga y Carlos Figueroa lograron clasificarse para la final de los 45 mejores e incluso pleitearon frente a los mejores los dos primeros en las rondas iniciales, para terminar en unas meritorias decimocuarta y decimoquinta plazas, que se sumó al reseñado diploma por equipos, por delante de potencias como Francia o Suecia.

La hípica española no agrandó en Estocolmo su palmarés olímpico, intacto hasta las dos medallas que Beatriz Ferrer-Salat logró en doma en Atenas 2004, bronce en solitario y plata por equipos junto a Juan Antonio Jiménez, Rafael Soto e Ignacio Rambla. En la modalidad de saltos, aún siguen sin sucesores los medallistas de 1948 y no parece que la tendencia vaya a romperse el próximo verano en París. Pero para esa media docena de afortunados que estuvo en Suecia, de verdad que lo importante fue participar.