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Djokovic ya está ahí: gana a Tsitsipas la final de Roland Garros y se coloca a un Grand Slam de Nadal y Federer

El número uno recurrió a su fortaleza mental para remontar al griego un partido que vio perdido: 6-7 (6/8), 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4. Ya ha conquistado al menos dos veces todos los Grandes

Djokovic celebra su triunfo en la final de Roland Garros 2021 ante Stefanos Tsitsipas
Djokovic celebra su triunfo en la final de Roland Garros 2021 ante Stefanos TsitsipasMichel EulerAP

Djokovic lo volvió a hacer. El número uno del mundo demostró que tiene mil vidas y que en una pista de tenis nunca hay que darle por acabado. Parecía perdido en la final de Roland Garros, a merced de Tsitsipas, gran dominar después de un primer parcial más igualado. Tenía el serbio esa cara de desesperación que muestra muchas veces. De desquiciado. Parecía que se dejaba ir, pero no hay que fiarse. Su cabeza está pensando la manera de encontrar soluciones y los cinco sets le dan margen para hacerlo. Apretó Nole, empezó a hacer los intercambios duros y a tirar de derecha con una fuerza y precisión extraordinarias. Y así comenzó la escalada para el 6-7 (6/8), 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4 definitivo. No es un triunfo más en su carrera. Con él logra mucho: ya tiene 19 Grand Slams y se sitúa a uno de Federer y Nadal en la pelea histórica que protagonizan. Ya está ahí, viene recortando desde atrás desde hace unos años ya. Pero es que además es el primero de la era moderna en tener en su palmarés al menos dos veces los cuatro títulos grandes. Federer sólo ha triunfado una vez en París y Nadal, una en el Open de Australia. Antes sí lo habían conseguido Rod Laver y Roy Emerson.

Stefanos Tsitsipas empezó el primer juego de la final con una doble falta (¿nervios?) y lo cerró con tres saques directos (¿confianza?). Las dudas que podía haber sobre la actuación del griego, que sólo tiene 22 años, en el que era su primer partido decisivo para ganar un Grand Slam terminaron pronto. No las hubo. Jugó decidido, confiado en sus posibilidades y sí, no sólo respondía al número uno, es que lo hacía siendo mejor en los momentos decisivos del primer set y pasándole por encima después. Nole, que derrotó al rey de París en semifinales, que pudo con Nadal en una semifinal inolvidable, tuvo que recurrir de nuevo a una de sus mejores armas, la fortaleza mental. Porque el golpe de derecha de Tsitsipas era un tormento y estaba muy centrado, ya que en el equilibrado set inicial, el primero que tuvo una ventaja de verdad fue el serbio. Logró un break con 5-5 que parecía dispararle, pero no supo concretar con su servicio y rápidamente llegó la contrarrotura para forzar un tie break absolutamente vibrante. Empezó 0-4 el heleno y en el primer punto que perdió se fue al suelo por un resbalón. Pero estaba tan centrado y tan lanzado, que casi ni se limpió. Un poquito de toalla y a jugar de nuevo con el codo lleno de tierra para ponerse 2-5 con una derecha paralela fantástica. No había dicho la última palabra el número uno. Cambiaron de lado y con el viento a favor, el serbio recuperó terreno con cuatro puntos seguidos para propiciarse un punto de set que se resolvió con mucho misterio. El resto de Djokovic fue a la línea, la respuesta apuradísima de Tsitsipas también tocó la zona blanca cuando parecía que se podía ir fuera, y después logró un ganador. Apretó Nole con la profundidad de sus tiros, pero no le sirvió porque Tsitsipas estaba de dulce.

Aprovechó la inercia el rubio de la melena para comenzar el segundo set con un break y seguir torturando al mejor tenista del momento. Djokovic le buscaba la zona del revés, pero por ahí se defendía perfecto, para entrar en pista en cuando podía y dominar con la derecha. Es que hizo de todo Tsitsipas: sirvió bien, corrió y defendió mucho y fue valiente para apretar sin dudar viendo a un oponente muy tocado. Con la segunda rotura, ya ni lo intentó el serbio. Tiró el último juego. Tampoco se desesperó ni gritó. Ha mantenido la calma todo el torneo y ha sabido encontrar respuestas cuando ha estado contra las cuerdas, como en el arranque del duelo contra Nadal (5-0) o en los octavos ante Musetti, que lo empezó, como la final, con dos sets perdidos.

También esta vez. La clave era resistir e insistir para frenar el vuelo del tenista griego, que seguía a lo suyo. Pero en el cuarto juego el tercer set cambió el partido. Resitía Tsitsipas los ataques de su rival. Salvó una pelota de break, dos, tres, cuatro con jugadas al ataque, tirando; o con defensas increíbles. Quizá si llegaba al 2-2 ahí Djokovic se hubiera rendido. Pero el serbio pegó con el alma su tiro de derecha y al final consiguió el break que lo cambió todo. Todavía insistió el heleno en ese parcial pese a ir con una rotura abajo, no se abandonó, pero el tenista que había enfrente ya era otro. Un cañón en la derecha y la escuadra y el cartabón con el revés para taladrar a su oponente, que empezó a tirar fuera algunas pelotas que antes no fallaba.

Pidió asistencia médica Tsitsipas para que le tratara las lumbares. Hasta se cambió la camiseta, que estaba llena de tierra desde el primer set, pero había preferido seguir con ella. Esta vez estaba más afectado psicológicamente y en el cuarto set desconectó el tenista nacido en Atenas. En cuanto se vio 3-0, empezó a jugar rápido a hace dejadas sin sentido, a jugarse ganadores en posiciones de desventaja. Todo quedaba a un quinto set agónico. Por cierto, desde 2004 no se decidía al campeón en el último parcial, lo que habla de la grandeza de Nadal: en sus 13 títulos nunca ha necesitado forzar tanto.

El comienzo era determinante. El griego venía de un bajón y Djokovic estaba en el cielo y no iba a frenar. Sabía que tenía que seguir apretando. Cada servicio para Tsitsipas era como ir al purgatorio. Pasaba un mal rato. Sobrevivió a la primera bola de break y ganó ese primer juego, pero cuando tuvo que volver a ponerse ahí, cedió su saque. No porque no lo intentara, es que el número uno resta tan bien y tan profundo que roba la iniciativa. Es espectacular la intuición que tiene en ese golpe, y la calidad para ponerla allí a milímetros de la línea. Con el break en su mano ya acariciaba la Copa de los Mosqueteros. El griego se soltó en esa situación desesperada, pero el número uno ya estaba en modo máquina. Menudo tenista es Nole, más en la pelea que nunca contra Nadal y Federer.