Tenis
La victoria de Alcaraz en Wimbledon, mucho más que un triunfo
Carlitos destronó a Djokovic en La Catedral y rompió su sueño del Grand Slam. El murciano es un fenómeno mundial imparable
El tenista del año ha sido Novak Djokovic. El serbio ha ganado la Copa de Maestros y tres Grand Slams (Open de Australia, Roland Garros y US Open), además de disputar la final del otro torneo grande, el más histórico (Wimbledon). Entre la resaca del covid (no pudo jugar en Miami e Indian Wells en marzo al no poder entrar en Estados Unidos sin estar vacunado) y los 36 años que tiene Nole, que le hacen mimar el calendario, sus apariciones han sido pocas, pero imponentes. A la espera del deseado y anunciado regreso de Rafa Nadal en Brisbane, 2023 se convirtió en una pelea entre la leyenda de Djokovic contra algunos de los tenistas de la nueva generación. Y sobre todo uno (o dos al final) ha conseguido salir victorioso de una de las batallas más importantes contra el mito.
Por eso el triunfo de Carlos Alcaraz en Wimbledon no es uno más. Es un símbolo. De un tiempo a esta parte cuando Novak se ha propuesto algo lo ha conseguido: ser el que más Grand Slams ha conquistado en la historia (y su remontada sobre Rafa y Federer desde 2010 ha sido espectacular), el que más Masters 1.000 acumula, el que más semanas ha estado en el número uno... Ganar los cuatro «Grandes» el mismo año era su meta en 2023, pero el joven murciano de 20 años lo ha impedido, como hizo Medvedev en 2021 al ganarle la final del US Open. Alcaraz se llevó un partido en la central del All England Club con todo en contra, si se analizan los números: apenas había pasado un mes desde el anterior enfrentamiento con Nole en Roland Garros, y los nervios le traicionaron, como admitió después, y su cuerpo empezó a sufrir calambres justo cuando había igualado esa semifinal en la tierra de París. Acabó el partido, pero no pudo seguir compitiendo. Perdió. En la hierba londinense comenzó con 5-0 a favor de Djokovic en el primer set. Parecía el clásico golpe de autoridad. Además, Novak no perdía en ese torneo desde 2017 y en la pista central desde 2013. Contra todo eso jugó Carlos y venció en un duelo que ya ha pasado a formar parte de la historia del tenis.
Ha sido el punto culminante de una temporada de mucho aprendizaje para el murciano. La primera parte fue prácticamente impecable: no pudo jugar en el Open de Australia, pero después ganó Buenos Aires, Indian Wells, Barcelona, Madrid, Queen’s y Wimbledon. En la segunda mitad tuvo un bajón que puede considerarse como normal, sobre todo si le ha servido para sacar conclusiones. «El pero de la temporada es que a partir del US Open hemos bajado un poquito el nivel, y en ese aspecto hay que mejorar, estar más concentrado en lo que es ser profesional de cara a toda la temporada. Para ser un gran profesional, hay que controlar todas las áreas. Entrenar tres horas en la pista y luego está el resto fuera: hacer las cosas cuando toca, pasárselo bien cuando toca, desconectar cuando toca... Hay que mejorar ciertas cosas que él las sabe y lo está intentando», aseguró Juan Carlos Ferrero, su técnico, su padre deportivo.
Una lección nueva que está trabajando, que ha hablado con su psicóloga y con su equipo, para un tenista que ya empieza a trascender lo deportivo. Sus golpes y su manera de jugar le han convertido en un fenómeno global que llena las pistas de tenis de todo el mundo, ya sea para un partido oficial como para una exhibición como la última que ha disputado en México ante 20.000 espectadores. Su vida definitivamente no volverá a ser la misma. La progresión que lleva le coloca muy alto, y su ambición también: «Quiero ser uno de los mejores de la historia», dice. Después de Wimbledon, ha perdido los dos partidos que ha jugado contra Djokovic, pero otro chaval le tomó el relevo. El italiano Jannik Sinner, dos años mayor que Carlos, venció al serbio un partido en la Copa de Maestros (aunque luego perdió con él la final) y, sobre todo, otro de la Copa Davis en el que Nole llegó a tener tres puntos definitivos. Serbia fue eliminada y el ganador de 24 Grand Slams casi acabó llorando. Se había propuesto ganar ese título para su país y no pudo, como le pasó en Wimbledon.
Alcaraz, por tanto, ya sabe que el peligro para 2024 le viene tanto del pasado como del presente.
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