Suiza

Don Draper es puro Shakespeare

La pensión de las pulgas abre sus puertas con una sesentera revisión de «Macbeth» llevada al mundo de la empresa. La sala, en un primer piso, fue en su día el hogar de la cupletista la Bella Chelito

De izda. a dcha., Inma Cuevas, Daniel Pérez Prada, Víctor Dupla, Pepe Ocio, Maribel Luis, Francisco Olmo, Manuel Castillo, Rocío Calvo, Francisco Boira y Rocío Muñoz-Cobo, los protagonistas de «MBIG»
De izda. a dcha., Inma Cuevas, Daniel Pérez Prada, Víctor Dupla, Pepe Ocio, Maribel Luis, Francisco Olmo, Manuel Castillo, Rocío Calvo, Francisco Boira y Rocío Muñoz-Cobo, los protagonistas de «MBIG»larazon

Don Draper empuña una estilográfica ensangrentada y tiembla ante lo que acaba de hacer: ha matado a Roger Sterling –o acaso a Bertram Cooper, y si no, lo hará más adelante, porque nada le detendrá– para convertirse en el director de Sterling, Cooper, Draper & Price. A su lado no está la gélida Mrs. Draper, sino una torrencial Elizabeth Taylor en un salto de cama negro, escapada acaso de «La gata sobre el tejado de zinc», que le regaña como a un niño: para llegar a rey, hay que mancharse las manos. ¿Cómo? ¿Que ese episodio de «Mad Men» no les suena? ¿Que la divina Liz nunca compartió pantalla con Jon Hamm? ¿Que si he bebido? No a esto último –al menos, no hoy–, sí al resto. Pero he ahí la grandeza del teatro. Y la de «MBIG», lo nuevo con el sello de La Casa de la Portera, un espacio singular que se ha convertido en el «teatro» de moda del circuito alternativo madrileño en el último año. Los «porteros», léase José Martret y Alberto Puraenvidia, se han embarcado en una nueva aventura: una segunda casa teatral, en la línea de la primera, donde seguir haciendo de las suyas. Se llama La pensión de las pulgas y está en el 48 de la calle Huertas de Madrid.

Casi clandestino

Conviene que lo apunten bien si quieren ir –es una experiencia muy recomendable–, porque igual no lo encuentran a la primera. Como con La casa de la portera, La pensión de las pulgas es un espacio casi clandestino, escondido y, a tenor de la particular revisión del «Macbeth» de Shakespeare con la que han botado la nave, subversivo. Cómo no va a serlo: la propia historia del general escocés, al que tres brujas le profetizan que será primero barón de Cawdor y después rey, y de cómo éste, instigado por su viperina esposa, se asegurará de que la profecía se cumple con un reguero de sangre, sigue siendo el mayor tratado sobre la ambición que se haya escrito. Y, como tal, sujeto a cualquier lectura contemporánea. Y aquí volvemos a lo que Martret y Puraenvidia han hecho en «MBIG»: llevarse «Macbeth» a los años 60, en un espacio retro conquistado por muebles-bar vintage y estampados imposibles que harían las delicias de Wong Kar Wai, con «Mi vida», de Betty Ford, sobre una mesilla. La corte medieval, desde el rey Duncan a Banquo, Macbeth y Macduff, parecen salidos de un anuncio de Martini, y las brujas, dos en este caso, aunque dando voz a tres –la versión respeta la esencia del verso shakespeariano–, son arpías de domingo desarrollista. «Nos inspiramos en la estética de Tippi Hedren o de las secundarias de las películas de Hitchcok», cuenta Martret, que reconoce las referencias que menciono y aporta alguna más: «Es un poco ''Mad Men'', sí, y también la película ''Lejos del cielo'', que nos encanta». Y cuenta que su Lady Macbeth, una soberbia y magnética Rocío Muñoz-Cobo, tiene algo de la Taylor, aunque ellos pensaron más en Ava Gardner, tan animal. No les falta razón: la actriz, junto a Fran Boira, el siniestro, muy medido y siseante Macbeth, con algo de lagarto y algo de hiena, pero poderoso en sus explosiones de rabia y en los memorables monólogos, componen una pareja imponente y escalofriante.

Ayuda, claro, sentir que hemos viajado en el tiempo. «Todo el atrezo es parte de la obra, tanto con La casa de la portera como con este espacio», explica Martret, autor de la versión y director del montaje, mientras que Puraenvidia firma el espacio escénico. Este primer piso, al que se accede por un portal antiguo, sin letrero alguno que diga lo que se cuece en su interior, acoge lo que fue el hogar de la Bella Chelito, cantante de principios del XX que hizo famoso el cuplé «La pulga». De ahí el nombre de la sala. «El portal es lo que más queda de la casa de la Chelito, pero cuando pasas el umbral, los muebles y todo lo demás están creados para la obra», explica el director. «Era un local en blanco y vacío, y Alberto lo ha ido transformando e interviniendo».

Brujas a lo Hitchcok

Como el dúo protagonista, el reparto, en general, está regio: el Duncan presidencial de Manuel Castillo, el Banquo repleto de matices de Daniel Pérez-Prada, las brujas divertidas y terroríficas de Maribel Luis y Rocío Calvo... Sin olvidar a Inma Cuevas, sugerente azafata empresarial a quien el autor reserva unos añadidos entre acto y acto en los que imparte al respetable lecciones de filosofía empresarial, píldoras de beneficios, eficiencia y porcentajes de éxito. «Estuve un año y medio leyendo a los grande gurús empresariales para escribir esos monólogos», cuenta Martret. El mensaje es obvio: lo que imaginó Shakespeare no anda tan lejos de esa jungla que es el mundo de los negocios. «Después de hacer Chéjov a dos palmos de los espectadores en La casa de la portera, pensamos qué pasaría si hicieramos un Shakespeare tan cerca del público. Miré a mi alrededor para ver qué pasaba, y vi que la ambición desmesurada de un señor hacía tambalerase a instituciones como la Monarquía, que hace cinco años parecían imperecederas, o cómo otro tiene 56 millones en Suiza, que no sabe ni qué hacer con ellos, y eso le lleva a la cárcel, al fracaso absoluto, como nuestro Macbeth. Cualquiera de los dos ha perdido el honor. Viendo eso, empecé a jugar a ver qué pasaba».

El resultado está llamado a ser una sensación de la cartelera. No será lo único: en enero de 2014 estrenarán «Dorian», una revisión de Carlos Be de «El retrato de Dorian Gray», y en abril, Luis Luque dirigirá una nueva obra de Paco Bezerra. No programarán por días, como en La casa de la portera, sino que cada obra se mantendrá unos meses, aunque huyen de la planificación excesiva: «El futuro lo tenemos muy incierto, ahora a finales de noviembre cierro la programación de diciembre de La casa de la portera», asegura el fundador de la sala. En definitiva, se trata de hacer lo que les gusta: buen teatro.

Tres salas y 35 espectadores

El particular formato de «MBIG» y de La pensión de las pulgas obliga a un aforo reducido en cada función: 35 espectadores. José Martret explica sobre la viabilidad de este proyecto que «da para mantenerse, sabemos que no nos vamos a hacer ricos con estos proyectos, pero nos da otras cosas, tanto a nosotros como a los actores: es una manera de visibilizar nuestro trabajo». Y aclara el director que la idea de abrir este segundo espacio «surge con la necesidad de seguir trabajando, haciendo proyectos y creando. Y, como no confiamos en las instituciones, nosotros mismos nos vamos dando el trabajo. Decidimos apostar por un nuevo espacio, más grande para poder dar un paso más y que todo sea más teatral». La pensión de las pulgas tiene tres salas, una habitación más que La casa de la portera, y su propia personalidad, pero mantiene las mismas señas de identidad: «Nos gusta que el público viva una experiencia teatral única, absolutamente diferente».

- Cuándo: de miércoles a sábado, 20:30 h. Domingos, 13 h.

- Dónde: La pensión de las pulgas. Madrid.

- Cuánto: 20 euros. Tel. 638.752.812.