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Política industrial, la otra gran asignatura pendiente del Gobierno
Miles de empresas al borde del precicipio necesitan de una política de Estado, que también reclama la UE, para entrar en la era de la digitalización. Sánchez pretende movilizar en cinco años 140.000 millones de inversión pública y privada
Tiempos decisivos también para la industria española, golpeada por la COVID-19 cuando aún no se había recuperado de la Gran Recesión. Su reto será no solo sobreponerse una vez más a la adversidad de dos crisis tan severas y tan seguidas, sino que deberá hacerlo en un contexto de cambios tecnológicos que le exigirá una profunda transformación para adaptar sus productos a la nueva demanda y superar la escasa productividad. Y aquí tendrá el Gobierno otro foco de atención dentro y fuera de los Presupuestos -cuya ardua negociación se pone en marcha- porque miles de empresas, especialmente pequeñas y medianas, requerirán su ayuda para acometer la necesaria revolución, ya que carecen de recursos para ello.
Es la tesis que defiende Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense, en el informe «La industria española ante el COVID-19» de Funcas. Ha llegado el momento de que las autoridades hagan «una apuesta por la industria y por los servicios avanzados, aprovechando también el apoyo y las orientaciones de los programas europeos diseñados para la recuperación», propone. En esa línea, el presidente Pedro Sánchez anunció el pasado jueves el Plan España Digital 2025, con el que pretende destinar hasta 140.000 millones a la digitalización de nuestra economía.
Si bien el PIB español recuperó en 2017 los niveles previos a la crisis de 2008, la COVID-19 ha sorprendido a la industria manufacturera española cuando todavía no los había igualado. El impacto, salvo en el automóvil, ha sido menor que por ejemplo en el sector servicios, pero afecta duramente a las exportaciones y la demanda de bienes de equipo, que cayeron el 39,3% solo en abril.
Ese mismo mes, la producción industrial sufrió una reducción histórica del 33,6% (la industria principal del automóvil un 98,7%). Las estimaciones de contracción en el segundo semestre están entre el 25-30%, pero aventuran una recuperación más rápida a partir del tercero. Con todo, se espera que el VAB (Valor Agregado Bruto) del 2020 caiga un 11%, con lo que el próximo año igualaría el de 2016 y en 2022 el de 2019.
La COVID-19 lo acelera todo
Toca apretar los dientes, y Myro recalca que el esfuerzo vendrá marcado por el contexto de «profundos cambios tecnológicos y productivos derivados de las transiciones ecológica y digital, que la pandemia va a acelerar. Además, ha de hacerlo en el nuevo marco de la reindustrialización que lideran Alemania y Francia», a los que pone como ejemplo. Para ello el Estado, que siempre se ha quedado «corto» en ayudas, debe proteger a las empresas solventes con subsidios «e incluso entrar de forma temporal en el capital social», defiende el profesor.
La anterior crisis fomentó la internacionalización de la industria española, lo que permitió mantener su peso en nuestra economía (12,4% del valor añadido total). Sectores como el automóvil, el químico o el alimentario se han sabido insertar en el engranaje europeo atrayendo inversiones, con lo cual revelan «una aceptable competitividad». Pero hay que poner el foco en la escasa productividad, expone el informe, lo que hace urgente una política industrial centrada en la investigación tecnológica y la innovación ante «la nueva revolución» de la digitalización y la inteligencia artificial.
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