Crisis social
Las colas del hambre de Iván Redondo
Aunque Sánchez y su gurú intenten maquillarlo, el empobrecimiento de la clase media es una realidad
Por mucho que se empeñen Pedro Sánchez y su gurú, el inquietante y controlador Iván Redondo, 2020 pasará a la historia como el año del coronavirus y en el que volvieron las colas del hambre a las calles de muchas ciudades españolas (en los pueblos es más difícil ver estas estampas) y a las puertas de organizaciones dedicadas a la caridad y a ayudar a los demás, entre las que cito tan solo a dos: Cáritas y Cruz Roja.
Coincidí a finales del pasado verano con el máximo responsable de esta última organización en una provincia. Durante el tiempo que estuvimos juntos, su teléfono móvil emitía una señal tras otra sin cesar.
Pregunté y me explicó que eran las notificaciones sobre las solicitudes de ayudas en tiempo real que estaban recibiendo en su organización. Me explicó que se trataba de peticiones que venían de personas o familias que calificaba como de «clase media», que nunca hubiesen pensado que se llegarían a encontrar en una situación similar. Y es que esa ha sido una de las constantes y de las novedades de esta crisis: que ha afectado no solo a los más desfavorecidos y vulnerables, sino también a gente de la clase media.
Esa foto de las colas está ahí y, mucho me temo que seguirá ahí durante los primeros seis meses del año próximo, por poner un plazo. Es posible incluso que vaya a más. De nada servirá que Pedro Sánchez, dedicado solo a la imagen y propaganda por obra y gracia de su gurú, a la vez que controlador mayor del Reino, el inquietante Iván Redondo, haga lo imposible para que no aparezcan y se ponga a contratar agencias de comunicación e imagen para evitarlo. No será posible.
La realidad es la que es y se podrá maquillar, pasar a un segundo plano, pero la foto de las colas del hambre continuará ahí, aunque sea en un segundo plano. Y eso a pesar de que la cadena agroalimentaria ha funcionado correctamente y no ha habido desabastecimiento de productos de primera necesidad. Lo dicho: Sánchez y Redondo, o Redondo y Sánchez, tanto monta, monta tanto, no podrán ocultarlo.
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