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Opinión

No, no llores por mí, Cataluña

Cataluña fue la Inglaterra del Mediterráneo en el siglo XIX y la zona económica española más pujante, pero en los años 80 del siglo XX inició un declive ininterrumpido

El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol en un homenaje a su figura celebrado en Barcelona, en una imagen de archivo Marta PérezEFE

María Eva Duarte (1919-1952), «Evita», nunca dijo «No llores por mí Argentina», quizá la única referencia que, en el mundo de la imagen y el sonido, tienen generaciones de la primera y carismática mujer del presidente argentino Juan Domingo Perón (1895-1974), fundador del peronismo, movimiento populista que todavía hoy gobierna en el país austral. «No llores por mí, Argentina», es la canción emblemática del musical del mismo nombre, de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber, inspirado vagamente en un histórico discurso de Eva Perón a los llamados «descamisados», las bases del peronismo, pronunciado en 1946 desde un balcón de la Casa Rosada de la capital porteña. Argentina entonces, recién acabada la II Guerra Mundial, todavía era una potencia económica, aunque ya en un declive iniciado en los años 30 del siglo pasado.

Hace ahora poco más de un siglo, en 1917, Argentina era una de las diez naciones más ricas del mundo, con un PIB per cápita de 5.628 dólares, frente a los 8.669 Estados Unidos o los 4.331 de España, medidos en dólares constantes de 2011, según datos del Cato Institute y de Angus Madison. Un siglo después, en 2018, las cifras eran: 55.719 dólares para Estados Unidos, 34.831 para España y solo 18.288 para Argentina, en donde la prosperidad era un recuerdo lejano en el que había quedado olvidado que España no igualó en renta per cápita a Argentina hasta 1975. El lento y prolongado declive hasta la práctica ruina ha sido el resultado –está muy estudiado– de años y años de gobiernos populistas que se mantuvieron en el poder –y volvieron cuando fueron temporalmente apartados– gracias al clientelismo y a tener a buena parte de la sociedad subvencionada, aunque cada vez más en la miseria.

Cataluña celebra hoy unas elecciones cuando menos atípicas. En vísperas de la cita con las urnas, un empresario catalán, catalanista templado –votante histórico de la Convergencia de Pujol, pero que también escogió alguna vez la papeleta de los socialistas–, habla de que Cataluña vive inmersa en lo que llama «peronismo emocional» y compara, desde la distancia –que es mucha– el retroceso económico argentino y el catalán. Cataluña, por haberse subido al tren de la revolución industrial, fue denominada la Inglaterra del Mediterráneo del siglo XIX. Por supuesto estuvo a la cabeza del desarrollo económico y del bienestar en España durante decenios.

Las cifras son muy conocidas, pero también elocuentes y no se pueden obviar. Todavía en 1980, el PIB per cápita catalán era, por ejemplo, casi un 35% mayor que el de Madrid, la gran rival histórica. En 2019 –los datos de 2020 son provisionales–, la situación se había invertido, y Madrid estaba por delante más de un 13% en PIB per cápita y País Vasco y Navarra también habían superado a Cataluña. El «sorpasso» llegó además en términos absolutos, porque en 1980 la economía catalana era la mayor de España con un 19,2% del total, mientras que en 2019 ese puesto lo ocupaba Madrid con el 19,3% y Cataluña apenas rozaba el 19%, con casi un millón más de habitantes. El antiguo Principado todavía es uno de los motores económicos de España pero, más allá de la retórica «indepe» de supuestos agravios, los datos constatan que los ímpetus soberanistas van acompañados de un repliegue económico. Más de 7.000 empresas han abandonado Cataluña en el último trienio y también es la comunidad con mayor número de impuestos propios y más altos.

El discurso emocional se ha impuesto incluso sobre la tradición catalana del negocio y la empresa. Un populismo, que también sueña con el clientelismo, que pasa factura desde hace tiempo y que para algunos tiene el referente lejano –y preocupante– del ejemplo argentino, en parte quizá, porque como afirmó Cambó en el Congreso de los Diputados, un 25 de junio de 1934, «hay que evitar que el problema se convierta en sentimental, porque los espíritus se conturban y los cerebros no reflexionan (...) y Cataluña, contra lo que muchos creen, es un pueblo casi morbosamente sentimental». Hoy, en plena tercera ola de la pandemia, los catalanes votan aunque sin Lina Lovington, la cantante original, Madonna o Paloma San Basilio, la incógnita es si también alguien osará interpretar un «no llores por mí, Cataluña».

Medicina urgente para aliviar la prima de riesgo italiana

El efecto Draghi ha sido fulgurante. Antes incluso de que obtuviera los apoyos para ser primer ministro, la prima de riesgo italiana cayó por debajo de los 100 puntos básicos por primera vez en los últimos tiempos y apunta a descender incluso más abajo de los 80. Mientras la prima de riesgo española oscila entre los 55 y los 60 puntos básicos, pero desde hace semanas es mayor, por ejemplo, que la portuguesa, situada alrededor de los 52 puntos.

Esade cree que España tiene poco margen de apoyo a las empresas pero debe hacerlo

Los expertos de la escuela de negocios Esade creen que la crisis derivada de la pandemia ha disparado el déficit público y la deuda y que eso deja muy poco margen al Estado para poner en marcha ayudas que serían decisivas para evitar quiebras empresariales que luego afectarían también a la banca. Toni Roldán, director de EsadeEcPol, y Josep Comajuncosa, profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad, han alertado sobre el riesgo asumido por el Estado con el aval de los 115.000 de créditos del ICO. Explican que si hay quiebras y no se pueden devolver esos créditos, supondría otro nuevo aumento de la deuda pública. «Hay que reducir el número de empresas viables que han dejado de serlo por extender los problemas de liquidez», defiende Toni Roldán, también exdiputado de C’s.

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