Jubilación

Haga caso a Escrivá: habrá recortes en las pensiones de los ‘baby boomers’

Cualquiera que conozca las cifras de ingresos, gastos, pensionistas y cotizantes presentes y futuros sabe que el sistema es insostenible

Grupo de pensionistas en una de las manifestaciones del colectivo
Grupo de pensionistas en una de las manifestaciones del colectivoUNIDAS PODEMOS.UNIDAS PODEMOS.

La primera parte de la reforma de las pensiones ha sido la más sencilla de consensuar con los agentes sociales: a la postre, era la parte dulce de la reforma, aquélla en la que se volvían a indexar las pensiones al IPC y, por tanto, que iba a suponer una victoria para la actual generación de pensionistas. Pero, como ya tuvimos ocasión de explicar en estas mismas páginas el domingo pasado, reindexar las pensiones al IPC y cargarse el factor de sostenibilidad generará un agujero financiero en el sistema durante las próximas tres décadas que el Ejecutivo aspira a cubrir retrasando la edad efectiva de jubilación –a través del sistema de incentivos que se acaban de introducir–, incrementando en diez millones el número de inmigrantes y, finalmente, con un recorte sobre los baby boomers.

Éstas son las expectativas que tiene el Gobierno en la cabeza y sobre las que fundamenta su actual reforma de las pensiones. Pero dejando de lado el optimismo de muchos de sus supuestos –¿llegarán a España 10 millones de inmigrantes durante los próximos 30 años? ¿Se acogerán suficientes españoles a los incentivos a retrasar la jubilación como para retrasar la edad efectiva hasta los 67 años?–, hay un punto que sigue faltando aprobar: el recorte sobre los «baby boomers».

Ésa será la segunda fase de la reforma de las pensiones que el Ejecutivo tiene pendiente consensuar con los agentes sociales durante los próximos meses –el famoso factor de equidad intergeneracional– y que ha alimentado la polémica esta semana a raíz de unas declaraciones del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, en las que adelantó los términos de ese recorte: los «baby boomers» tendrán que aceptar un «ajuste» en sus pensiones o trabajar durante algunos años más. Pero, al parecer, que Escrivá pusiera sobre la mesa las cartas del necesario ajuste no ha agradado a diversos miembros del Gobierno, quienes han forzado al ministro a que simule en público una rectificación.

Y hablo de simulación porque, aun cuando Escrivá aludió a que había tenido un mal día y a que sus palabras probablemente se habían malinterpretado, en ningún momento negó que la Seguridad Social necesitara de ajustes adicionales para afrontar los próximos 30 años. Más bien, el ministro se limitó a disculparse porque habló en exceso antes de que comenzaran las negociaciones con los agentes sociales: fue una descortesía, pues, que anticipara la modalidad de tijeretazo que terminará aplicándose antes siquiera de haberlo consensuado con sindicatos y patronal.

Pero el tijeretazo vendrá: cualquiera que conozca mínimamente las cifras de ingresos, gastos, pensionistas y cotizantes presentes y futuros del sistema sabe que, en su actual configuración, es insostenible y que, en consecuencia, deberán producirse ajustes. El problema, claro, son todos aquellos que no son conscientes de esa realidad y que, escuchando los mensajes complacientes de algunos miembros del Ejecutivo, se autoconvencen de que no va a venir ningún ajuste en el futuro.

En lugar de empezar a ahorrar ahora para complementar su menguante pensión futura, aquellos ciudadanos que ingenuamente confían en el Ejecutivo permanecerán sin reaccionar hasta que llegue el día en que firmemente se anuncie el recorte. Y entonces ya será para muchos demasiado tarde. Hagan caso Escrivá, pero al Escrivá que habló sin cortapisas, no a aquel al que han forzado a simular una rectificación.