Opinión

Controlar los precios para que suban

Juan Ignacio Crespo, uno de los analistas más independientes, ve posible el petróleo a 220 dólares por barril y no prevé que el gas baje de precio

Karl Marx, es un clásico, escribió aquello de que «la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa». No era original, porque recogía una idea de Hegel, pero eso es lo menos ahora. No consta que las ministras Belarra y Montero, de Unidas Podemos, «of course», ambas de perfil a la hora de condenar a Putin, hayan leído –a pesar de todo– a Marx. Al presidente del Gobierno, doctor en asuntos económicos, se le supone, como el valor en la mili, cuando existía, antes de que la aboliera Aznar.

El sátrapa ruso, añorante del zarismo y del comunismo, quizá por igual, y también de toda su pompa, ha cambiado el mundo con su guerra en Ucrania. El futuro es una incógnita y, como decía el liberal Popper, depende de nosotros, pero lo que está claro es que será diferente. Las materias primas –combustibles incluidos – están por las nubes. Juan Ignacio Crespo, uno de los analistas más independientes que hay, ve posible el petróleo a 220 dólares por barril y no prevé que el gas baje de precio.

Encuentra paralelismos técnicos con las crisis energéticas de 1973 –guerra del Yom Kippur– y de 1979 –revolución iraní–, que inauguraron la era del petróleo caro. En 1973, uno de los últimos gobiernos franquistas, con Barrera de Irimo en Hacienda, decidió que, para garantizar la estabilidad social, no había que repercutir el alza de precios de los combustibles en los precios que pagaban los consumidores. Fue un error histórico, origen del moderno diferencial de paro en España.

Han pasado cincuenta años y, una vez más, sobre todo desde las orillas de Unidas Podemos y de los «socialdemócratas de todos los partidos» (Hayek) surgen voces que piden controles de precios. Es popular, pero no dejaría de ser otro error histórico, al margen de que se arbitren fórmulas para proteger a los más desfavorecidos. Putin, con su guerra, ha agravado una crisis energética que ya era algo más que embrionaria y que significa, en pocas palabras, que todos somos más pobres.

No es fácil de aceptar, pero establecer un control de precios solo agravarías las cosas . Ocurrió en 1973 y repetir la jugada ahora, aunque no lo sepan Belarra, Montero e incluso Sánchez, sería caer en la farsa. Además, los controles de precios siempre terminan en subidas. Es así.