En el corto plazo, parece inevitable que se tenga que recurrir al carbón

¿Corre peligro la transición energética?

Pese a la actual coyuntura, los expertos consideran que los objetivos de descarbonización aún se pueden alcanzar

Estamos a pocos días de que se celebre la COP27, en la que las medidas para la descarbonización de los países ocuparán un lugar importante. La cita del año pasado, que tuvo lugar en Glasgow, concluyó con el acuerdo de todos los países de mantener el objetivo de París para controlar el calentamiento global por debajo de 1,5 grados. Un hito importante del encuentro fue el de reducir el uso del carbón. Sin embargo, el actual contexto de crisis energética desatado a raíz de la Guerra de Ucrania está afectando a este compromiso. Algunas instituciones, como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ya han advertido que la inestabilidad geopolítica podría frenar los avances que se han realizado hasta el momento para alcanzar los objetivos de descarbonización y que, en el caso de la Unión Europea, pasan por reducir en 2030 las emisiones de gases que producen efecto invernadero un 55% con respecto a 1990. Un primer paso hacia la neutralidad energética que Bruselas se ha propuesto alcanzar en 2050.

Y es que el uso de carbón, lejos de reducirse, ha aumentado. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que la demanda de este mineral volverá a alcanzar su máximo histórico en 2022. En Europa, el que había sido hasta el momento el «adalid» de esta revolución verde, Alemania, ha vuelto a quemar carbón después de que el pasado mes de julio el Ejecutivo de Olaf Scholz aprobara una regulación que permitía volver a operar a las centrales eléctricas que se abastecían con fuentes de energía de origen fósil, una medida trata de reducir la excesiva dependencia del gas ruso que, en el caso alemán, representa un 55% del suministro.

La pregunta que surge, pues, ante la actual coyuntura es inevitable, ¿se alcanzarán los objetivos de descarbonización?

Las dificultades existen, pero los expertos consideran que todavía es posible. No obstante, advierten, de que en el corto plazo, parece inevitable que tenga que aumentar las emisiones de CO2.

«En el caso específico de Europa, aunque tendrá que aumentar sus emisiones de carbono para seguir suministrando energía asequible a sus consumidores y empresas, a medio plazo, el objetivo de neutralidad climática parece todavía alcanzable, ya que se están tomando medidas para acelerar el despliegue de energías renovables y tecnologías limpias», asegura Irene Lauro, economista de Schroders.

Aunque, a su juicio, la UE todavía tiene algunos retos importantes por delante, ya que la escasez de suministro de materias primas podrían debilitar su capacidad para alcanzar sus objetivos ecológicos, una vez que el continente haya construido toda la infraestructura necesaria para producir energía solar y eólica, será finalmente independiente energéticamente y podrá disfrutar de fuentes limpias y sin restricciones.

Por tanto, este sería solo un bache en el camino que no condicionaría la estrategia hacia la neutralidad. Y es que el hecho de que la UE quiera «deshacerse» cuanto antes de su dependencia del gas ruso se puede incluso convertir en un incentivo para acelerar la transición. Así lo cree Pedro Linares, director de la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad de la Universidad Pontificia Comillas. «Puede que sea necesario pasar por un periodo en el que se vuelvan a reabrir centrales térmicas para hacer frente a la actual situación energética. Sin embargo, esto no es incompatible con la consecución de los objetivos de descarbonización. La actual coyuntura tiene muchos inconvenientes, pero también puede traer aparejadas oportunidades que pueden contribuir a acelerar el proceso. A raíz del conflicto en Ucrania, la población se ha concienciado de la necesidad de adoptar medidas de ahorro energético. Además, desde la UE, se está fomentando la intensificación del desarrollo de proyectos de energías limpias», explica Linares.

Otros de los interrogantes que se plantea en la actualidad es si esta transición es compatible con unos precios de la energía razonables. En este sentido, los expertos indican que, a medida que la proporción de energías renovables vaya en aumento en el «mix energético», menor será la presión ejercida sobre los precios. Y es que, en la actualidad, el grado de incremento de las tarifas de energía esta muy condicionado por el coste de los derechos de emisión de CO2. «El coste de la energía se ve afectados por los impuestos sobre el carbono. Si bien, cuanto mayor sea la proporción de energías renovables y nuclear utilizadas para la generación de electricidad, más débil será la repercusión sobre los precios », destaca Lauro.

Asimismo, esta progresiva reducción de las fuentes de energía fósiles, entre las que se incluye gas natural ( que si bien es cierto que contamina la mitad que el carbón o el petróleo, no lo es menos que emite CO2 a la atmósfera), dejará de ser un elemento de distorsión, ya que el objetivo es que desaparezca totalmente a mediados de la centuria. «No creo que tengamos que pagar un alto precio por la transición. No hay incompatibilidad entre avanzar en la descarbonizacion y un coste asumible. Eso sí, todo dependerá de cómo el proceso se lleve a cabo. Si se hace de una manera gradual y sin pasos adelante y atrás, no habrá problemas. El mayor riesgo radica en que se haga de una manera desordenada y, sobre todo, que no se desarrolle una estructura industrial alrededor de la mismas, que sustituya las antiguas actividades, de manera que no se generase empleo alternativo, y que éste se resienta», señala Linares.

Así, para que la transición sea un éxito, junto a la creación de una industria alternativa innovadora generadora de empleo, será necesario, además de plantear objetivos a largo plazo (como ya se ha hecho), seguridad jurídica y emitir señales económicas estables, que permitan atraer inversores interesados en proyectos renovables. «Es muy importante que no se pongan se quiten impuestos o subsidios sin más, ya que un marco jurídico poco claro desincentiva las inversiones», añade el director de la Cátedra BP de la Universidad Pontificia Comillas.

Lograr cero emisiones netas requerirá así de una descarbonización radical de la combinación energética, por lo que los países desarrollados tendrán que ir a un escenario de menor dependencia de fuentes de energía sucias y consumir otras de bajas emisiones de carbono. Una reducción de la dependencia de energías fósiles que, a juicio de Irene Lauro, se deberá acompañar de una combinación energética bien diversificada. «Pese a que a que el sol y el viento pueden proporcionar una energía infinita, sin embargo, presentan algunas limitaciones debido a su producción variable, ya que su capacidad de satisfacer la demanda de electricidad depende de factores como la ubicación o el clima. Esto pone de manifiesto la importancia de una una combinación energética bien diversificada, con soluciones multitecnológicas con diferentes fuentes que tiendan a no estar correlacionadas y que ayuden a garantizar la estabilidad del sistema. La mejora de la flexibilidad de la red y la inversión tecnológica de almacenamiento de energía también deben formar parte de la solución, así como mecanismos de gestión de la demanda, que reduzcan en consumo mediante inversiones para mejorar la eficiencia energética», concluye la analistas de Schroders.

Por tanto, pese a las dificultades, la descarbornización total es todavía posible.