Inversiones

Las bolsas no confían en Trump

Su cruzada ideológica contra el libre comercio tiñó de rojo los mercados por tercera jornada consecutiva, encadenando su peor racha desde la Gran Depresión

La Bolsa de Madrid
La Bolsa de MadridAltea TejidoAgencia EFE

La bolsa cerró este lunes su tercera jornada consecutiva en rojo, encadenando su peor racha desde la Gran Depresión. Este desplome no responde a un fenómeno técnico o a un deterioro repentino de los fundamentales económicos, sino a algo más grave: la ratificación explícita por parte de Donald Trump de una política comercial profundamente destructiva.

Lejos de reconfortar a unos mercados que imploran certidumbre y racionalidad, Trump ha redoblado su apuesta arancelaria. Ante la pregunta de si existe algún nivel de caída bursátil que le haría reconsiderar su política económica, el presidente ha respondido que no: que los mercados deben tragar una “medicina amarga” para alcanzar sus fines. En otras palabras, está dispuesto a sacrificar la prosperidad presente para imponer su visión equivocada del comercio internacional.

Lo más inquietante, sin embargo, no es su frialdad ante la caída bursátil, sino su concepción mercantilista del comercio. Trump no pretende eliminar los aranceles como paso hacia un acuerdo de libre comercio. Al contrario, ha dejado claro que mantendrá las tarifas contra cualquier país que registre superávit comercial bilateral con EE UU, hasta que se firmen pactos que eliminen los déficits comerciales de su país. Esto no es liberalización, es ingeniería comercial intervencionista.

La idea de que un país pierde porque importa más de lo que exporta es un disparate económico. Si yo gasto más en el supermercado de lo que el supermercado gasta en mí, ¿quién sale perdiendo? Estados Unidos, al importar más de lo que exporta, no está siendo explotado: está recibiendo más bienes del exterior de los que entrega. Está siendo financiado por el resto del mundo, lo que le permite invertir más de lo que ahorra internamente.

Pero ahí no termina todo. Aún peor es la exigencia hacia de la Unión Europea de “reparaciones” por los déficits comerciales pasados: como si los países superavitarios hubieran saqueado a EE UU, cuando ha sido precisamente lo contrario. Quien ha recibido más bienes de los que ha enviado es quien está posición deudora y quien debería amortizar tales deudas, no quien merece una compensación.

Con este tipo de planteamientos, no estamos ante una táctica negociadora. Estamos ante una cruzada ideológica contra el libre comercio. Y frente a este desvarío económico, los mercados hacen lo único racional: huir.