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Carlos Rodríguez Braun, economista, sobre el Gobierno: “Premia a los pensionistas a expensas de los trabajadores”

Con los salarios estancados por la inflación y los impuestos, la clase media española se empobrece para sostener un sistema de pensiones que ya no se financia solo y que muchos no esperan cobrar

Carlos Rodríguez Braun en los estudios de Onda Cero
Carlos Rodríguez Braun en los estudios de Onda Ceroccc | ondacero.es

El sistema público de pensiones en España tiene, en la práctica, una fecha de caducidad anual. Las cotizaciones sociales que abonan los trabajadores en activo solo alcanzan para cubrir las prestaciones de los jubilados hasta el 1 de octubre de cada ejercicio. A partir de ese día, el pago de las mensualidades depende exclusivamente de los impuestos generales, una realidad que deja al descubierto un enorme agujero financiero y la fragilidad de un modelo que muchos dan por agotado.

De hecho, el problema es estructural. El sistema español se basa en un mecanismo de reparto, donde las aportaciones de hoy pagan las jubilaciones de hoy. No existe un fondo de capitalización real que asegure las pensiones del mañana, lo que pone en tela de juicio la sostenibilidad del modelo a largo plazo y genera una incertidumbre creciente entre una ciudadanía cada vez más consciente del desafío demográfico.

Sin embargo, esta situación responde a una decisión política deliberada. Lejos de afrontar una reforma en profundidad, la estrategia gubernamental parece centrarse en consolidar su base de votantes. Es una idea que el economista Carlos Rodríguez Braun, en una entrevista concedida a NoticiasTrabajo, definió con crudeza: el Ejecutivo "premia a los pensionistas a expensas de los trabajadores". Se trata, en esencia, de una clara estrategia electoral que transfiere rentas desde la población activa hacia la pasiva.

El coste real para la población activa

En la práctica, esta política somete a los hogares a una doble tenaza. Por un lado, una inflación persistente que reduce el poder de compra de los salarios, que permanecen estancados. Por otro, una presión fiscal creciente que merma aún más la capacidad de ahorro. La consecuencia directa es un empobrecimiento paulatino pero constante de la clase media, que soporta el grueso del ajuste.

Por otro lado, esta tensión financiera en las familias contrasta con la apariencia de una economía nacional en auge. Las cifras macroeconómicas esconden que se trata de un crecimiento económico artificial, impulsado en gran medida por el recurso a la deuda pública. Es un espejismo de prosperidad que no se traduce en un bienestar real y duradero para el conjunto de los ciudadanos, sino que beneficia principalmente a las arcas del Estado.

En definitiva, esta divergencia entre la realidad de los trabajadores y la de los pensionistas ha calado en la sociedad. Cada vez más personas asumen que la promesa de una pensión pública digna se desvanece y que el ahorro privado se ha convertido, por necesidad, en la única alternativa viable para garantizar su futuro.