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La guerra comercial, ¿una catástrofe inminente?

No hay evidencias de que la guerra comercial sea la causa principal de la próxima crisis/dreamstime
No hay evidencias de que la guerra comercial sea la causa principal de la próxima crisis/dreamstimelarazon

La guerra comercial entres China y Estados Unidos ha llevado a los otros dos grandes bloques económicos mundiales, la Unión Europea y el TPP en Asia, a tomar sus propias medidas para defenderse de las prácticas proteccionistas del gigante asiático.

El miedo a una recesión global ante las recientes subidas de aranceles en Estados Unidos para las importaciones chinas, está detrás de procesos liberalizadores de la Unión Europea y el TPP (el Acuerdo Transpacifíco de Cooperación Económica) en Asia. Sin embargo, aún no hay evidencias que la política comercial norteamericana sea la causa principal de la próxima crisis, sólo una de ellas.

La respuesta a la China proteccionista que no respeta las reglas del comercio internacional, tanto en la UE como en EE UU, ha sido contundente: restricciones a las inversiones chinas en sectores estratégicos occidentales de alto contenido tecnológico por razones de seguridad nacional. La China que roba la propiedad intelectual de las empresas occidentales en su territorio, en inferioridad de condiciones frente a sus clones chinas (réplicas exactas, como Huawei o Xiaomi lo son de Apple); subvencionadas ilegalmente, y favorecidas en términos de licencias y acceso al crédito frente a empresas extranjeras. Todo esto sin hablar del «dumping» social y medioambiental chino, la falta de derechos de los trabajadores chinos, o el autoritarismo: así no se puede competir. Además, Facebook, Alphabet y Amazon tienen prohibido el acceso al mercado chino, favoreciendo al «Gran Hermano» chino de internet, y sus grandes tecnológicas locales como WeChat (Tencent) o Alibabá.

Temor a colonización económica

¿Puede China cambiar sus prácticas proteccionistas de décadas en pocos meses para acomodarlas a los intereses americanos, legítimos? Es bastante improbable, los aranceles ya impuestos por Trump seguramente continurán ahí e, incluso, aumentarán en el largo plazo. Pero que esto fuera a desembocar en una guerra comercial abierta, o inducir otras entre bloques económicos, está por ver: los EE UU temen la colonización económica china como atestiguan los enormes déficits de Balanza de Pagos con China, que comparte con países como España y Reino Unido, además del enorme déficit americano en la cuenta de capital, financiado por la propia República Popular China.

Sin cambios en la política y administración económicas chinas, sin juego limpio que permita a las empresas occidentales competir en igualdad de condiciones, Occidente se metería aún más en una trampa típicamente china. Esto es así aunque Pekín haya ofrecido aumentar sus compras de productos americanos, como las de soja, políticas, de empresas públicas chinas a circunscripciones afines a Trump: Beijing señaló la soja como objetivo prioritario, para subir sus aranceles de importación como represalia a las subidas americanas, pero ahora sube sus compras puntuales de soja, sin aranceles.

Nadie cree que vaya a haber juego limpio en materia de Inversión Extranjera Directa (IDE) en el gigante asiático: ya en 2003, en lugar de las flores de Mao, se podía hablar del «Dejad florecer 100 mil inversiones extranjeras» de Deng, como apuntaba Tim Clissold en su «Mr. China», y observé «in situ» a nivel de pymes. Miles de empresas occidentales atraídas por supuestas «grandes oportunidades», sólo encontraron enormes problemas, siendo canibalizadas por la corrupción y la «Ley de los Hombres» chinas.

¿Puede el 25% (como máximo) de aranceles sobre 250.000 millones de dólares de productos chinos, provocar una crisis mundial, teniendo en cuenta que la economía americana tiene un tamaño de 19 billones, y la mundial de 127? En principio, no resulta plausible, todo depende de los rumores y el instinto de horda de los demás bloques comerciales. Por tanto, ¿tiene sentido que el escenario de guerra comercial con China determine el reciente acuerdo de libre comercio entre la UE con Japón, y la aceleración de las negociaciones para facilitar apertura a la ASEAN (Singapur), así como el nuevo Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el TPP, sin los EE UU entre las potencias amigas de Washington que liberaliza el comercio en el Pacífico? ¿A alguien le preocupa la creciente deuda pública y privada en los EE UU, China y la UE como causa de una futura recesión?

Estos acuerdos a primera vista parecen apresurados: compensan mayores aranceles en EE UU para con China, con menores aranceles, bajando las defensas europeas, de Canadá, Australia y Nueva Zelanda en Asia. Todo esto teniendo en cuenta que la Unión Europea, recientemente, ha tenido que aplicar aranceles sobre el acero chino (al no poder entrar en EE UU, la producción fue desviada al mercado europeo, inundando los mercados), así como sobre otros productos de la ASEAN, como los de Camboya, país en la órbita china, con quien suspendió el acuerdo de Preferencias Comerciales por «dumping» social.

Apagar el fuego

¿Benefician estas medidas a la UE? Pareciera que sí, pero los acuerdos con Japón y la ASEAN probablemente beneficien más a los «partenaires» asiáticos que a la misma Unión, más allá de los beneficios económicos esperados, partiendo de modelos liberales de comercio internacional, discutibles. ¿Se trataría de acuerdos rápidos para apagar el fuego americano, sin tener en cuenta estudios agregados serios en la creación, destrucción, desvío de comercio, utilidad y riqueza a escala comunitaria a nivel agregado; así como los impactos del nuevo proceso liberalizador, a nivel regional y sectorial europeos? Probablemente sí, Japón y los países de la Diáspora china de la ASEAN, también son altamente proteccionistas, luego la supresión de aranceles sólo es la punta del iceberg. Desde el proteccionismo técnico al administrativo; desde el perfeccionismo burocrático japonés a la falta de capacidad administrativa en la ASEAN, son países altamente nacionalistas y xenófobos (Japón) extrovertidos, y en el caso de la ASEAN, con alta corrupción y no muy amistosos para con los empresarios occidentales, por no hablar de envidias y conflictos históricos de largo calado. Esto tiene impactos obvios en términos de liberalización de la IDE. Las diferencias culturales, lingüísticas, legales (véase el caso de Carlos Ghosn en Japón) y administrativas son enormes (véase la «guanxi» china, donde las redes de empresas comerciales no contratan siguiendo una racionalidad occidental, sino dentro de las familias extensas). Esto es así por no hablar del nivel de concentración de la distribución en países como Japón, Singapur o Malasia, dónde dominan las «trading houses», grandes empresas que férreamente controlan la distribución, sin las cuales es muy difícil colocar los productos.

*Manuel Sánchez Cánovas es Doctor en Seguridad Internacional, Instituto Gutiérrez Mellado