Actualidad

Reformas contra el paro

Los sindicatos, en horas bajas

La Razón
La RazónLa Razón

El sindicalismo español está en horas bajas. Así se ha comprobado una vez más en los últimos tiempos y ayer mismo, Primero de Mayo, con la escasa asistencia a las manifestaciones y concentraciones organizadas por las centrales sindicales y, sobre todo, por la desorientación, y el más de lo mismo, en las proclamas y discursos que pudimos escuchar.

Es evidente que la situación no es precisamente favorable para un sindicalismo que no ha sabido adaptarse a los nuevos objetivos de una sociedad moderna y tecnologizada. Porque hoy, la pretendida lucha obrera, para mejorar salarios y condiciones de trabajo, se ve desvanecida casi siempre por el problema del paro y el declive de retribuciones de los trabajadores. Y aún se aprecia más claramente que el antagonista, o interlocutor, habitual de los sindicatos no son las patronales ni las empresas, que se esfuerzan por sobrevivir en una crisis que ya se ha llevado por delante más de 3.000.000 de unidades de producción.

Hoy, la protesta sindical, más que el planteamiento inteligente de soluciones, se realiza contra el Gobierno, acusándole de hacer una política casi solamente de austeridad y recortes, en la que no se vislumbra la recuperación. Pero con la particularidad de que en esas protestas casi nunca se da una alternativa verdaderamente verosímil.

Los sindicatos también están en horas bajas porque el numero de afiliados disminuye sin cesar, la mayoría no pagan sus cuotas y los subsidios estatales –hasta hace poco jugosa fuente de ingresos– van contrayéndose gradualmente, con la previsión de que podrían desaparecer por completo. A pesar de lo cual, las dos mayores centrales, CCOO y UGT, no se han planteado, como luego les recomendaremos, la unión en una sola plataforma de trabajadores.

Por lo demás, la intensa crítica actual al Gobierno de Rajoy contrasta con la atmósfera de armonía que los sindicatos tuvieron con los desastrosos ejecutivos de ZP entre 2008 y 2011. Un cuasi cuatrienio en el que se ignoró, primero, la propia existencia de la crisis, y luego se tomaron las medidas mas inadecuadas: en vez de recortar gasto público se fue al endeudamiento sin fin, con operaciones tan lamentables como el Plan E y otras. Lo que nos ha dejado una herencia tan debatida, pero tan real, y un panorama de déficit y acumulación de deuda que, en dramática inercia, sigue ahogando a todo el país.

Adicionalmente, cuando se buscan políticas alternativas por los líderes sindicales –reelegidos, elección tras elección, sin juzgar su mayor o menor competencia o incompetencia–, se muestra una ignorancia total sobre el caso. Pues perteneciendo a la eurozona, España no tiene otra posibilidad que seguir una política de austeridad y recortes y de redimensionar el tamaño del Estado a magnitudes menores. Y de luchar para ir cambiando la ortodoxia de Alemania y de otros países de la eurozona que están mostrando actitudes egoístas y antieconómicas, configurando así dos espacios enfrentados: el Norte y el Sur de la UE.

Y hablando de recuperación, apenas se oye a los líderes sindicales manifestarse en pro de la mejora del capital humano, la productividad y la competitividad para exportar más y más, cuando la demanda interna sigue en declive. Como tampoco se les oye nada sobre la realidad de un mercado laboral en el que ni el Ministerio de Empleo ni las centrales sindicales apoyan la idea de un estudio a fondo del que podría resultar la evidencia de que existen más de dos millones de personas que están trabajando, en muy distintos niveles de retribución, y que no figuran en las estadísticas oficiales. Personas que se relacionan con una economía sumergida que puede estar rondando el 20% del PIB.

Y tampoco he oído nunca a los sindicatos plantear que el Gobierno supere el seguidismo –hasta cierto punto inevitable– de los mensajes y decisiones de Bruselas para emprender acciones con los resortes de que disponemos dentro del Estado y la sociedad. Pudiendo mencionarse al respecto, el situar en su sitio y recortar gastos dispendiosos de las administraciones del sistema autonómico. Y también para aplicar las prestaciones del paro a quienes realmente buscan empleo (y no simplemente una renta adicional por muy miserable que pueda ser). Y asimismo, para evitar la desagrarización y desindustrialización de España, así como la caída del sector servicios; porque si ahí están los potenciales yacimientos de empleo, si se van hundiendo, será muy difícil que emerjan en el futuro inmediato los puestos de trabajo necesarios.

Y para terminar, dos preguntas. La primera, ya aludida: si CCOO y UGT dicen siempre lo mismo, piensan lo mismo, y ya no se consideran correas de transmisión ni de un PSOE desconcertado, ni de un PCE prácticamente inexistente ya, ¿por qué no se unen para dar ejemplo de productividad y aumentar su capacidad de negociación?

Y la segunda: ¿es que los sindicatos no se han enterado todavía de que, conforme al artículo cuatro de la Constitución, la única bandera de la nación española es la roja y amarilla y no la tricolor?