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Prudente optimismo

La Razón
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Cerramos un ejercicio marcado por la atonía y el decrecimiento económico, aunque nos deja señales que apuntan a una incipiente recuperación que puede ser sostenible. La zona euro abandona, con paso lento pero firme, la doble recesión en la que ha estado inmersa.

Desde un punto de vista macroeconómico, por tanto, las perspectivas para este 2014 han de estar marcadas por un prudente optimismo. Es posible prever crecimiento para el nuevo año, pero su continuidad y sostenibilidad van a estar determinadas por las incertidumbres que aún no se han resuelto y las reformas pendientes.

Partiendo de este marco, que determinará todas y cada una de las actividades, el sector financiero afronta un año que será crucial para su futuro y que definirá el mapa bancario europeo de las próximas décadas, ya que en 2014 se crea la unión bancaria.

Mecanismos únicos de supervisión y de resolución y un Fondo de Garantía de Depósitos común para toda la banca europea son instrumentos necesarios para que la unión sea eficaz. Sólo de esta forma se podrá romper, de manera permanente, el bucle negativo entre riesgo soberano y riesgo bancario, vinculación que ha distorsionado los mercados desde el comienzo de la crisis. En el futuro inmediato para llegar hasta la supervisión única, la nueva autoridad supervisora, cuya responsabilidad recae en el BCE, realizará una revisión de la calidad de los activos de las entidades sobre las que va a asumir competencias de supervisión, el denominado «Asset Quality Review» y, posteriormente –en coordinación con la EBA–, un test de resistencia de las diversas entidades a supuestos escenarios estresados. Los bancos españoles que estamos superando la crisis sin ayudas, por nuestros propios medios, estamos preparados para afrontar estos requerimientos.

El reto que tenemos por delante es complejo. Todos los agentes que participamos en el proceso hemos de ser conscientes de la importancia que tendrá en nuestra actividad futura. Pero, sin duda, el papel más importante y fundamental es el de los reguladores, que deben acertar en el diseño de esta fase transitoria para garantizar a los mercados que la eurozona dispone, desde los primeros pasos, de unos mecanismos paneuropeos consistentes y creíbles que aseguren la estabilidad financiera y bancaria. Esto permitirá recuperar el crecimiento económico imprescindible para salir de una crisis demasiado prolongada.