Han leído bien, la todopoderosa vicepresidenta ejecutiva para la Transición Limpia, de la Comisión Europea, Teresa Ribera, tan beligerante durante años contra la renovación de la vida útil a las centrales nucleares, acaba autorizar ayudas milmillonarias para que el Gobierno de Bélgica pueda ampliar el periodo de funcionamiento de dos centrales atómicas de este país. Nada habría que objetar, por mucho que tal decisión vaya en contra de la ejecutoria política de nuestra representante en el Gobierno de los Comisarios, si no fuera porque doña Ribera sigue manteniendo una posición completamente opuesta aquí, al rechazar la prórroga del cierre de Almaraz, lo que no sólo nos perjudicará desde el punto de vista de la cogeneración eléctrica, sino que además provocará la pérdida de miles de empleos, desindustrialización y despoblación en Extremadura. Algo similar a lo que hizo en su día Nadia Calviño, que consiguió el magníficamente bien remunerado puesto de presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) gracias al guiño que hizo a los franceses, en apoyo a sus centrales nucleares. De manera que queda claro que en nuestras representantes socialistas hay mucha pose en determinados ámbitos. No de otra manera se entendería que hagan en Bruselas lo contrario de lo que predican en Madrid. Pero así es. No es que Ribera se haya vuelto pronuclear, como dice con sentido irónico el título de esta columna, sino que hace en cada momento lo que más conviene a sus intereses, como le pasa ahora a Pedro Sánchez con el presupuesto militar. Y es que como decía Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.