Editorial

Sánchez, frente al memorial de agravios

El marco autonómico debe garantizar la igualdad de trato a todos los españoles

E l estado de las autonomías, como destacaron ayer algunos de los asistentes a la Conferencia de Salamanca, ha demostrado sus fortalezas ante una crisis de enorme magnitud, como ha sido la pandemia de coronavirus, pero, también, ha dejado entrever algunas de sus debilidades más acusadas, como es una excesiva compartimentación administrativa, que pone trabas estériles a la coordinación de esfuerzos, mucho más, como es el caso, si desde el Gobierno central se renuncia a ejercer las tareas de organización que le son propias. Con ello no pretendemos poner en cuestión, ni mucho menos, el ordenamiento territorial de España, consagrado en la Constitución, y que se ha demostrado como uno de los instrumentos clave en el crecimiento político, económico y social de la Nación, y en un factor decisivo para la convergencia de las distintas regiones que la integran.

Dicho esto, no es posible ocultar los efectos perniciosos que provocan los partidos nacionalistas a un sistema que, si bien, reconoce las especificidades de cada comunidad, sólo puede entenderse desde la igualdad de trato de todos los españoles y desde la lealtad institucional de quienes, en definitiva, son los representantes del Estado en cada territorio. De ahí, que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuviera que escuchar el memorial de agravios de unos presidentes autonómicos que, como la madrileña Isabel Díaz Ayuso, consideran que la dependencia parlamentaria del Gobierno de unos partidos nacionalistas, claramente secesionistas en el caso de Cataluña, consiente la discriminación entre los españoles.

Ciertamente, no es de recibo que haya que «incentivar» con dinero público la presencia del representante del País Vasco cada vez que se convoca una reunión de esta naturaleza, o que las promesas de financiación y reparto de los fondos europeos entre las distintas comunidades puedan acabar dependiendo de una reunión «bilateral» con un presidente de la Generalitat que ni siquiera se reconoce entre sus iguales. Que conste que no se trata de una situación inédita y que sería hipócrita hacerse los sorprendidos cada vez que el PNV pasa la factura al cobro, pero el presidente del Gobierno debe entender que la intentona separatista del nacionalismo catalán supuso un punto de inflexión en el ánimo de la inmensa mayoría de los españoles que no es posible despreciar. De lo contrario, habrá mucho memorial de agravios.