Editorial

Francotiradores en el Consejo de Ministros

No deja de ser insólito que un miembro del Gobierno, en este caso, la ministra de Asuntos Sociales, Ione Belarra, utilice los servicios de comunicación oficiales de su Departamento para enmendar públicamente la plana a un compañero de Gabinete, en este caso, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a cuenta de la reforma del sistema tributario, cuestión, como es de suponer, especialmente sensible en estos momentos de zozobra política y económica que aconsejan la mayor prudencia posible.

Sin duda, este nuevo episodio de asintonía entre los socios de gobierno hay que enmarcarlo en el rechazo del sector orgánico de Unidas Podemos a la decisión de La Moncloa de entregar armamento a las fuerzas combatientes de Ucrania, en línea con la Unión Europea y la OTAN, situación que ha dejado descolocada y en minoría a la izquierda radical, cuyo discurso en favor de la paz y del no a la guerra no acaba de calar entre una opinión pública que lo interpreta, a nuestro modo de ver, correctamente como un respaldo encubierto a las posiciones rusas.

Por supuesto, la pretensión de la ministra Belarra, que es la secretaria general de la formación morada, de que el Gobierno se aplique en una subida de la presión fiscal que supondría incrementar la recaudación en 40.000 millones de euros tiene pocas posibilidades de prosperar, pero permite a Unidas Podemos marcar diferencias no sólo con el sector socialista del Ejecutivo, sino con sus propios compañeros de la coalición, especialmente, con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, cuyo proyecto político no acaba de encajar con el partido que fundara Pablo Iglesias, cuyas expectativas electorales están sufriendo un deterioro acelerado. Así las cosas, y a medida que se aproxime el ciclo electoral, asistiremos a estas pugnas en el seno del Gabinete, con unas ministras actuando de francotiradoras, conscientes de que están perdiendo peso e influencia, tanto en el Ejecutivo como entre la opinión pública.

Que el sector de Izquierda Unida, con el ministro Alberto Garzón a la cabeza, se haya desmarcado de las protestas podemitas debería servir de aviso a navegantes para la formación morada sobre su papel en futuras coaliciones electorales. Ciertamente, Ione Belarra sabe que opera sobre un sector de los votantes, el más radical, que se está desmovilizando, como se vio en las elecciones regionales de Castilla y León, ante lo que consideran políticas contemporizadoras de la izquierda con las fuerzas económicas de la derecha –con el acento puesto en la tímida, a su juicio, reforma laboral–, de ahí que retome el discurso populista de una fiscalidad más dura para los ricos y las grandes empresas, que se compadece mal con las propuestas de subida general del IVA del informe de los expertos. En cualquier caso, lo que parece cada vez más claro es que en La Moncloa se les considera, prácticamente, como amortizados.