Editoriales
El PSOE, como mero apéndice de Moncloa
Para Sánchez, como hemos visto, la solución pasa por reforzar aún más la influencia de La Moncloa sobre la estructura del partido, hasta hacer de éste un mero apéndice gubernamental
Hace apenas nueve meses, el PSOE celebraba en Valencia, con gran pompa y circunstancia, su 40 Congreso Federal, que debía, así se explicó a la opinión pública, renovar la organización del partido para encarar con garantía de éxito la última fase de la legislatura y, por supuesto, los diversos procesos electorales, que debían culminar con la convocatoria de las generales de 2023. El Congreso dio paso a nuevos nombres en el Comité Federal y a un programa de renovada acción política que fueron recibidos con el general beneplácito y el aplauso a la gestión del secretario general y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
De ahí, que sea legítimo preguntarse qué ha cambiado en el seno del PSOE para que haya tenido que convocarse en cuestión de días un Comité Federal Extraordinario, que notariara otra tanda de relevos en los puestos de dirección del partido, y que, en la práctica, solo ha ejercido de caja de resonancia de los autoelogios del presidente del Gobierno y de los ataques a la malvada oposición del PP, compendio, según el ardoroso Sánchez, de todos los males, sin mezcla alguna de bondad.
La respuesta es, sin embargo, sencilla y, precisamente, se estaba materializando en ese mismo momento a quinientos kilómetros de la calle madrileña de Ferraz, en el patio exterior del sevillano palacio de San Telmo, donde unos populares eufóricos, encabezados por el líder de la formación, Alberto Núñez Feijóo, asistían a la toma de posesión de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía. En efecto, la tan publicitada renovación socialista de Valencia, hecha a imagen y semejanza de Pedro Sánchez, se había saldado con una derrota electoral estrepitosa en el principal granero de votos socialista y era previsible la reacción del inquilino de La Moncloa, el hombre que lleva con mano de hierro las riendas del PSOE, que ha condicionado las primarias territoriales del partido en las últimas contiendas, pero que, al parecer, no acepta responsabilidad alguna en las sucesivas derrotas.
Para Sánchez, como hemos visto, la solución pasa por reforzar aún más la influencia de La Moncloa sobre la estructura del partido, hasta hacer de éste un mero apéndice gubernamental. Por supuesto, se trata de un error de fondo, porque, como sucede con el Partido Popular, solo desde unas estructuras territoriales fuertes, perfectamente imbricadas en el escenario político, se pueden ganar las elecciones. Debilitar a la propia organización del partido, que es la nota más relevante del paso de Pedro Sánchez por la secretaría general, podrá evitar la incomodidad de las críticas y de las diferencias de criterio, pero es un error. Porque, pese a los aplausos a la búlgara, en los malos resultados socialistas y en los pésimos augurios que traen todas las encuestas de opinión, lo que influye decisivamente es la gestión política gubernamental.
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