
Editorial
Un acto que no borrará la ignominia política
Hay que insistir en la necesidad de acometer las obras hidrológicas en los barrancos y cauces de mayor peligrosidad, como el del Poyo, que arrasó Paiporta

Ya el diseño de una ceremonia de Estado en la que la población del común no está invitada a participar de manera directa, por más que fue el conjunto del pueblo valenciano el que vivió en primera persona la tragedia, explica por sí solo las dificultades que afronta el Gobierno de la Nación y, especialmente, su presidente, Pedro Sánchez, a la hora de rendir cuentas a la opinión pública sobre su actuación en aquellas semanas dramáticas de hace un año. En realidad, salvo Sus Majestades, Don Felipe y Doña Letizia, que desde los primeros días de la emergencia se volcaron con las víctimas, pisando el terreno asolado en un ambiente inevitable de nervios y crispación, y no han dejado de preocuparse personalmente por el desarrollo de las tareas, primero, de rescate y, luego, de reconstrucción, la clase política no ha sabido estar a la altura de lo que exigía una catástrofe de tal magnitud, entre la que sólo han brillado las excusas, comenzando por las del presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, ausente en las horas clave de la catástrofe, y siguiendo por las de todos aquellos responsables que ni supieron prever la magnitud de la tormenta que se avecinaba ni habían llevado a cabo las obras de acondicionamiento de los barrancos y avenidas que las circunstancias geográficas y climatológicas de la zona, de sobra conocidas, exigían. Estremece imaginar qué magnitud hubiera alcanzado la tragedia de no haber existido el nuevo cauce del Turia, bordeando la capital valenciana. Sin embargo, no todos los comportamientos son iguales y si algo ha vuelto a demostrar la izquierda española es su habilidad para obtener réditos propagandísticos de las desgracias colectivas y, al mismo tiempo, endosar las responsabilidades propias al adversario. Del acto de ayer, debemos quedarnos con la dignidad de las familias de las víctimas, con el recuerdo emocionado de quienes perdieron la vida y su sentido agradecimiento a quienes en aquellas semanas llevaron ayuda y consuelo desde todos los rincones de España. Es lo que importa de verdad y no las maniobras pueriles del protocolo monclovita y otros ejemplos de ignominia política que solo buscan la división. Toca ahora, también, reclamar del Gobierno central que cumpla con los compromisos adquiridos y acelere la llegada de las ayudas prometidas. Hay que insistir en la necesidad de acometer las obras hidrológicas en los barrancos y cauces de mayor peligrosidad, como el del Poyo, que arrasó Paiporta, que ya estaban previstas e, incluso, en casos presupuestadas, pero que no se llevaron a cabo por meras razones ideológicas de un malentendido ecologismo. Porque, es inevitable, volverá a llover torrencialmente, amenazando vidas y haciendas. Es una cuestión de voluntad política y de coordinación de esfuerzos entre las distintas administraciones, que debe estar por encima del interés electoral que es, al parecer, lo único que hoy importa.
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