Editorial
Los árabes deben acabar con Hamás
En esta tragedia de décadas existe una clara responsabilidad de la comunidad árabe, que en demasiados casos se ha servido del conflicto palestino para sus propios intereses.
El planteamiento de una Palestina con dos estados en pacífica coexistencia, plasmado en los Acuerdos de Oslo de 1993, suponía, entre otras cuestiones, el reconocimiento de Israel como legítima entidad política por parte de Autoridad Nacional Palestina. Por lo tanto, y en contra de la retórica equidistante en la que suele refugiarse la Unión Europea, compete a la dirigencia palestina cumplir y, sobre todo, hacer cumplir lo firmado.
Por supuesto, el concepto de «paz por territorios» que subyacía en las negociaciones encontró oposición en ambas partes –basta con recordar el asesinato de Isaac Rabin en 1995–, pero mientras que la democracia israelí, con el recurso a las leyes, estaba en disposición de llevar a término, con todas las dificultades que se quieran señalar, los Acuerdos de Oslo, nunca fue así entre la otra parte. Es una realidad frecuentemente olvidada, pero que se puede contrastar en las hemerotecas, que Israel ha sufrido desde entonces reiterados episodios de terrorismo palestino, sublevaciones violentas y persistentes ataques con artillería balística desde Líbano y Gaza, lo que se enmarca en una guerra disimilar que ha culminado con el salvaje progrom llevado a cabo por los terroristas de Hamás el pasado sábado 7 de octubre.
Sirva este pequeño preámbulo para explicar el previsto fracaso de la cumbre de El Cairo, en la que se ha vuelto a evidenciar la impotencia de la Unión Europea para hacer algo más que discursos cargados de buenas intenciones y, eso sí, comprometer más fondos públicos en el sostenimiento de unos gobiernos fallidos que, conviene no olvidarlo, se asientan sobre unas poblaciones empobrecidas y sin derechos políticos dignos de ese nombre.
Porque no es Occidente ni Israel, aunque pudiéramos admitir matices, los que mantienen como rehenes de la violencia el terror y la miseria a la población palestina, la misma que está sufriendo los bombardeos israelíes y el bloqueo de los productos de subsistencia mientras se siguen disparando cohetes sobre Israel. No. En esta tragedia de décadas existe una clara responsabilidad de la comunidad árabe, que en demasiados casos se ha servido del conflicto palestino para sus propios intereses. Pues bien, ni los cohetes ni los explosivos ni los drones ni los lanzagranadas ni los fusiles de asalto que emplean los milicianos de Hamás se producen por generación espontánea, al igual que no lo hacen los materiales de construcción necesarios por excavar el laberinto de túneles.
Y no es suficiente con responsabilizar a Irán en su pugna por la hegemonía en el Medio Oriente, porque sin otras complicidades el terrorismo en Gaza y Cisjordania quedaría reducido a la acción inevitable de «lobos solitarios». Son los países árabes quienes tienen el deber y los medios para acabar con Hamás y a los que Europa, debe exigir voluntad política.
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