
Editorial
El creciente mar de fondo en el PSOE
Lo que plantean esos dirigentes socialistas es una cuestión de fondo sobre el modelo autonómico, la igualdad de los españoles y la solidaridad entre todos los territorios que no va a dejar indiferente a la opinión pública.

La estrategia apenas velada de La Moncloa de ofertar un acuerdo de máximos a las bases de ERC y, una vez aprobado por éstas, reconducir la negociación sobre el «cupo catalán» a términos razonables no parece haber sido bien interpretada en el seno del PSOE, donde se asiste a un creciente mar de fondo de impredecibles consecuencias.
Ciertamente, ni siquiera se habría planteado una operación de tal naturaleza sin la complicidad implícita de la actual dirección republicana, nada proclive a una repetición de las elecciones autonómicas –que, de acuerdo a las encuestas, le supondría perder hasta seis escaños más– y, de ahí, que una cuestión de tal trascendencia para el futuro del Estado autonómico, tal y como lo conocemos, carezca de la publicación exacta de los contenidos del acuerdo, ejercicio elemental de transparencia política, bajo el sobreentendido de que si la dirigencia de ERC pierde este viernes la consulta todo lo demás carece de importancia.
Sin embargo, como señalábamos al principio, lo que no sería más que otra apuesta cortoplacista y calculada de la Presidencia del Gobierno ha actuado como catalizador del descontento de un sector notable del PSOE, el que representan unos «barones» regionales alineados con el jacobinismo tradicional del socialismo español y que acusan negativamente en sus resultados electorales la política de cesiones a los nacionalismos periféricos y que han tomado la palabra a su secretario general y abogan por llevar la discusión al consejo político federal, una vez que la Ejecutiva Federal, conformada a imagen y semejanza de Pedro Sánchez, haya respaldado la propuesta.
Que entre los opositores al pretendido «cupo catalán» se encuentren algunos representantes regionales, como el asturiano Adrián Barbón, generalmente próximos a Ferraz, otorga al frente de rechazo una dimensión que el inquilino de La Moncloa no debería despreciar con la displicencia que, por ejemplo, utiliza con el presidente castellano-manchego Emiliano García-Page.
Y no debería despreciarlos porque, entre otras razones, lo que plantean esos dirigentes socialistas es una cuestión de fondo sobre el modelo autonómico, la igualdad de los españoles y la solidaridad entre todos los territorios que no va a dejar indiferente a una opinión pública que ve en la ruptura de la caja única de Hacienda un trato privilegiado a una región sobre otras, sin más motivo que una necesidad electoral perentoria. Es evidente que Pedro Sánchez cuenta con que se mantendrá la disciplina de voto de la bancada socialista en el caso de que haya que someter al Parlamento los acuerdos con ERC –cuyo contenido, insistimos, no se ha hecho público– y que, en todo caso, el peligro solo puede venirle desde algunos sectores de la extrema izquierda. Pero, al menos, debería hablarlo antes con los suyos.
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