Editorial

Von der Leyen o la elección de mal menor

Se trata de impedir que la oposición radical siga nutriéndose electoralmente de los problemas de la inmigración irregular, la desafección del mundo rural y la pérdida de peso del sector industrial.

Strasbourg (France), 18/07/2024.- Ursula von der Leyen reacts after being re-elected as European Commission President during a plenary session of the European Parliament in Strasbourg, France, 18 July 2024. MEPs re-elected Von der Leyen as European Commission President for the next five years. (Francia, Estrasburgo) EFE/EPA/RONALD WITTEK
EU Parliament re-elects Ursula von der Leyen as European Commission PresidentRONALD WITTEKAgencia EFE

Ursula von del Leyen reeditará su cargo de presidenta de la Comisión Europea durante los próximos cinco años gracias al apoyo del «arco ortodoxo» de la Eurocámara. Socialdemócratas, liberales y verdes dieron su voto a la candidata del Partido Popular Europeo, conscientes de que el avance de los partidos antisistema y populistas registrado en las últimas elecciones aconsejaba mantener la estabilidad conocida.

Comentario aparte merece la decisión de los verdes, que ante el creciente escepticismo –cuando no rechazo– de la opinión pública europea frente a la Agenda 2030 han visto en la alemana una suerte de «mal menor». En efecto, Von der Leyen pasó de puntillas sobre el programa de descarbonización, que busca una Europa neutra en emisiones de CO2 para 2050, y planteó unas líneas de gobierno de compromiso, en un intento de contentar a las grandes formaciones de la Eurocámara y, al mismo tiempo, tratar de impedir que la oposición radical siga nutriéndose electoralmente de los problemas de la inmigración irregular, la desafección del mundo rural y la pérdida de peso del sector industrial, incapaz de competir en igualdad de condiciones con los gigantes manufactureros del sudeste asiático.

La cuestión estriba, más allá del voluntarismo, en cómo la Comisión va a llevar a cabo propósitos que, en principio, parecen incompatibles entre sí o, lo que es más dudoso, se encuentran fuera de las competencias comunitarias, como es el caso las políticas de vivienda.

Así, Von der Leyen propuso un pacto para la «industria limpia» que, de cumplirse el adjetivo, no conseguiría ajustar los costes de producción para competir con China y la India, por citar dos ejemplos de países sin agenda verde, y difícilmente revertiría el cierre de la industria pesada electro intensiva y la caída de la producción petroquímica, por citar dos sectores en graves dificultades de productividad.

Para arrebatar la bandera migratoria a los partidos de la extrema derecha y cortejar a las formaciones de la derecha conservadora prometió el refuerzo de la vigilancia de las fronteras comunitarias, elevando el personal y los medios de Frontex, así como de Europol, y la creación de un puesto de comisario para el Mediterráneo. También, el establecimiento de una cartera específica para la defensa común, con un mercado interior que apoye el rearme militar de los países de la UE. Compromisos, como hemos dicho, muy generales, con guiños a la izquierda socialista, que tienen en cuenta la mayor polarización del parlamento europeo y tratan de amarrar una mayoría disímil para una legislatura que se presenta muy complicada.

Y, sin embargo, el fantasma del populismo no debería hacernos olvidar la realidad de que los europeos han votado muy mayoritariamente a partidos alejados de los extremos.